No hay peor cosa que separar a los chicos de la familia
La profesora Cristina Amestoy, fue docente y directora de la ya desaparecida Residencia Juvenil y Subsecretaria de Protección Integral del Niño y del Adolescente de la Provincia de Córdoba (Argentina).
En la actualidad se desempeña como docente en la Universidad Blas Pascal en cátedras sobre Violencia de Género.
¿Esta ley aprobada hace pocos días en Córdoba para la Promoción y Protección Integral de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes supone un avance en la construcción de un niño «sujeto de derecho»?
Esta nueva ley en Córdoba, que, en principio y para mi sorpresa, se anuncia como saltando del patronato del estado, está emparentada con un trabajo que se ya se venía realizando desde la época del gobernador De la Sota.
En Córdoba antes de que saliera la ley nacional 26061 de protección integral de los derechos de los niños y adolescentes que es del año 2006, ya habíamos empezado a cambiar. Se lograron dos leyes de protección: la 9052 y 9053 , una judicial y la otra prevencional. Marcaron un cambio en las políticas de niñez de Córdoba y nos llevó muchos dolores de cabeza, pero se empezó a transitar la desjudicialización de la pobreza. Convengamos que los jueces de menores en Córdoba, Argentina, Latinoamérica atienden a los niños pobres. No se judicializa a los chicos de clase media o alta, a esos los atienden los jueces de familia. Entonces la ruptura empezó porque no había ley nacional de protección integral, la ley nacional llega cinco años después. El reconocimiento del interés superior de un niño forma parte de la declaración internacional de los derechos del niño del ´53. Hace más de medio siglo, fíjense lo atrasados que estamos, desde ese punto de vista esta ley llega tarde, aunque es bienvenida.
Ahora hay que apurarse con la penalización, que no sea ha tocado, en eso seguirán actuando jueces de menores y jueces de familia. Pero el mundo ha cambiado y en el sistema judicial hay muchos que ya están para jubilarse, es hora que den un paso al costado y dejen actuar a gente formada de otra manera, en estas concepciones actuales por el bien de los chicos.
¿Por qué la sociedad piensa que la adopción es la salvación para un chico pobre?
La idea de que la adopción por parte de una familia bien es lo mejor que le puede pasar al chico, ha formado un preconcepto que tiene su raíz, primero en la falta de valoración del niño que siempre fue tratado como objeto de derecho y no como sujeto.
El ante año pasado se hizo un congreso de la ONU bajo el título de «El derecho del niño a ser oído», porque nadie lo escucha. No puede opinar, le preguntan veinte veces la misma cosa y mediante esas repeticiones lo inducen, lo llevan, lo engañan, porque en realidad no se está escuchando lo que tiene para decir.
En segundo lugar nunca se valorizó la familia extensa. Supongamos el caso de un niño que en el seno de su familia fue golpeado, cosa que puede pasar en cualquier lugar y en todas las clases sociales. Si el golpeador es el padre, en vez de separarlo de la familia, se separa el niño, lo cual es la primera divergencia. En segundo lugar, esos chicos tienen una abuela, una madrina, el almacenero de la esquina que ve a ese chico crecer desde que nació, al cual el chico también conoce, ése puede brindar un mejor hogar para él. Hay que poner un andamiaje de seguimiento para garantizar la responsabilidad de ese almacenero, por decir alguien del entorno con respecto a ese niño, pero al estar dentro de sus conocimientos, de sus afectos, es mejor que otros.
Todos los que lo quieren adoptar en general están fuera de la realidad social del niño. Chicos de familias carenciadas, de barrios donde vivían todos juntos en una pieza, de repente llegan a un country, con valores diferentes, pero no mejores que los otros, distintos. Esta cuestión del ideario de la familia creada entre la curia y la justicia, padres de la sabiduría latinoamericana, que determinaban «quien es el cristiano que se puede hacer cargo de este indio», es lo que nos ha marcado como sociedad. Por eso hoy se nos hace difícil entender que es el niño el que quiere volver a su hogar, no importa que ahí tenga piso de tierra y tome mate cocido con pan a la noche, ese es su hogar. Por lo que es ese hogar el que hay que mejorar, no sacar el chico y depositarlo en otro lado como un paquete, pensando que se le está haciendo un bien.
¿Cómo comienza tu experiencia cerca de los niños?
Me inicio en el Consejo Provincial de Protección al Menor en 1968 y de ahí me crucé al Pablo Pizurno que era un instituto de menores para hacer alguna práctica de primer año, estudiaba trabajo social. Y ahí me quedé, abandoné la carrera, porque lo que yo quería era estar con los chicos. Con mi título de maestra normal nacional como egresada del IES de aquí de Carlos Paz podía hacerlo. El Consejo nos fue capacitando en la especialidad de Niñez y Adolescencia. En esa época las políticas judiciales de menores eran las que dictaban grandes patronatos que legislaban para toda Latinoamérica con fuerte intervención de los jueces y su óptica moral.Me trasladé al Ricardo Gutiérrez que se instala en esta ciudad y más tarde se llama Residencia Juvenil.
Miro para atrás y, a pesar de estas experiencias que finalmente terminaron bien, en su mayoría, hoy sé que la institucionalización de los chicos es algo que ya no puede funcionar más, yo no lo bancaría más. No hay peor cosa que separar a los chicos de la familia, lo que tengan de familia, que no será lo mismo que antes, pero es lo que hay.
Valeria Flesia