Los jóvenes agradecen que alguien les ponga límites
Cien horas de clases de informática a un joven que había atacado varias empresas, otras cien de servicio a la comunidad patrullando junto a un Policía Local para otro que conducía sin permiso, visitas a la planta de traumatología de Granada a otro que llevaba su ciclomotor sin seguro…
Convencido de que la mayoría de los sentenciados no son delincuentes sino que necesitan otra oportunidad, son algunas de las condenas ejemplarizantes que el juez de Menores de Granada ha impuesto.
¿Cuántas oportunidades se le pueden dar a un joven?
El límite está en que no puede haber ningún menor -y tampoco ningún mayor- que diga que el Estado no le ha dado una oportunidad. Tenemos chavales que cometen delitos pero no son delincuentes, hasta un 80%. El problema es que hoy se ha judicializado todo. El otro 20% tiene perfil de delincuente. Cuando estás ante uno de esos, lo principal es conocer la historia que tiene detrás porque hay casos en los que no les queda otro remedio que ser chorizos porque, de no serlo, hubieran sido unos santos en el entorno que les ha criado.
Y esa filosofía da resultados.
¡Muy buenos! Pero, por desgracia, te llega un caso como el de Marta del Castillo y hace mucho daño. Pero, en general, la Ley del Menor está favoreciendo buenos resultados y estamos evitando que muchos menores pasen a la jurisdicción de adultos. El rendimiento es bueno. En Andalucía, el 70% de los chicos que pasan por centros de internamiento no reincide, y el 80% de los chavales, mientras ejecutan medidas alternativas, tampoco.
Entonces, ante la sensación de sobreprotección al menor, ¿es necesario reformar la Ley o aplicarla con ese sentido común?
Hay que aplicar lo que establece la Ley con sentido común y proporcionalidad. Del 20% que tiene perfil de delincuente, la mitad es carne de cañón, haya Ley o no haya Ley. Se critica mucho la Ley del Menor, pero está teniendo buenos resultados aunque, por desgracia, siempre vamos a tener un 10% que es carne de cañón. Pero también habría que saber qué pasa con la justicia de mayores: habría que hacer el estudio de cuántos de los que pasan por la de menores acaban llegando a la de mayores y cuántos de la de mayores se reinsertan.
¿Ha habido casos en los que le haya costado dictar una sentencia ejemplarizante?
Sí. Ha habido muchos éxitos y también muchos fracasos. Con el tiempo vamos teniendo más recursos y obtenemos más éxitos. Cuando entré en 1988, el 90% de los casos era fracaso, cuando ahora estamos en un 80% de éxito. Pero no es cuestión mía: es porque hay más medios y recursos, más educadores, es paciencia, es suerte. También han cambiado las circunstancias: por ejemplo, la droga no tiene las consecuencias que conllevaba la heroína.
¿Hay casos que le desesperen porque no encuentra solución?
Esos que son carne de cañón, sin posibilidad de hacer nada. Mi experiencia más dura fue, a principios de los 90, encontrarme en el transcurso de los años con alguno de aquellos primeros choricillos de 14 que tuve, que ya eran drogadictos, y que con veintitantos me pedían permiso para morir en casa por el sida. Gracias a Dios, ya no hay casos de estos. No todo son éxitos, pero hay que tirar para adelante.
¿Algún caso que le satisfaga?
¡Muchos! Tengo personas que he condenado por homicidio y que hoy me saludan por la calle, gente que ha cometido una o dos equivocaciones y que han echado para adelante y con la que me tomo unas cervezas de vez en cuando. Son chavales que, gracias a las medidas que se han adoptado, hoy son universitarios, tienen trabajo, etc. porque no eran delincuentes. ¿A ver quién no ha cometido un delito de pequeño?
Usted aparenta un juez ‘profesor’. Ante el eterno debate de quién debe ser el responsable de la educación, ¿qué le dicen los jóvenes tras cumplir la sentencia?
Agradecen que alguien les haya puesto límites. Después del paso del franquismo a la Democracia, hemos vivido una época en la que muchos padres querían ser amigos de sus hijos. Y no es así: yo tengo que ser el padre de mis hijos. Y en muchos casos, los jóvenes perciben que nadie les había puesto límites en su educación.
¿Siente la presión de ser ejemplo ante la sociedad?
Como yo hay muchos jueces haciendo un gran trabajo, pero a mí me ha tocado la suerte de la fama. La asumo con el objetivo de dar ejemplo e invitar a la reflexión.
Ernesto Pascual
www.larioja.com