Cuando Marta encontró a Inma

reencuentroEl programa ‘Búsqueda de orígenes’ del Departamento de Menores del Institut Mallorquí d’Afers Socials posibilita el encuentro de tres hermanas que en su día fueron dadas en adopción

Marta tenía ocho años cuando supo que había sido adoptada. En una conversación con su madre, la niña empezó a hablar de cuando ella estaba en su barriga. Entonces, con suma naturalidad y cariño, la mujer le explicó que no, que ella no había estado en su barriga sino en la de otra señora que no había podido cuidar de ella.

«Desde el primer día que supe que era adoptada mi madre me dijo que me apoyaría si decidía buscar a mi familia biológica. A los 15 años se lo pedí pero me dijo que era mejor esperar a los 18», explica Marta.

Y así lo hizo. Nada más cumplir la mayoría de edad, la joven se dirigió al Departamento de Menores del Institut Mallorquí d’Afers Socials (IMAS) dispuesta a indagar en sus orígenes. Decidida a encontrar las respuestas a muchas de las preguntas que rondaban en su mente desde que tuvo conocimiento de que, nada más nacer, había sido dada en adopción.

«Recibí la solicitud de Marta cuando tenía 18 años. Dio la casualidad de que yo había intervenido en su adopción y conocía el caso, pero no pudimos dar respuesta a su petición, pues en ese momento no estaba regulado el derecho de las personas adoptadas a conocer su orígenes», relata María Luisa Servera, psicóloga del IMAS y responsable del programa de búsqueda de orígenes.

Más de una década después, cuando Marta ya había dado por imposible encontrar a su familia biológica y tenía olvidado el tema, un día la llamó la inquilina de su antigua casa. Había encontrado una nota en el buzón para ella de una tal María Luisa Servera.

«No sabía quién era esa persona pero esa misma tarde llamé al número de contacto que dejaron en la nota. Me dijeron que era el Departamento de Menores del Consell de Mallorca. Como era por la tarde no pudieron darme ningún tipo de información así que llamé al día siguiente. Y ahí fue cuando María Luisa me preguntó si quería reabrir el caso, a lo que contesté que sí», narra la joven.

Según argumenta la psicóloga del IMAS, en el año 2007 se reguló el derecho a la búsqueda de orígenes de las personas adoptadas y en estos últimos años el archivo general de La Misericordia se ha reorganizado facilitando así el acceso a expedientes del Hospital General, Tribunal de Menores y otros organismos directamente vinculados con las adopciones. Un hecho que ha propiciado que el Departamento de Menores pueda reunir mucha información a la que antes no tenía acceso.

Tras la respuesta afirmativa de Marta, María Luisa empezó a indagar en su expediente. Según constaba en él, la joven tenía una hermana siete años mayor que ella y justo dos años después de haber sido dada en adopción, la madre había dado a luz a otro bebé del que no constaba el sexo.

«Conseguí ponerme en contacto con la madre y le hablé sólo de Marta, puesto que era de quien tenía la demanda. Enseguida se emocionó y se mostró colaboradora pero por motivos de trabajo fue imposible intentar un reencuentro», detalla Servera.

El siguiente paso fue localizar a la hermana mayor -sólo por parte de la madre-, que en su día se había quedado al cuidado de su padre y de la abuela paterna. Al vivir fuera de la Isla, el primer contacto entre las dos hermanas fue telefónico, si bien unos meses después se vieron en Mallorca.

«Lo que sientes cuando ves a tu hermana por primera vez es muy difícil de explicar. El ver venir a esa persona… la analizas mientras habla, buscas algún parecido… es como si fuera una historia que no va contigo», asegura Marta.

Unos días después de conocerse, la hermana mayor regresó a su casa y desde el IMAS iniciaron la búsqueda de Inma, hermana de Marta tanto de padre como de madre. No fue fácil localizarla pero después de consultar con la Policía Municipal, el padrón y los centros de salud, finalmente dieron con la menor de las tres hermanas.

«Estaba de viaje cuando de repente un día me llaman y me dicen: soy tu hermana Marta. Me tuve que sentar en pleno Puente de Londres. Yo sólo sabía que tenía una hermana mayor y no se llamaba así. Cuando me empezó a mandar fotos de pequeña vi que el parecido era muy grande», relata Inma.

En su caso, Inma sí que había convivido con sus padres biológicos de pequeña, pero al fallecer su progenitor el hermano de éste la adoptó. Por tanto, se había criado con su familia extensa biológica, junto a cinco hermanos adoptivos. Su madre adoptiva le había hablado tanto de la madre biológica como de su hermana mayor.

La llamada de Marta dejó a Inma en shock. Una vez de vuelta a Mallorca, nada más aterrizar en el aeropuerto de Palma, se fue a su casa a ducharse para ir al encuentro de una hermana que hasta hacía unos días ni sabía que existía.

«Yo estaba más anestesiada porque ya había pasado por lo mismo con mi otra hermana, así que decidí que debía ejercer de hermana mayor protectora. Ambas estábamos nerviosas y emocionadas. Fuimos caminando la una hacia la otra y nos abrazamos», rememora Marta.

Desde el primer momento que se vieron, la conexión entre las dos hermanas fue absoluta. Todavía hoy recuerdan con asombro cómo iban descubriendo que tenían los mismos gustos e incluso algunas amistades en común.

«Hicimos una lista de cosas que queríamos hacer juntas. Subir a la noria, bañarnos, montarnos en columpios… Queríamos recuperar el tiempo perdido y hacer las cosas que no hicimos juntas de pequeñas. Cosas que marcan en la infancia y que, al estar separadas, no pudimos hacer», argumenta Marta, mientras Inma apostilla que incluso han elaborado una lista de las cosas que les gustan y las que no. Y aunque parezca mentira, incluso en esos pequeños detalles también coinciden.

Apoyo familiar

Tras la emoción de ese primer encuentro en el que charlaron horas y horas, cada una regresó a su casa. Allí fue cuando Marta dejó aparcado ese rol de hermana mayor y sacó todas esas emociones contenidas que había sentido.

«Lo primero que hice fue ponerme a escribir y llorar. Las dos leemos y escribimos mucho. También hablé con mis padres y les conté todo pero sin profundizar», detalla.

En el caso de Inma, la joven tardó más en reaccionar. Estaba eufórica, encantada de tener a una nueva hermana de padre y madre. Pero a los tres días, de repente, empezó a llorar y a darse cuenta del vuelco que había dado su vida.

En ambos casos y desde el primer momento las dos jóvenes contaron con el apoyo incondicional de sus familias adoptivas y el asesoramiento técnico y profesional constante de María Luisa Servera. Incluso al día siguiente de haberse conocido, Inma ya se fue a comer a casa de Marta, donde los padres de ésta la acogieron como si de otra hija se tratara. Con la hermana mayor, al vivir lejos, empezaron a mantener un contacto telefónico.

El último paso en la búsqueda de sus orígenes estaba claro: el reencuentro con la madre biológica. Si bien Marta lo tenía claro, Inma se mostraba más reticente. Marta había hablado ya con ella y estaba al tanto de todo. Incluso se mensajeaban por teléfono.

«Marta decidió ir a ver a la madre biológica y yo le dije que no se preocupara, que la acompañaría a la Península para que no fuera sola. Pero en ese momento Inma se dio cuenta de que a su hermana le apetecía compartir ese momento con ella, así que decidió acompañarla», explica María Luisa.

La situación de la madre biológica de las hermanas no era fácil. El marido no conocía la historia y no sabían tan siquiera si podrían verla. Aun así, decidieron arriesgarse y emprender el viaje con la esperanza de descubrir esa última pieza que les faltaba para completar su identidad.

«No fue fácil para nosotras entender que tal vez no podríamos verla, pero María Luisa nos hizo ver que ella tiene su vida y nosotras no podíamos ir y rompérsela de golpe, por lo que decidimos rebajar nuestras expectativas», admiten.

Pese a todos los condicionantes adversos que tenían, el primer día Marta e Inma consiguieron reencontrarse con su madre biológica. No tuvieron el tiempo ni la intimidad que les hubiera gustado, pero no por ello el momento dejó de ser emotivo.

«Fue en su trabajo y rodeadas de gente. Estábamos muy nerviosas y nos costaba articular las palabras. Nos abrazó, nos dio dos besos y nos preguntó si nos había decepcionado».

Horas más tarde, pudieron verse de nuevo. Tampoco pudo ser en privado pero, lejos de las miradas curiosas del entorno laboral de la mujer, la madre biológica les fue contando todo aquello que realmente necesitaban saber.

«Desayunamos juntas todos los días. Se fijaba en cosas intrascendentes de nosotras, en pequeños detalles y nos regaló una camiseta de propaganda que guardamos como un tesoro. Y en todo momento nos recalcó que no quería quitarle el sitio a nadie. Que sólo quería que le diéramos lo que pudiéramos».

Los días pasaron rápido y llegó el momento de la despedida y de que las dos hermanas regresaran a Mallorca, donde les estaban esperando expectantes y preocupadas sus respetivas familias. La madre biológica tenía un mensaje para ellas.

«Nos dijo que admiraba muchísimo a la madre de Inma por haberse quedado con tantos niños. Y a mí, que le diera las gracias a mi madre por haberme criado y educado, y por haber sido tan buena madre», señala Marta.

Desde el primer encuentro entre Inma y Marta ha pasado ya un año. 365 días en los que han ido conociéndose más y más. No han pasado ni un solo día sin saber la una de otra. Y no ha habido ni una sola semana en la que no hayan compartido juntas momentos propios de dos hermanas.

«Antes de conocer a Inma jamás había creído en el para siempre. Desde que la conozco ya sé el significado de la palabra. Es un vínculo muy difícil de explicar y de entender. Es como mi prolongación, como mi otra mitad. No he podido echarla de menos porque no sabía de su existencia, pero ya no podría vivir sin ella», asegura Marta, emocionada.

Ambas son conscientes de la suerte que han tenido al haberse criado rodeadas del amor, cariño y protección de sus familias adoptivas. Y que sin su apoyo, probablemente no serían lo que son, ni habrían llegado hasta donde han llegado.

«Para nosotras es muy importante que comprendan que nadie ocupará su sitio. Nuestra madre biológica es tan sólo una pieza de nuestro puzle. Pero nuestro puzle es toda la vida que hemos hecho con los nuestros de siempre. La base de nuestro puzle, la mesa donde está construido son ellos», insisten.

Sólo en 2015 el Institut Mallorquí d’Afers Socials recibió 31 solicitudes de búsqueda de orígenes. Hasta el momento, el Departamento de Menores del IMAS ha conseguido resolver el 60% de todas las peticiones que ha recibido, si bien no siempre se consigue en el mismo año de la solicitud.

M. Antonia Cantallops
www.elmundo.es

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