Los pequeños perfeccionistas
Hay niños que no soportan salirse un milímetro cuando colorean y que se frustran cuando las cosas no les salen exactamente como desean. ¿Por qué reaccionan así? ¿Cómo podemos ayudarles a tomarse las pequeñas contrariedades con más calma?
Esforzarse por hacer las cosas cada día mejor no es malo, pero la obsesión porque todo sea perfecto produce mucha frustración y mucho sufrimiento. Hay niños que reaccionan con una rabia inusitada porque se les dobló una esquinita de su dibujo o que reclaman constantemente señales de aprobación a cada paso que dan. Se ponen contentísimos cada vez que les felicitamos por algo que han hecho bien, y al mismo tiempo se hunden en la tristeza o el enfado cuando sienten que «no han dado la talla».
En el encuentro «Jóvenes Globales: Generaciones Globales», Jennifer Jue-Steuck (californiana de 30 años adoptada en China) comentó que ella, al igual que muchas otras personas adoptadas, habían sido niños y adolescentes perfeccionistas. Incluso en la edad adulta, contaba que su primera reacción ante cualquier pequeño fallo era de una gran decepción. En su opinión, como en la de la bibliografía especializada, este rasgo se relaciona con el miedo al rechazo y al abandono.
Esa necesidad de ser perfecto siempre está en relación directa con la autoestima. Aunque sea de forma inconsciente, su perfeccionismo se relaciona con la idea de que, si no lo hacen bien, tal vez dejen de quererlos y aceptarlos. Por eso intentan ser siempre «el que más» lo que sea, o pierden la calma al menor tropiezo. No es un pensamiento elaborado, es una idea difusa que responde a sus vivencias: puesto que en el pasado se sintieron abandonados por las personas que eran importantes para ellos, temen volver a perder el cariño y las relaciones si no las saben mantener.
En sus pequeñas (y a veces aparatosas) crisis, de poco sirve intentar razonar con él. Su rabia y su dolor no se corresponden con el hecho en sí, por lo que centrarnos en quitarle importancia a que la tarea no les ha salido impecable no les ayuda demasiado en ese momento. Necesitan que les ayudemos a sentirse seguros y queridos, y entender que son apreciados y valiosos aunque, como a todos, no siempre les salga todo perfecto.
-Hazle saber que entiendes su sufrimiento. Si te empeñas en restarle importancia a lo que aparentemente lo causa, no conseguirás disminuirlo, sino que se sienta solo e incomprendido. «Es muy frustrante cuando uno se esfuerza y no le sale como quería» es una manera de hacerlo.
-No lo dejes de lado «hasta que se le pase». A veces no es fácil porque, en su desesperación, se muestran muy ofuscados y ariscos, pero ofrécele consuelo y ayúdale a cambiar su ánimo hacia otro más positivo. Un abrazo seguido de una sesión de mimos y risas actúa como un bálsamo sobre su dolor.
-Busca otros momentos de tranquilidad y buen rollo para explicarle que es normal que las cosas no salgan a la primera y para dejarle claro que siempre lo vas a seguir queriendo.
-Conviértete en la memoria andante de sus éxitos y sus superaciones. Recuérdale lo mucho que le frustraba no saber andar en bicicleta o atarse los cordones, o cualquier cosa que le parecía imposible lograr y que hoy tiene completamente dominada. Recordar esos momentos le ayuda a tomar perspectiva y a verse a sí mismo como alguien capaz de superar las dificultades.
Beatriz San Román
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