La huérfana que adopté en Uganda ya tenía una familia.

Desde que empecé mi periplo adoptivo, he oído incontables historias de adopciones irregulares. Adopciones en las que la documentación tenía información incompleta o directamente falsa, niños que al aprender el idioma contaban una historia muy distinta a la que había en sus papeles, historias de familias convencidas por buscadores de niños para ceder a sus hijos. Y en muchas ocasiones me han hecho (y me he hecho) la pregunta de qué haríamos si descubriéramos que la familia biológica de alguno de mis hijos no renunció a él voluntariamente y le está buscando. Este caso de adopción en Uganda es el primer caso que conozco en el que la familia adoptiva decidió reintegrar a la niña que habían adoptado a su verdadera familia.

Siempre he querido dejar alguna huella en este mundo. Traer bondad, paz y sanación a un mundo que a menudo parece inundado de pérdida, privación y una gran variedad de obstáculos que hacen la vida difícil a tantos. Cuando tomamos la decisión de adoptar, parecía pan comido.

Pensé que era una manera de marcar una diferencia, al menos para una criatura. Mi marido, Alan, y yo, abriríamos nuestra casa y nuestros corazones a un niño que lo necesitara.

De lo que no fui consciente cuando empecé este camino era que la adopción era tanto más que solamente esto. No esperaba que fuera un camino lleno de rayos de sol y arcoíris, pero tampoco era consciente de la profundidad de la angustia y pérdida que implica la adopción, no solo para los padres adoptivos, sino todavía más, para las criaturas adoptadas, como la que estábamos a punto de conocer y acoger en nuestras vidas.

Adam y yo investigamos a fondo en cada escalón del proceso con la esperanza de garantizar una adopción apropiada y ética. Ya véis, ya éramos padres de cuatro hijos biológicos, así que no se trataba de “tener otro hijo” o simplemente “aumentar la familia”. Para nosotros, adoptar tenía que ver con compartir nuestra abundancia –nuestra familia, amor y hogar, con un niño al que le faltaban estas cosas básicas.

Ninguna parte del proceso fue fácil – ni siquiera la decisión de adoptar internacionalmente. Sabíamos que había niños americanos, al igual que en otras partes del mundo, que necesitaban lo que nosotros podíamos ofrecer. Acabamos llegando a la conclusión (a partir de lo que ahora veo como una forma de propaganda) de que la mayor necesidad estaba en los países más pobres.

Recuerdo leer que hay casi 3 millones de huérfanos en Uganda, y con esta estadística en la cabeza (y algo más de investigación), en octubre de 2013 empezamos el proceso para adoptar allí. Hicimos montones de papeleo, conseguimos innumerables juegos de huellas dactilares y gastamos decenas de miles de dólares. Tardamos algo más de un año a pasar todas las formalidades, pero finalmente llegamos a la mejor parte del proceso, responder a las necesidades de una criatura.

Finalmente llegamos a este punto. En 2015, dimos la bienvenida a nuestra casa a una niña de 6 años hermosa, fuerte y valiente que se llamaba Namata. No se puede anticipar mucho cuando se trata de adopción, pero traté de hacer mis deberes tan a fondo como cualquier otro adoptante – y aún así, nada me preparó para lo que pasaría después.

Tardamos un poco más de un año y medio en darnos cuenta que las cosas que “nuestra” hija nos estaba contando no cuadraban con las historias que había en lo documentación que nos brindó nuestra agencia de adopción, European Adoption Consultatns, Inc.

(En diciembre, el departamento de Estado de los EEUU inhabilitó la agencia por tres años, lo que significa que no pueden seguir asignando criaturas. El Departamento de Estado dijo que encontró “evidencia de un patrón de incumplimiento grave, voluntario o negligente de las normas y circunstancias agravantes que indicaban que continuar acreditando a EAC no habría sido en el mayor interés de los menores y familias implicadas”).

Al principio me pregunté si la información conflictiva que Namata compartía con nosotros reflejaba sus esfuerzos para afrontar el trauma de haber sido abandonada y maltratada. Pero acabé dándome cuenta de que me estaba contando algo distinto – y muchísimo más importante.

En muchos momentos durante este año y medio, tuve que suprimir la compulsión de ver las cosas que me contaba a través de mi propia lupa, ya que a menuda esta lente está velada por el privilegio y las experiencias que uno tiene. Fue cuando empecé a escuchar abiertamente cuando me di cuenta de qué era lo que ella intentaba tan desesperadamente que yo comprendiera.

La niña que habíamos adoptado tras años de lucha no era huérfana en absoluta y prácticamente todo lo que estaba escrito en su documentación y nos habían contado sobre su pasado no era una descripción precisa de su vida en Uganda.

Más que esto, finalmente descubrimos que tenía una familia muy amorosa de la que había sido ilegalmente arrancada con la finalidad (creemos y estamos convencidos) de proveer un “huérfano” para dar respuesta a nuestra solicitud de adopción.

Devastada ni siquiera empieza a explicar lo que sentimos cuando nos dimos cuenta lo que había sucedido para traer a Namata a nuestra casa. A la madre de Namata le dijeron solamente que Adam y yo íbamos a cuidar de su hija mientras le proporcionábamos una educación, que es la vía central al empoderamiento la oportunidad en Uganda.

Así que cuando esta supuesta oportunidad de ser apadrinada por una pareja americana “rica” se le presentó, sintió que ella y su hija habían sido bendecidas. Nunca renunció conscientemente a sus derechos como madre de Namata, pero una vez hubo una confirmación verbal de que nosotros íbamos a adoptarla, los que trabajaban sobre el terreno en Uganda falsificaron la documentación y colocaron a Mata en un orfanato.

Para el momento en el que la madre de Mata se dio cuenta de qué estaba sucediendo, que nunca iba a volver a ver a su hija, ella estaba indefensa para parar las ruedas que habían empezado a girar. Después de muchos meses investigando los detalles de nuestro caso, también me di cuenta de que la experiencia de la madre de Mata no es infrecuente en la Adopción Internacional.

Hay localidades en Uganda y en todo el mundo donde madres, padres, hermanos y abuelos están desesperados por reencontrarse con los niños que fueron ilegalmente separados de ellos a través de la Adopción Internacional. Ha sido descorazonador para mí darme cuenta de que un acto tan hermoso y puro puede estar contaminado con tanta maldad. Pero como sucede con muchas cosas hermosas en el mundo, la corrupción y la avaricia es una realidad – una que no podemos limitarnos a ignorar.

La Adopción Internacional debe ser reformada. Los padres adoptivos y los gobiernos implicados en este proceso no pueden seguir alegando ignorancia.

A través del proceso para reunir a Namata con su familia, me encontrado con tanta resistencia, saturada en derecho y privilegio. Más de una vez me han preguntado, ¿por qué no te limitas a “quedártela”? ¡Son palabras que utilizo cuando describo algo que he comprado en el colmado! Namata nunca me ha pertenecido: es un ser humano que merece algo mejor que este tipo de pensamiento egoísta y estrecho de mente.

En una ocasión, alguien sugirió que no le contara a nadie lo que ella nos había contado. Otras veces, me dijeron que era mi deber cristiano quedarme con ella y “criarla en la fe verdadera”.

Incluso al final, cuando toda la información dejaba claro que la madre de Namata nunca había renunciado a ella, funcionarios del Gobierno norteamericano me dijeron que yo debía decidir si quería o no devolverla a su familia. Su madre, que fue ilegalmente despojada de sus derechos, no parecía ser un factor a tomar en cuenta.

No haya palabras para describir lo paródico de esta injusticia. Debo dejar claro lo siguiente: mi raza, país de origen, nivel económico (aunque pequeño, es mayor que de la inmensa mayoría de personas del mundo), mi acceso a “cosas”, mi religión – ninguno de estos privilegios me da derechos sobre los niños de los pobres, sin voz y desamparados.

Si acaso, creo que estos privilegios deberían venir con una responsabilidad de hacer más, de levantarnos contra estas injusticias. ¡No podemos dejar que otras familias sean separadas para formar nuestras propias familias!

Estoy segura de que la mayoría de personas que adoptan internacionalmente tienen la mejor de las intenciones, pero las buenas intenciones no justifican la ignorancia. Después de desvelar la verdadera historia de Namata y buscar exhaustivamente, creo que he tomado conciencia de las realidades de la corrupción que ocurren en general en la Adopción Internacional. Este acto a la vez complicado y hermoso de abrir un hogar y un corazón a una criatura que lo necesita se ha corrompido por la avaricia y el salvacionismo.

El proyecto de mi familia para adoptar se ha convertido en un proyecto para luchar por las familias. Familias que son destrozadas por la ignorancia y la falta de empatía hacia los que no tienen voz para luchar contra las injusticias que afrontan cada día. NO puedo mirar hacia otro lado. Debo continuar esta lucha hasta que vea un cambio en el sistema.

Puedo decir también que he visto al belleza de una familia reconstruida y que no hay nada parecido. Adam y Namata hicieron el largo viaje hacia su pueblo remoto en Uganda juntos, mientras yo permanecía en casa con mis hijos biológicos. No podíamos permitirnos viajar los dos y mi marido estaba preocupado por mi seguridad después de haber expuesto la corrupción. También le preocupaba la seguridad de Namata y quería estar a su lado hasta el momento en el que estuviera en casa, bajo la protección de su madre. Así que de mala gana me despedí de ella en Estados Unidos.

Aunque estábamos desbordados de angustia esa mañana, Adam, los chicos y yo intentamos sonreír, porque para Namata era un día feliz. No podía esperar a reencontrarse con su familia y tuvimos mucho cuidado de no quitarle su alegría. Fui testigo de esta parte del viaje a través de videollamadas y fotos y fue hermoso. Dolorosamente hermoso.

En septiembre de 2016, la madre de Namata abrazó a su hija con alegría y risas abundantes y no se han vuelto a separar ni un día desde entonces. Namata ha florecido desde que llegó a casa y yo me siento agradecida por ello.

Durante este proceso, también he tenido la revelación de lo que significa realmente ayudar y querer a un huérfano (frase que a menudo usé cuando discutía sobre adopción). Este amor va más allá de nada que hubiera imaginado. Ahora parece clarísimo. Ahora que las voces de cientos de adultos adoptados que he conocido desde que empecé este camino resuenan claramente en mis oídos.

La inmensa mayoría de niños en orfanatos, y incontables niños adoptados internacionalmente, no son huérfanos en absoluto. La mayoría tienen un padre o madre, o ambos. Adicionalmente, muchos tienen hermanos, abuelos, tíos y tías, que se ocupan de ellos.

Mis buenas intenciones en todo el camino fueron erróneas. Si realmente quería ayudar a un huérfano, ¡este acto requeriría asegurarme que se han hecho todos los esfuerzos para mantener a este niño dentro de su familia biológica! Si este hubiera sido mi objetivo desde el principio, no habría pasado por alto tantas señales de alerta.

Demasiados vemos la adopción internacional como una manera de “salvar” niños. ¿Y si lo miráramos de otra forma? ¿Y si decidiéramos hacer todo lo que está en nuestra mano para asegurarnos de que estos niños pudieran vivir sus vidas dentro de las familias que Dios les dio en primer lugar?

No hablo de niños retirados por necesidad de familias maltratadoras o negligentes, sino de aquellos cuyas familias amorosas fueron erróneamente persuadidas para renunciar a ellos. Familias que pensaron que la decisión estaba fuera de su control debido a la enfermedad, la pobreza, la falta de acceso a la educación, intimidación, coerción o una idea falsa de lo que el “sueño americano” podía representar para su hijo.

¿Estoy diciendo que no adoptemos? ¡No!

He oído a montones de adoptados adultos que están totalmente en contra de la adopción, y no voy a menospreciar sus voces o negarles el derecho a sentirse así porque es toda una vida de experiencia lo que ha formado sus opiniones.

Pero debido a la fuerza de sus voces, también he visto una nueva ola de padres adoptivos con los ojos abiertos – padres que entienden las pérdidas que han sufrido sus hijos adoptados, que les escuchan, que afrontan las enormes obligaciones y los altos listones que requiere la adopción.

Sólo escuchando y reconociendo las verdades difíciles la adopción puede convertirse en algo ético y positivo. Esto significará algo distinto para cada familia. Para nosotros, significó reunir una familia destrozada por un proceso corrupto y sacar a la luz las actividades criminales de la Adopción Internacional. Para otros, puede representar una vida asegurándose que la criatura conserva su identidad cultural o racial, o mantener vivos los lazos con su familia de nacimiento, cueste lo que cueste. La adopción puede ser hermosa, pero no es nunca fácil.

Por esto digo sí a la adopción, cuando las familias comprendan claramente el peso que tendrán que cargar. El peso de hacer lo correcto para esta criatura de manera que no habías imaginado: de luchar por su mayor interés, sin intenciones enfermizas, egoísmo o avaricia. Y darse cuenta a veces de que el mayor interés puede ser que no termine siendo tu hijo adoptivo.

Recibo noticias de quién fue nuestra hija adoptiva, Namata, a menudo con fotos y a veces con vídeo. Cuando empiezo a verlas, suelo llorar por lo mucho que la echo de menos. Me encantaría abrazarla, pero entonces me recuerdo a mí misma todo lo que casi perdió ella al ser adoptada.

A veces hay fotos de ella en casa de su madre, con una sonrisa de oreja a oreja. Otras veces, lleva en brazos a su hermanita, o regresa de la escuela con su otra hermana.

Una de mis fotos favoritas es una en la que Namata está sentada en el suelo, de cara a su madre. Y su madre – la mujer que la parió, se le parece, sonríe como ella y la quiere más profundamente que nadie en la tierra entera – le devuelve la mirada a la hija que estuvo a punto de perder.

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