Apostar a lo grande

apostarEn el contexto actual, los niños de más de 6 años y los grupos de hermanos son los que más esperan por una nueva familia

Miradas de niños que no encuentran eco. Deseos de padres que se archivan en carpetas apolilladas. Infancias que se pierden en rincones de hogares de tránsito. Esperanzas de ser familia que nunca llegan a ser realidad mientras ambos protagonistas (niños y padres) siguen esperando que ocurra el milagro.

La adopción aparece como un entramado de tantas voluntades que resulta titánica la tarea de empezar a desenredar sus nudos más gruesos. Y mientras cada actor involucrado tensa más los hilos en función de sus deseos y responsabilidades, son los niños los que terminan perdiendo la batalla contra un sistema que pocas veces consigue darles prioridad.

Si bien todos los especialistas coinciden en que falta mucho camino por recorrer para lograr que todos los niños hagan efectivo su derecho a vivir en familia, también señalan que en la última década han habido importantes cambios en relación con la adopción: una mayor conciencia de la adopción como alternativa para que los niños tengan familia, un fuerte apoyo al derecho a la identidad de los niños adoptados, un acuerdo generalizado sobre que la adopción no es una salida a la pobreza y que ya nadie concibe larguísimas internaciones (si bien en los hechos todavía suceden).

«Todo niño tiene derecho a vivir en familia y por eso hay que poner en un primer plano la necesidad del chico y no los deseos de los padres. Estamos mejor en la concientización sobre el objetivo de la adopción que no es pasar chicos de familias pobres a ricas, sino de darle el derecho a la familia a un chico. Hoy, el desafío es afinar hasta cuándo seguir insistiendo con la familia de origen», sostiene Marisa Herrera, abogada especializada en derecho de familia.

Pero a pesar de estos avances, ¿por qué resulta tan compleja la adopción en nuestro país? ¿Qué barreras hay que sortear durante este arduo proceso del que toda la sociedad opina, pero muy pocos conocen en profundidad?

El primer obstáculo reside en desmitificar algunas creencias erróneas que existen sobre la temática. La más importante es que para que un niño sea declarado en situación de adoptabilidad, primero se tienen que agotar un largo número de instancias previas, lo que lleva a que sea bastante acotado el número de menores que necesitan una nueva familia. En términos de oferta y demanda: la cantidad de chicos en condición de ser adoptados es mucho menor que la cantidad de personas que quieren adoptar.

Lamentablemente es difícil hacer un diagnóstico realista y profundo del fenómeno a nivel nacional, ya que no existen cifras oficiales ni sobre la cantidad de chicos que están en situación de adoptabilidad ni sobre la cantidad de guardas otorgadas, ya que cada juzgado lleva sus expedientes. Desde la Dirección Nacional del Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos (Dnrua) explican que «no existe un registro de la cantidad de guardas otorgadas, toda vez que dicha información no es remitida regularmente a esta dirección por los Registros Únicos Locales porque los juzgados con competencia en adopción no lo hacen».

Para que los jueces -que son quienes cargan en sus manos con el futuro de los niños- determinen que lo mejor es separarlos de su familia de origen, tienen que darse situaciones límites y extraordinarias. «Lo cierto es que la decisión de poner a un chico en situación de adoptabilidad es muy complicada. Es muy difícil detectar a las mujeres que no tienen capacidad para criar a sus hijos. Y en este afán de darle oportunidades se van pasando los años. Por eso hoy los bebes casi no existen», explica Marta Pascual, jueza en lo Penal Juvenil de Lomas de Zamora, dedicada durante muchos años a temas de adopción.

Para Leonor Wainer, presidenta de la ONG Anidar -que acompaña a padres que buscan adoptar y que ya lo hicieron-, el estado de situación de la adopción en la actualidad es bastante caótico. «El punto que más preocupa es el tiempo que los chicos pasan en un hogar de tránsito sin su familia de origen y sin su familia adoptiva. Van creciendo y sigue pasando el tiempo. Rescato el trabajo que hay que hacer con la familia de origen para ver si ese chico puede volver, pero a veces no hay tal familia y no se decide la adoptabilidad. Esto hace que la mayoría de las adopciones que hemos tenido en el último año sean de chicos más grandes, de más de 5 años o grupos de hermanos», sostiene Wainer.

Según la ley nacional de adopción 24779, los niños y adolescentes privados de su medio familiar, o cuyo superior interés exija que no permanezcan en ese medio, tendrán derecho a la protección y asistencia especial del Estado entre cuyos cuidados se encuentra la adopción. La misma surge entonces, como posibilidad real, respetuosa de los derechos de los niños y adolescentes toda vez que el Estado intervino y agotó todos los mecanismos previos para que puedan permanecer con su familia de origen.

Una vez que un chico es separado de su familia de origen es ubicado en el sistema de cuidado alternativo que puede incluir hogares convivenciales, institutos de menores o familias en tránsito. Sin embargo, esto no significa que el juez haya dictado el estado de adoptabilidad. La ley establece un plazo de un año para que el juez se expida sobre el destino del niño, tiempo que pocas veces puede cumplirse. Mientras tanto, los niños siguen haciéndose grandes en los hogares. De hecho, según el informe Situación de niños, niñas y adolescentes sin cuidados parentales en la República Argentina de 2012, realizado por la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia (Senaf), del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, junto con Unicef, son 14.417 los menores de hasta 18 años los que viven en hogares o institutos de menores en el país. De éstos, el 57% fue ingresado por motivos vinculados con la violencia, el maltrato o el abuso sexual. Los números son los siguientes: el 44% ingresó por violencia y maltrato; el 31%, por abandono; el 13%, por abuso sexual, y el 11%, por otros motivos.

«El desafío es que los chicos puedan salir en adopción cuanto antes. Hasta los 10 años es más fácil encontrar una familia, pero después se hace muy difícil y permanecen en los hogares hasta la mayoría de edad. A los 18 se quedan sin nada y se las tienen que arreglar sin la experiencia de haber vivido con una familia, lo cual después les complica el panorama para su vida personal y todos sus vínculos», dice Wainer.

En el otro lado del entramado de la adopción se encuentran los postulantes, que muchas veces no tienen el perfil que los jueces buscan y que también tienen una idea preconcebida de la familia que quieren armar. En este sentido, el 92% de los 6970 aspirantes inscriptos en la Dnrua -al que adhieren todas las provincias, menos San Luis, Córdoba, Santiago del Estero, Catamarca y Formosa- sólo acepta un bebe sano de menos de un año, cuando este perfil es casi nulo. Mientras tanto, los niños que siguen en la espera son los grupos de hermanos, los niños más grandes y los que tienen alguna discapacidad. De hecho, sólo el 27% acepta a niños de hasta 6 años y sólo el 1,3% a candidatos de hasta 12. En relación a los grupos de hermanos, sólo el 11,5% está dispuesto a adoptar a 2 hermanos por debajo de los 6; el 2% a 3, y el 0,17% a 4.

«La adopción está pasando por un momento crítico porque nunca los padres tuvieron que esperar tanto. Si esto sucede porque se están apuntalando a las familias de origen me parece óptimo, pero lo cierto es que el sistema de protección integral a la niñez no está funcionando», agrega Pascual.

El objetivo de la Dnrua es tener un registro nacional que facilite la inscripción de los postulantes en su lugar de origen, y que esto los habilite a adoptar a un chico de cualquier otra provincia. «El registro funciona mejor porque iguala las oportunidades de las personas de conseguir un niño, los evalúan ellos y todo eso se hace público. Sin desmedro de eso, yo hubiera mantenido el increíble trabajo que hacían las ONG llevando las carpetas de postulantes, el acompañamiento y la preparación previa para poder adoptar», sostiene Lucas Aón, juez de familia de la ciudad autónoma de Buenos Aires.

Otra problemática íntimamente vinculada con la adopción que sigue sin resolución es el crecimiento del tráfico de menores y el abuso de la entrega directa. «Ha habido a lo largo del tiempo un aumento de las entregas directas, que son absolutamente ilegales. Esto ha proliferado de manera exponencial e implica ir contra el sistema. Hay que atenerse a lo que el sistema nos ofrece y también quedar protegidos por esta misma ley», dice Adriana Abeles, presidente de la Fundación Campos del Psicoanálisis.

La adopción presenta trabas históricas que se buscaron revertir a partir de la propuesta reforma en el Código Civil y la modificación de la ley en territorio bonaerense (ver recuadro). Sin embargo, los actores involucrados en este proceso sostienen que hacen falta cambios culturales que acompañen y hagan efectivas las mejoras en las prácticas.

En el medio de tantas ansiedades y sueños rotos se encuentra la figura del juez, que desde su humanidad y su forma de ver el mundo tiene la responsabilidad de reescribir la historia de cada chico. «Hay una tendencia de los jueces a tratar de mantener los lazos con la familia de origen a ultranza. Yo estoy de acuerdo con eso, pero si no es posible, no se pueden demorar años porque a los niños se les pasa la vida», afirma Wainer, señalando algo que todas las fuentes parecen reforzar.

Lucas Aón es uno de los tantos jueces del país que todos los días se tiene que debatir sobre el mejor destino para niños que tienen sus derechos amenazados. En su juzgado de familia de la ciudad autónoma de Buenos Aires, durante 2013 sólo pudieron definir la situación de adoptabilidad de 3 casos (uno era un grupo de hermanos). «Actualmente estamos trabajando en otros 3 casos que esperamos definir la adoptabilidad en el transcurso del año. Pero recién ahí empieza el otro problema, que es encontrar a una familia para cada chico. Y en el caso de chicos más grandes no sólo hay que encontrar a los mayores que se adapten al menor, sino también que el menor se adapte a esos mayores», afirma el magistrado.

Aón celebra el proyecto de reforma del Código Civil -que tiene media sanción de senadores, pero que todavía tiene que ser revisado por diputados-, porque establece plazos más acotados frente a los cuales los jueces se tienen que expedir, pero aporta una cuota de realismo al afirmar que es muy probable que en muchos casos los jueces no puedan tomar las decisiones en el tiempo que establece la reforma. «Ni siquiera lo podemos hacer ahora en los plazos actuales que son más amplios, porque las decisiones que tomamos inciden sobre el destino de la vida de un niño. Hay muchas cosas que están en juego, como las causas de por qué no puede estar ese chico con su familia de origen, si existe familia extensa que se pueda hacer cargo y recién ahí tomar la decisión de darlo en adopción. Por eso, cuando los jueces toman una decisión tienen que estar muy seguros», explica Aón, a la vez que afirma que ninguna ley va a poder dar solución a casos más complejos como son los grupos de hermanos más grandes o los chicos con discapacidades serias.

En relación al cumplimiento de los plazos, el principal obstáculo que Aón plantea es la falta de un equipo interdisciplinario de profesionales ad hoc que genere los informes socio-ambientales correspondientes de las familias y los niños, en tiempo y forma. «La ley puede ser muy linda, pero si los tribunales no tienen los recursos para analizar la situación de los chicos y sus familias es imposible cumplir con los plazos de hoy y a los chicos les empieza a crecer la barba. A mí, evaluar a una familia me lleva una infinidad de tiempo porque ya no tengo al cuerpo médico forense a disposición, sino que tengo que recurrir a los hospitales públicos, y ya sabemos que están saturados. Hoy lo hacemos como podemos, con el personal de juzgado, con una asistente social y pidiéndole al hospital público que por favor nos haga el informe. Por eso creo que hay que apuntar a la creación de un cuerpo especializado para la justicia de familia, que de manera urgente realicen evaluaciones serias de la situación de las familias de estos niños», dice Aón de manera contundente.

A su vez señala que hacen falta los apoyos necesarios para determinar cuáles son las causas por las cuales ese chico está en riesgo, para pensar políticas públicas para sostener a esas familias. «Si el problema es económico habrá que ver qué ayuda se le puede dar a la familia. Otras veces la amenaza reside en pautas culturales que se pueden paliar a través de la educación y la capacitación. Esto me permite definir si hago un trabajo con la familia de origen, con la extensa o si lo doy en adopción», concluye Aón.

En esta misma línea se expresa Herrera al señalar que, por lo general, el sistema sigue teniendo desconfianza y prejuicios contra las familias con alto grado de vulnerabilidad, abordándose las problemáticas con rótulos que lo único que logran es estigmatizarlas. «Los operadores siguen haciendo informes recabando información sobre lo mal que está el grupo familiar, los cuales se reiteran en el tiempo, no se produce ningún cambio en las dinámicas familiares porque en el fondo, no se cree que ello es posible de lograr, pero tampoco se decide la situación de ese niño para su adopción y así el tiempo pasa, y los niños van consolidando su identidad como niños ni, ni regresan con su familia de origen ni tampoco se incorporan a otra familia a través de la adopción.»

Alrededor de 75 son los niños que actualmente viven en los dos hogares de Familias de Esperanza -una ONG dedicada al servicio de familias de tránsito- a la espera de ser adoptados o revinculados con su familia de origen. Casi todos son grupos de hermanos y el promedio de espera de los chicos es alrededor de un año y medio para salir en adopción. «Y eso que tenemos un equipo legal de lujo», expresa su presidenta, Victoria Acosta, madre de 8 (7 hijos biológicos -la última con síndrome de Down- y además adoptó un octavo, que también tiene síndrome de Down).

Acosta revela que el trabajo que hay que hacer para que un chico salga en adopción es muy largo y arduo. De hecho recuerda que en 2013 sólo un grupo de cuatro hermanos que estuvieron con ellos tres años y otra nena fueron los que consiguieron una familia. «Algunos niños están esperando desde hace 4 años y existen padres dispuestos a adoptarlos, pero no se dan los pasos necesarios para que se puedan encontrar. Lo mejor es la familia biológica en cuanto haya un trabajo real y un seguimiento, pero hay que tener cuidado de que en ese agotar las instancias para que se vincule con su familia de origen, no se agote al chico», agrega Acosta, quien afirma que hay que poner el foco en un fuerte trabajo de prevención con las familias de origen ya que -según su experiencia- en el 99% de los casos los niños son separados de sus familias porque sus padres tienen serios problemas de adicción a las drogas.

Como las razones que llevan a un juez a separar a un chico de su familia de origen tienen que ver, principalmente, con situaciones de violencia, negligencia y abuso, es común que los plazos se estiren y que -cuando son familias numerosas- todo el grupo de hermanos sea puesto en adopción.

Y si bien son muchos los matrimonios o particulares que buscan adoptar, son muy pocos los que están dispuestos a recibir a chicos más grandes o a más de un niño. «Las grandes esperas se dan en niños pequeños, pero los niños más grandes están disponibles y no obtienen respuesta. Los padres tienen que saber que con cualquier edad que el niño tenga, siempre se va a estrenar algo. No hace falta que sea un bebe para sentir que uno es padre en todas las etapas», cuenta Abeles, quien desde su ONG trabaja para que en el caso en el que varios matrimonios adopten a un grupo de hermanos, se comprometan a conservar y alimentar ese lazo. «Tenemos un grupo de cinco hermanos adoptados por tres matrimonios, pero que siguen compartiendo muchísimos momentos, como cumpleaños y Navidades. Lo más lindo es que este vínculo se ha podido sostener en el tiempo», agrega Abeles.

Todos los especialistas resaltan que el foco siempre tiene que estar puesto en los niños, porque como bien dice Acosta «es duro para un niño estar 4 años en un hogar sintiéndose el no elegido. A las familias adoptantes les falta mucha preparación. Tienen que saber que no vienen a salvar a nadie y que la historia de esos chicos no empieza con ellos, sino que tienen que respetar su pasado. Nos pasa mucho que los sacan del hogar y nunca más vuelven, sin hacer ningún tipo de transición y sin dejar que los acompañemos en el proceso. Hay que sumar amores y vínculos positivos».

Y aunque todavía falte hacer un fuerte trabajo de concientización para que cada vez más personas estén dispuestas a adoptar a chicos más grandes y grupos de hermanos, Pascual rescata la gran respuesta que ha tenido siempre desde su juzgado todas las veces que tuvo que buscar familia para un niño con discapacidad. Según el Dnrua, el 16,86% de los inscriptos acepta un bebe de hasta un año con patologías.

«Me llama positivamente la atención la cantidad de matrimonios que hoy tienen la capacidad de hacerse cargo de chicos con discapacidad o especiales. En otros países esto cuesta muchísimo y en esto la Argentina es mucho más solidaria. En el Hogar MANU que atiende a chicos con sida y otras patologías, todos los chicos que necesitaban una familia la consiguieron», asegura Pascual.

¿Cuáles son entonces los puntos centrales a combatir desde el Estado para mejorar el circuito de la adopción? Existe un fuerte consenso en las prioridades: acortamiento de los plazos judiciales, brindar todos los apoyos necesarios para que las familias de origen puedan cuidar a sus hijos, que los jueces puedan hacer buenas evaluaciones de las familias de origen y de los matrimonios del registro.

«El gran desafío son las relaciones cooperativas y solidarias que permitan que un chico viva en familia cuando su familia biológica no puede tenerlo. Por eso es necesario modificar el sistema de acompañamiento de la familia biológica que no puede tener a su hijo, reforzar el nexo entre quienes hayan trabajado con la familia biológica (iglesia, escuela, ONG) y la justicia. Creo que también tendría que haber un baño de humildad entre quienes trabajan en este tema para que todos entendamos que aunque tengamos mucha experiencia no sabemos todo y necesitamos de los demás», aporta Acosta.

En términos de fortalecimiento familiar se plantea la necesidad de conocer a fondo la problemática que se trata mediante la intervención de operadores comprometidos y formados, que cuenten con recursos económicos y sociales, y que su trabajo sea realmente valorado. «Por lo general se trata de profesionales mal pagos, en situaciones laborales precarias y con escasa formación. Tienen que ser operadores que puedan salirse de posturas fundamentalistas: lo mejor es que todo niño viva en otra familia por adopción presumiéndose que siempre estará mejor (por condiciones materiales) que en su familia de origen versus todos los niños deben permanecer con su familia de origen, sin observar los casos en que se incurren a la violación de los derechos de los niños», explica Herrera.

La prioridad es clara: velar por el cumplimiento del derecho de todo niño a vivir en familia, en un ambiente sano y afectuoso. Queda en manos de todos los actores involucrados, el poder aceitar el sistema de protección para que puedan hacerlo en su familia de origen o en una adoptiva.

Mitos, verdades e ilegalidades

  • Bebe abandonado. Si se encuentra a un bebe abandonado hay que comunicarlo inmediatamente al teléfono de emergencias policiales, médicas y públicas correspondiente a su zona.
  • Ir a un hogar. No hay que ir a los hogares de niños o adolescentes a ofrecerse como padres adoptivos porque no están autorizados para inscribirlos.
  • Entrega directa. Las entregas directas tienen lugar cuando una persona sin una atribución de la ley ni del juez, sino por propia decisión (y generalmente con intermediarios), toma un niño a su cuidado. Escritura pública Está expresamente prohibida por ley la entrega de niños o adolescentes en guarda ante escribano público o por acto administrativo.
  • Niños en hogares. No todos los niños y adolescentes que están en hogares pueden ser adoptados. Algunos mantienen el vínculo afectivo y jurídico con la familia de origen. Esto significa que no se encuentran en estado de adoptabilidad y se trabaja para que puedan reinsertarse en el grupo familiar.

Mucha demanda para poca oferta

  • 6970 Aspirantes son los que están inscriptos en el Registro Único de Adoptantes al que adhieren todas las provincias menos 6.
  • 92% Busca bebes. Este porcentaje de matrimonios o personas solas son las que aceptan a niños sanos de hasta un año.
  • 11,5% Acepta a dos hermanos. Sólo algunos están dispuestos a recibir a dos niños de hasta 6 años. La cifra se reduce bastante al hablar de 3 (2%) y mucho más si son 4 (0,17%).
  • 14 mil Niños sin cuidados parentales en el país. Este es el número de menores de 18 años que viven en hogares o institutos de menores.

Micaela Urdinez

LA NACION

 

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