Diversidad y escuela

Una de las primeras cosas que aprendemos las familias que no respondemos al estándar de familia-heteroparental-con-(2)-hijos-bios-de-la-misma-raza-sin-discapacidad-de-ningún-tipo es que no encajamos.

Y la escuela no para de recordárnoslo.

Te dan los impresos, las agendas, con su línea de puntos, su lugar para el padre y para la madre; o llega un árbol genealógico con cuadraditos para rellenar, con rama paterna y materna, sin espacio para los padres y madres biológicos de los miembros de la familia; o te piden que dibujes a tu padre, o que le hagas un regalo en su día; o las líneas de vida con fotos desde el nacimiento, aunque ellos no tengan esas fotos; o datos como el peso al nacer o el día que empezaste a andar cuando nadie que conozcas puede darte estos datos.

Y si la escuela, o la maestra, es sensible, tal vez nos lo comente antes a las familias, tal vez nos pregunte cuál es la mejor manera de plantearlo, tal vez nos sugiera que puede adaptar el trabajo, empezar la línea de la vida en un momento posterior al nacimiento, darle el trabajo del día del padre a un tío o abuelo, poner fotos de cuando era más pequeño donde se le piden fotos de recién nacido, inventarse el peso al nacer… o incluso no hacer el trabajo, o hacerlo y, a diferencia de los compañeros, no exponerlo en público.

Y quizás nuestros hijos acepten estas adaptaciones, o quizás intenten hacer el trabajo a pesar de las diferencias, precisamente para no sentirse diferentes. Quizás les incomode, les revuelva, les duela. Quizás les despierte preguntas que no saben responder. Quizás les haga sentir expuestos. Quizás no entreguen el regalo y se lleven una regañina y un punto negativo, o se sientan estratégicamente mal el día que toca presentarlo. Quizás lo hagan como si no pasara nada. Quizás nunca nos digan lo mal que se han sentido haciendo este trabajo. Quizás nos lo digan y no lo sepamos escuchar.

Pero de lo que no hay duda, es de que el mensaje que todos estos trabajos transmiten a nuestros hijos de que sus familias, ellos, no encajan. De que sus familias, sus biografías, sus colores de piel, sus capacidades, sus vivencias… no son las correctas.

En las escuelas se llenan la boca hablando de diversidad… de que las familias, las vivencias, las personas… son todas distintas. De que la diversidad es buena y de que los niños y niñas no tienen que avergonzarse de exponer sus diferencias. Pero el mensaje que transmiten todo el tiempo es el contrario. Cuando en los impresos no cabe ninguna familia que no sea la integrada por madre / padre / no más de tres hermanos. Cuando los árboles genealógicos solo se adaptan a la familia biológica. Cuando llamamos color carne al color de las personas blancas. Cuando los libros de texto solamente muestran familias convencionales, parejas heterosexuales, personas sin discapacidades, gente blanca. Madres que cocinan y padres que conducen. Con corbata, el pelo corto, cara de pagar hipoteca todos los meses.

Nos hablan de la necesidad de visibilizar, pero, ¿cómo se visibiliza lo invisible?

Se podrían plantear los trabajos escolares alrededor de la familia de muchas otras maneras. Por ejemplo, bucear en el pasado sin exigir fotos, datos o etapas de la vida concretas. O buscar familias de ficción , que son de lo más variadas. O hacer un brainstorming entre las criaturas para establecer qué es una familia (a mí me gusta mucho la definición”grupo de personas que se organizan alrededor de una lavadora”). O investigar la manera en la que se abordan cosas distintas en distintas culturas. O buscar referentes de todo tipo, clase, condición, origen.

Trabajar la diversidad de las familias y las personas de la clase, sin parámetros establecidos y sin presuponer nada.

Porque, como decíamos ayer, el problema de la diversidad no es que no la respetemos, no la permitamos, la demonicemos o la discriminemos; el problema fundamental es que no la imaginemos, no la pongamos encima de la mesa como posible.

https://madredemarte.wordpress.com

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