Adopción internacional sin consecuencias psicológicas

La capacidad para sobreponerse a experiencias dolorosas, la labor de las familias adoptivas y la educación son claves para los niños adoptados en otros países

En general, las adopciones internacionales no suponen un obstáculo para la adaptación desde el punto de vista psicológico, salvo para los niños que provienen de países de Europa del este. No obstante, los pequeños no salen indemnes de su experiencia en una institución u orfanato. Cuanto más tiempo hayan estado en un entorno residencial, es más probable que tengan problemas en distintas áreas del desarrollo, si bien con las herramientas adecuadas se pueden contrarrestar los efectos adversos de sus vivencias preadoptivas.

Cada año, 4.000 familias españolas adoptan un niño en el extranjero. Muchos de estos progenitores se preguntan cómo se adaptará su hijo a la nueva realidad. Hasta ahora, algunos estudios habían detectado que, tras una adopción internacional, los niños tienen mayor probabilidad de padecer problemas académicos, de comportamiento, hiperactividad y baja autoestima. Sin embargo, nuevas investigaciones aportan resultados mucho más positivos y alentadores.

Resiliencia, familia y educación

Es el caso de un reciente estudio efectuado por Natàlia Barcons, Albert Fornieles y Carme Costas, de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), y publicado en «The Spanish Journal of Psychology». Este trabajo ha analizado las conductas de acomodación de 55 pequeños de entre 6 y 11 años procedentes de China, Nepal, Bulgaria, Rusia, Ucrania, Colombia, Guatemala, Haití, Perú y Etiopia, y ha comparado los resultados con los de un grupo control, formado por 44 niños no adoptados.

Aunque se tendrá que proseguir la investigación, su resultado ha sido significativo e indica que, en general, estos menores no tienen más problemas que el resto de niños, destaca Natàlia Barcons, investigadora del grupo AFIN (Adopciones, Familias e Infancias), vinculado a la UAB, y del Departamento de Psicología Clínica y de la Salud de la UAB. Esto es así gracias a la capacidad de los niños para sobreponerse a experiencias de dolor emocional y traumas (o resiliencia), a la labor de las familias adoptivas y a la educación, que contrarresta las vivencias adversas del periodo preadoptivo.

Para que se adapten bien es fundamental explicarles su historia previa, no borrarla e integrar su cultura de origen en la vida familiar. En el caso de las «adopciones visibles» -con rasgos de otras razas-, es evidente que los nuevos progenitores deben hablarles de sus orígenes en algún momento. El peligro es que los padres que adoptan a niños de su mismo grupo étnico les oculten su origen, ya que puede generarles ansiedad, según información de Barcons.

Habilidades adaptativas y somatización

Las habilidades adaptativas son todas las relativas a la capacidad del niño para acomodarse a los cambios y transiciones. Todo ser humano debe hacer frente a una continua adaptación. En el caso de los más pequeños, estas habilidades se ponen a prueba ante distintas situaciones. Barcons cita algunos aspectos que hay que tener en cuenta: ¿Cómo reacciona el niño frente a la frustración? ¿Tiene una baja tolerancia a la frustración? ¿Dificultad para autorregularse? ¿Y para mantener relaciones interpersonales y sociales?.

En el estudio de la UAB, solo los niños de los países del este (Rusia, Bulgaria y Ucrania) muestran menos habilidades adaptativas en general, más problemas de conducta, atención, depresión y habilidades sociales más deficitarias, con probabilidad, porque en esos países la prevención en el embarazo es menor y las madres tienen más hábitos tóxicos (como el consumo de tabaco y alcohol), señala Barcons. Por género, no se han hallado diferencias, aunque según los resultados de otros estudios, son los varones quienes tienen más problemas de adaptación.

Otro hallazgo interesante es que los niños adoptados tienen menos problemas de somatización que los no adoptados. La somatización es la tendencia a quejarse con un síntoma físico del padecimiento de un conflicto psíquico. Un ejemplo de ello es sentir dolor de barriga cuando se está nervioso.

El talón de Aquiles: la institucionalización

La institucionalización, en cambio, sí constituye un factor negativo. Cuanto más tiempo se haya permanecido en una institución u orfanato, más probable es que se sufran problemas de adaptación. «Por un lado, debemos informar a las familias de que los niños tienen un pasado que puede afectarles y, por otro, desde el punto de vista legal y de tramitaciones, recordar que atrasar los plazos y dejarlos más tiempo en una institución también tiene un peso importante. En las diligencias internacionales, estos trámites dependen tanto de la legislación española como de los países de origen», explica la especialista.

Falta información en los países receptores y hay que intentar presionar a los de origen para que envíen a los niños antes, según Barcons, quien afirma que, para las familias adoptantes, «es muy importante que los países o instituciones de procedencia les aporten la máxima información sobre el periodo preadoptivo. Cuanta más, mejor». Anima a que, ante la menor sospecha de algún problema adaptativo, se consulte a un psicólogo.

Familias de acogida

Las familias de acogida son una solución para lograr una buena adaptación de los niños sin padres. La legislación española ya señala que es preferible que los pequeños de cero a seis años estén en el seno de una familia, antes que en una institución. Frente al entorno residencial, este ambiente permite que los niños pequeños sean capaces de crear relaciones y un vínculo afectivo con los padres de acogida.
Además, «en el seno de una familia, los niños aprenden a establecer vínculos afectivos, expresar sus emociones y autorregularse. La atención que se dispensa siempre es más personalizada y atenta con sus aspectos emocionales, mientras que las instituciones, debido a la masificación, no lo permiten», explica Barcons. Una vez que finaliza el periodo de acogida, el niño puede relacionarse de manera más fácil con sus padres adoptivos, respecto a otro que no haya experimentado nunca una vinculación afectiva.

Clara Bassi
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