Familias más allá de la urgencia

acogimiento_familiarDe las 150 familias ajenas de acogimiento familiar, 60 trabajan en urgencia Han de estar listas los 365 días del año para recibir a un menor que estará con ellos un máximo de 9 meses

Tenía tres días cuando Ana Domínguez y Javier Cerezuela fueron a por él al hospital. Sus tres hijos biológicos se volcaron con el bebé recién llegado. No les importó que una llamada de urgencia hubiera alterado sus vidas. No les pesó volver a empezar con pañales y biberones. «Fue un regalo», recuerda Ana. Hasta los diez meses hicieron de su casa un hogar para el pequeño, que creció arropado por unos lazos familiares que, aún surgidos de la necesidad, fueron fuertes e incondicionales. Dolió la separación, pero el saber de su final feliz tranquilizó a Ana y Javier, que iniciaron con este niño su labor en el acogimiento de urgencia a través de la asociación Infania. Como ellos, un total de 60 familias ajenas realizan esta admirable labor social que evita que los menores de 7 años pasen por un centro. En lo que va de año, se han llevado a cabo 82 acogimientos de urgencia. En 2013 fueron 85.

«Cuesta el proceso, sobre todo el principio, pero luego es una experiencia muy positiva», relata Javier Cerezuela. Su mujer, Ana, afirma que aunque «ahora está siendo difícil -tienen acogidos a dos hermanos de 3 y 5 años- no dudamos de lo que hacemos». Eso sí, afirman que el acogimiento no es una cuestión de dos personas, «es una opción familiar, nuestros tres hijos colaboran, juegan con ellos, comparten, la labor de acompañar a estos niños es de todos», afirma Ana Domínguez, que se «lanzaron» a acoger a dos hermanos porque «vimos que hacía falta».

El acogimiento de urgencia es una de las políticas más importantes en el sistema de protección de menores. Con esto, la administración logra evitar la institucionalización de niños de 0 a 6 años y dotarlos de un entorno lo más normalizado posible ante una situación de emergencia que lo aparta de su familia de origen de forma temporal. El máximo de tiempo que los menores pueden permanecer amparados por esta fórmula son 9 meses. Esto hace que se acelere el trámite y que los niños no estén más tiempo del necesario alejados de sus familias. Durante este tipo se estudia a la familia de origen, y se trabaja con ellos para lograr que cambien su situación y puedan hacerse cargo nuevamente de sus hijos. No siempre se logra. Entonces, el menor pasa a otro tipo de medida o se le prepara para una adopción.

«Muchos niños vienen de hogares desectructurados, que tienen problemas de apego, que les cuesta abrirse», explican Ana y Javier. El cariño, la rutina establecida y los límites que les brinda su familia de acogida pueden resultar fundamentales para su desarrollo. También llegan con enfermedades, con discapacidad y, algunos, víctimas de violencia.

Inmaculada del Olmo sabe muy bien lo que es sacar adelante a niños con problemas. De los cuatro bebés que ha acogido de urgencia -en total lleva una decena de menores acogidos en los últimos cinco años-, tres fueron maltratados por los padres. Uno de ellos tenía pocos días cuando recibió una paliza. Otro, nació con el síndrome de abstinencia y con el virus del SIDA. Pero el objetivo de su trabajo con ellos compensa todas las dificultades con las que se encuentra en el camino. «Es una alegría tremenda cuando ves cómo se van transformando, cambiando, progresando, asumiendo las normas», dice Inmaculada.

«Nosotros suavizamos el camino para un acogimiento permanente o una adopción», agrega esta mujer que ha vivido la solidaridad con la infancia desde siempre. «Mi madre era matrona y las monjas le permitían que se llevara a casa durante el día a los niños que abandonaban», cuenta. Por eso, después de que sus dos hijos se hiciesen mayores y emprendieran sus vidas fuera del país, ella y su marido se pensaron «fríamente» la opción del acogimiento y ahora tienen en casa a dos hermanos de 4 y 7 años que serán adoptados en pocos meses. «Para estos niños un tratamiento violento es lo normal, es lo que han vivido y hay que limar muchas asperezas, algunos vienen de un submundo que no nos podemos imaginar y, sin embargo, ellos lo han vivido con seis y siete años», relata Inmaculada. Tanto es así, que uno de sus niños de acogida cuidaba del hermano pequeño con tan sólo cuatro años. Antes las situaciones complejas surgen las respuestas solidarias y Málaga es una de las provincias con una de las redes de acogimiento familiar más numerosa.

Mari Pepa Alcántara es de las más veteranas. Lleva casi 18 años en el acogimiento familiar y por su casa han pasado un total de 22 niños. Es la presidenta de la asociación andaluza de acogimiento familiar Acógeles, formada por unas 40 familias y su cargo la ha retirado, por el momento, del de urgencia. Pero jamás ha dejado de tener las puertas abiertas de casa. Desde que su hijo menor tenía seis años han compartido su vida con otros pequeños. Actualmente tiene tres niñas en acogimiento simple de 15, 8 y 6 años. Si no se resuelve su situación, pasarán a acogimiento permanente.

«Tengo en casa una habitación con ropa clasificada de todas las edades, por lo menos para tener las primeras puestas, luego te hace ilusión comprarles cosas, y cuando hacía acogimiento de urgencia siempre tenía preparado el bolso con el biberón», comenta Mari Pepa, que aún conserva un carro doble por si lo necesita en un futuro.

«Un día pensé que quería hacer algo, un voluntariado con niños y fui a un centro de acogida, en ese entonces, lo que hacía era sacarlos del centro el fin de semana», relata la presidenta de Acógeles. Así conoció la labor que se hace en el Servicio de Protección de Menores y dio un paso más para iniciarse en la acogida, siempre de la mano de su marido. Al poco tiempo de sus primeros pequeños acogidos, de 6 y 9 años, «busqué una ICIF -Institución colaboradora con Infancia y Familia-«, comenta y agrega que «se iniciaba un programa de acogimiento de urgencia y me impliqué en él».

Eso suponía tener que estar disponible las 24 horas, los 365 días del año, para que en un par de horas pudieran recoger al niño del hospital, en las sedes de las asociaciones o en cualquier lugar que lo requiriese. Aunque trabajaba como administrativa, decidió pasar «a una ocupación más libre» para poder dedicarse a esto. Mari Pepa se ha entregado a la tarea de acompañar a pequeños con trastornos de conducta, con síndrome de abstinencia, con necesidad de terapia. Ni ella, ni Inmaculada, ni Ana ni Javier parecen darse cuenta de su gran valentía. «Si no lo ves desde la posesión, el acogimiento no es complicado», considera Mari Pepa, aunque las historias que cuenta con paciencia y serenidad desgarren el alma.

Cristina Fernández
www.malagahoy.es

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