Florencio Escardó, el pediatra
Florencio Escardó es considerado hoy uno de los padres de la Pediatría Argentina. Nació en Mendoza en 1904 y falleció en 1992 en Buenos Aires a los 88 años de edad. Cursó sus estudios en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires graduándose de Médico a los 25 años.
Sus primeros pasos como profesional del arte de curar los hizo en el Hospital Pediátrico “Dr. Ricardo Gutiérrez” de la misma ciudad. Durante toda su carrera, ejerció la docencia universitaria llegando a ser Titular de la Cátedra de Pediatría y Decano de la Facultad de Medicina de la UBA. Escribió gran cantidad de obras médicas, la mayoría dedicadas a las enfermedades infantiles y a la conformación familiar, poniendo el acento en los aspectos emocionales y psicosociales de la Pediatría.
Médico creativo, innovador y polémico que motivó acalorados debates en los ámbitos hospitalarios y académicos. Valoró el trabajo interdisciplinario del médico junto a psicólogos y trabajadores sociales, contribuyó a la creación de la primera Residencia en Psicología en el Hospital de Niños, y, a través de su actividad como periodista, poeta y escritor, predicó sus concepciones sobre la humanización de la Medicina.
Su trabajo alcanzó también la educación para la salud y la prevención, a través de clases, charlas, escritos, revistas y programas de televisión dirigidos a la comunidad, en especial a las familias. Fue también autor del guión para el filme “La cuna vacía” (1949), que narra la vida de otro gran pediatra argentino, Ricardo Gutiérrez; asimismo se vinculó a importantes figuras de la literatura, como Conrado Nalé Roxlo y Jorge Luis Borges. En los últimos años de su vida, fue declarado Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires.
La idea revolucionaria de Escardó
Apenas iniciado como médico, Escardó pudo observar, alarmado, que los niños eran internados en el hospital sin sus madres. Desde entonces, inclinó su carrera interesándose por el contexto socioemocional del paciente para revolucionar la Pediatría proponiendo al ámbito hospitalario y científico que la internación sea conjunta.
Los trabajos de diversos profesionales europeos sobre el hospitalismo y su interés por el vínculo madre-hijo abonaron el terreno que lo llevaría a instituir finalmente la internación de la madre junto al niño como condición necesaria. Resistida y criticada por algunos sectores del Hospital por los “inconvenientes” que traería a médicos y enfermeras, la internación conjunta se comenzó a implementar, con fuertes resistencias, en 1958- 1959.
Resistencias que tenían que ver con temor del sector del cuerpo médico a ver observadas sus conductas y acciones, de este modo su desempeño quedaría expuesto a las miradas de las madres de los pacientes internados en la sala. El temor de ser observados y juzgados era a base de la oposición. No obstante, la experiencia avanzó sustentada en los trabajos de René Spitz (médico y psicoanalista norteamericano, 1887-1974) y John Bowlby (psicoanalista inglés, 1907-1990).
Todo niño que llegaba a la consulta o era internado, era recibido por un pediatra y un psicólogo, quienes realizaban una entrevista conjunta. El espíritu del equipo que asistía era considerar al niño con una visión integral, donde las variables ambientales y sociales se tuvieran en cuenta como parte de su enfermedad y por ende, para la restitución de la salud. Recordando sus primeras intervenciones médicas en el hospital y analizando los resultados de su innovador trabajo, Escardó describe, por primera vez en nuestro país, el cuadro nosológico “Hospitalismo”.
Hospitalismo
En 1945, René Spitz describió el hospitalismo como “…aquel estado de alteración profunda, física y psíquica, que se instala progresivamente en los niños muy pequeños durante los primeros dieciocho meses de vida, si son abandonados o permanecen durante un lapso prolongado en una institución hospitalaria”.
El factor principal de esta condición era la privación de un vínculo afectivo fuerte, especialmente el vínculo con la madre, debido a la institucionalización.
“El hospitalismo…” escriben Escardó y Giberti en 1964 “…es, pues, la organización institucional de la carencia afectiva”. Ambas definiciones hablan de las consecuencias de la privación de los vínculos afectivos sobre la psiquis humana. También de la ingerencia institucional en el desarrollo del cuadro médico evidenciado por el deterioro físico y mental de las personas internadas por lapso prolongado. Lo que Spitz, Escradó y Giberti describieron entonces puede aplicarse, hablando ahora del alcoholismo, a los cuadros que desarrollan estos seres humanos en los hospitales neuropsiquiátricos o instituciones del campo de la salud mental (instituciones especializadas les llaman también) a donde muchos, en nombre de la salud, van a parar.
Más 40 % de las camas de los hospitales neuropsiquiátrico en nuestro país son ocupadas en forma crónica por personas con este padecimiento. Estamos hablando de internaciones que van mas allá de lo necesario, científicamente hablando y que durante esa permanencia, progresivamente, se va perdiendo la posibilidad del vínculo afectivo, no solo con la familia o los amigos, sino también con el lugar a donde se pertenece, sus olores, sus colores, sus paisajes, todo ello el mundo interno que forma parte de cada individuo. Su familia, la comunidad de donde esa persona es (el barrio, la ciudad), participes necesarios en el proceso de enfermar (nadie enferma solo o porque quiere), también pierden porque pierden la posibilidad de reparar y ayudar a ese integrante a restituir la salud y valorarse en esa actitud solidaria.
Por otro lado, el hospital, depositario de estas personas, pasa a ser la organización institucional de la carencia afectiva, tal como lo afirma el mismo Escardó, donde no solo enferman los allí alojados sino también el personal que en él se desempeña.
En contrapartida de ello, es posible organizar dispositivos terapéuticos como parte de hospitales hospitalarios, valga la redundancia, donde ayudar a curar y prevenir este sufrimiento humano. Seguramente Escardó estaría orgulloso de saber que en su país, los GIA, creados por otro médico argentino, el Dr. Jorge Luis Pellegrini, en más de 100 hospitales públicos a lo largo y ancho de la patria, habilitan diariamente espacios donde no tiene cabida el hospitalismo. Por ello…. ¡Salud Don Florencio Scardó!
Dra. Claudia Inés Villafañe
Médico de Familia.
Equipo de Coordinación G.I.A. – Hospital Regional de Río Gallegos.
Coordinadora Programa Provincial de Salud Mental.