Los buenos tratos en la infancia modelan la forma de ser

Un buen padre o madre es aquella persona que tiene capacidad para cuidar, educar y proteger a sus hijos.
Jorge Barudy es un hombre polifacético y con una gran experiencia en el mundo de la neuropsicología infantil, entre otros aspectos.  Es director de la ONG Exil, una entidad sin ánimo de lucro para la atención médico psico-social para víctimas de violencia de todo tipo y violación de los derechos humanos.

Autor de varios libros, como ‘El dolor invisible de la infancia’ y ‘Los buenos tratos de la infancia’, en su última publicación, ‘Los desafíos invisibles de ser madre o padre’, habla sobre la difícil tarea de ser progenitores y cómo fomentar las competencias innatas que tanto hombres como mujeres poseen para desempeñar esta función.

– En su último libro habla sobre las competencias de los progenitores. ¿Qué entiende usted por un buen padre y una buena madre?

– Un buen padre o madre es una persona con capacidad para aportar cuidados, protección y educación a sus descendientes y que todo ello tenga una calidad que les permita tener un desarrollo sano y que puedan desarrollarse como personas constructivas.

– ¿Esto depende de la personalidad de los padres?

– No. Hasta ahora, lo que se ha podido extraer de los estudios, que es mucho, dice que se produce una especie de amalgama maravillosa entre los recursos de la genética, es decir, recursos biológicos que permiten ser un padre o una madre buenos. Pero desgraciada o afortunadamente, la genética se va modelando con el aprendizaje que aporta la vida, así que podemos decir que hay una potencialidad de que los adultos seamos adecuados con nuestras crías, porque de lo contrario, estas últimas estarían en peligro. Es por ello que un niño bien cuidado, estimulado y educado será un niño o una niña con recursos básicos para ser un futuro padre o madre adecuados, porque lo que se sabe hoy en día es que los buenos tratos a la infancia, especialmente en los tres primeros años de vida, moldean la forma de ser de cada persona, otorgando las bases para desarrollar lo que se llaman las ‘capacidades básicas de la función parental’.

– ¿Sólo depende de esos factores, o de más?

– En realidad esas son las bases para ser una buena persona, porque para ser buen padre o madre, primero hay que ser buena persona y a eso se aprende. La ciencia ha dado la prueba evidente de que es el entorno humano lo que determina si uno es buena o mala persona. Por eso, la tragedia de un niño reside en que crezca en un entorno con un padre, madre o personas de referencia que sean malas personas.

– Entonces, ¿en una familia no cabe la posibilidad de que salgan buenos y malos hijos?

– Se puede dar que exista una tendencia o preferencia hacia un hijo o hija y hacer daño a los otros, pero eso ya es un indicador de que ese progenitor está reviviendo experiencias duras que le tocó vivir a él o ella y que hace que prefiera las características de unos hijos, frente a los de otros. La neurociencia ha demostrado que hay una parte del cerebro que es el sistema límbico, que almacena las emociones y sensaciones desagradables de la crianza. Por eso cuando durante la infancia una persona ha sido rechazada por sus progenitores, eso queda como trauma y cuando esa persona es padre o madre, la presencia de un niño le puede despertar esos traumas y provocar una preferencia hacia unos niños y un rechazo hacia otros, que pueden llevar a actos de maltrato, negligencia afectiva. eso se llaman los ‘traumas no resueltos’. Sin embargo, los que somos suficientemente buenos padres o madres es porque hemos sido bien tratados o si hemos tenido algún tipo de trauma, nos han influido los factores de resiliencia que vienen del entorno social y que han proporcionado una experiencia correctora que hace que esos traumas de rechazo por parte de sus padres se diluyan, y emerja el maravilloso fenómeno de la resiliencia. Es decir, que a pesar de los malos tratos por parte de los padres, no han conseguido hacer daño a sus hijos gracias al entorno social.

– Siguiendo con este tema, se escucha muchas veces decir a los padres: ‘Es que me hace perder los nervios’. ¿Dónde está el límite de los malos tratos?

– En mi último libro hablo precisamente sobre los retos invisibles de ser padre o madre, ya que ésta es una de las labores más complicadas que puedan existir. En este sentido, hay que reconocer que la naturaleza nos ha dado recursos, en el caso de las mujeres la oxitocina, que hace que las hembras hagan todo lo posible por cuidar de sus crías a pesar de estar cansadas. Por su parte, los hombres tenemos la oxitocina, que también nos ayuda a criar a nuestros hijos. Sin embargo, los factores sociales hacen que estos recursos se puedan ver mermados. Véase el caso de una persona que se ve estresada y entonces puede perder los nervios y dar un cachete, perder la empatía..esas serían situaciones de malos tratos coyunturales y puntuales. Por el contrario, y desafortunadamente, el caso peor es cuando un padre o madre ha sido anteriormente maltratado y no ha sabido resolver ese trauma, porque seguramente, produzca malos tratos y sus hijos necesiten medidas de protección.

Predicar con el ejemplo

– Cambiando de tema. A lo largo de su vida, un niño se enfrentará, durante su etapa de socialización con diversos problemas. ¿Cómo les podemos preparar para que se enfrenten a ellos?

– En este caso, predicar con el ejemplo es lo más importante. Un discurso que no va acompañado con un intento de práctica, no sirve para nada. Pero también hay que tener en cuenta que, como cualquier función, la parental está muy influenciada por la sociedad, es por ello que hoy en día es muy difícil ejercer esta tarea.

– La frase típica y tópica de ‘la vida es dura’, ¿conviene transmitirla a nuestros hijos?

– Cuando los padres y madres tienen capacidades para cuidar a sus hijos, la vida no tiene por qué ser dura. Sin embargo, sí lo es cuando las personas abusan del poder y realizan cosas como la desigualdad o las injusticias sociales. La resiliencia, es decir, la capacidad para superar las relaciones traumáticas, se basa en dos pilares: el amor o afecto de las personas de referencia por un lado y la otra, es que los niños y niñas tengan conciencia del mundo que los adultos están construyendo, porque eso les permitirá fortalecerse psicológicamente y hacer las opciones para entrar, o bien en el mundo de la trampa y la ideología que aporta la sociedad neoliberal o bien en el amor por los animales, en fin, amor, y ser solidario con su entorno. Por eso creo que a los niños hay que contarles la verdad.

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