Hablan los hijos de donantes de esperma
Sólo hay cuatro cosas que Alana Stewart sabe de su padre: que él tiene el cabello rubio, ojos azules, un título universitario, y el número 81 que le asignaron en el banco de esperma al que él le vendió la mitad del código genético de Alana.
Ella es una de los estimados 30.000 – 60.000 niños concebidos cada año en los Estados Unidos a través de la donación de esperma. Ella misma ex donante de óvulos, Alana es ahora una fuerte crítica de la práctica, a la que denomina “el violento acto de compra y venta de un niño”.
Su historia, ofrecida en el documental Anonymous Father’s Day (Día del Padre Anónimo), una película producida en los Estados Unidos de América, a punto de ser presentada, se está convirtiendo en algo cada vez más común. Muchos de los niños concebidos a través de la donación de esperma ya son adultos, y algunos de ellos están hablando en contra de la práctica que los trajo a la existencia.
Sus historias están revelando que la experiencia de ser un niño concebido gracias a donantes no es lo que muchos defensores de la tecnología esperaban que fuera. Se pensaba que esos niños pensarían en el hombre casado con su madre como su padre y de sus padres biológicos como el hombre que se masturbó en un banco de esperma y que alejó con un cheque de $ 75. Pero de acuerdo con Alana, eso no es tan simple.
“La ausencia del padre biológico es imposible de ignorar, porque es imposible pasar por alto su presencia – cuando uno vive en una versión de su cuerpo y piensa en una versión de su cerebro”, le dijo a LifeSiteNews/Notifam. “No sólo me siento muy separada de mi padre, sino de todos mis parientes paternos”.
Jennifer Lahl, la directora del documental, dice que lo creó para dar voz a personas como Stewart, cuyas preocupaciones son pasadas por alto con demasiada frecuencia en un debate que tiene profundas implicaciones para sus vidas e identidades.
“Todos estábamos preocupados principalmente respecto a las personas que quieren un bebé, respecto a la forma en que podemos ayudar a las personas que quieren tener un bebé”, observó Lahl. Pero, continuó ella, es necesario que los futuros padres y los responsables políticos piensen en “las grandes implicaciones de la tecnología reproductiva”.
Para Stewart, esas implicaciones han incluido una sensación de abandono por parte de su padre biológico y una relación difícil con el hombre que la crió.
En la película de Lahl, ella recuerda cómo fue ser criada por su madre y el hombre al que se refiere como “el primer marido de mi mamá”. Hubo un contraste notable entre su relación con Alana y su relación con la hermana adoptiva de Alana.
“Él se imaginó el objetivo de criar (a mi hermana), se sintió como su padre”, relata ella. “En mi caso, mi relación biológica con mi madre sólo enfatizó lo que yo no tenía en común con él”.
Cuando el matrimonio se vino abajo, Alana recuerda que él luchó por la custodia de su hija adoptiva, pero no de Alana.
Barry Stevens, otro de los entrevistados de la película, tiene para contar una historia similar. Stevens no supo que fue concebido a través de un donante de esperma hasta que falleció el hombre que él creía que era su padre biológico. Él dice que inclusive antes de la revelación, él y su hermana habían notado que algo andaba mal.
“Tenía la sensación que él realmente no se sentía como mi padre”, explicó Stevens. “Y mi madre confirmó más tarde eso. Había un gran secreto en la familia, pienso que eso nos hizo daño”.
La crisis de identidad que esta situación provocó en Stewart y Stevens es probablemente un problema común en los niños concebidos por donantes.
En My Daddy’s Name is Donor (El nombre de mi papá es Donante), un informe publicado el año pasado por la Comisión sobre el Futuro de la Paternidad y la Maternidad (Commission on Parenthood’s Future) en los Estados Unidos, se publicó una encuesta realizada entre los adultos jóvenes concebidos por donación de esperma y se compararon sus respuestas con las de sus pares criados por padres adoptivos y por padres biológicos.
El estudio encontró que el 43% de los hijos de donantes, comparado con el 15% de los niños adoptados y el 6% que fueron criados por los padres biológicos, estuvieron de acuerdo con la siguiente afirmación: “Me siento confundido sobre quién es un miembro de mi familia y quién no”.
Por otra parte, el 48% de los hijos de donantes comparados con sólo el 19% de los niños adoptados estuvo de acuerdo: “Cuando veo a amigos con sus padres y madres biológicos, eso me hace sentir triste”.
Según Lahl, las diferencias entre hijos adoptivos y los niños concebidos de donantes no deberían ser sorprendentes.
“En el caso del hijo adoptado, hubo alguna razón por la que un padre no pudo mantenerlo”, señaló ella. “Lo contrario ocurre con la persona concebida por un donante, en tanto alguien entregó una parte de su cuerpo, sus óvulos o sus espermatozoides, sin pensar que era su hijo”.
Sorprendentemente, el informe también encontró indicios de una correlación entre la concepción de un donante de esperma y el fracaso del matrimonio.
El 27% de los padres de hijos de donantes están divorciados, en comparación con sólo el 14% de los padres de los hijos adoptados. El número de matrimonios con hijos de donantes que fracasa es sólo ligeramente superior a la tasa de fracaso de un matrimonio con hijos biológicos: un 25%. Pero como señala el estudio, la comparación con los padres adoptivos es más significativa porque la mayoría de las parejas no tienen en cuenta la tecnología de la fertilidad o la adopción hasta más tarde en la vida, cuando los matrimonios tienden a ser más estables.
Para Stewart, el hallazgo es consistente con su propia experiencia. “Las madres pueden decir cosas como ‘Bueno, de todos modos no es tu hijo’. El padre permanece constantemente inseguro sobre su lugar y rol en la familia”, dijo ella.
Añadió que recurrir a la donación de esperma o de óvulos para concebir un hijo puede ser evidencia de una actitud “materialista” por parte de la pareja.
“Son personas que tienen dificultades para aceptar no tener algo y con frecuencia ponen sus propias necesidades antes que las de otros (es decir, su necesidad de tener un hijo antes que la necesidad de un niño de tener su padre / madre), y a menudo estas personas fracasan en el matrimonio”.
A pesar de la angustia que muchos niños concebidos por donantes atribuyen a las circunstancias de su concepción, el informe encontró que la mayoría, el 61%, todavía apoya esa práctica.
“Yo lo llamo la donación de valor. Es lo que me llevó a vender mis propios óvulos”, dice Stewart. “Hay un nivel desviado de apoyo entre las personas concebidas por donantes que aprueban la práctica, principalmente porque están repitiendo de modo mecánico los valores de sus padres, tienen miedo de ser repudiados si rechazan esos valores, y no han tenido el tiempo, el espacio y la inspiración para seguir reflexionando sobre ello”.
Pero el 40% restante están hablando cada vez más. Stewart ha fundado un sitio web, anonymousus.org, que proporciona un foro donde todos aquéllos cuyas vidas han sido afectadas por la concepción de donantes pueden lidiar con los problemas que ésta última plantea.
Lahl dice que ella espera que la película facilite un diálogo similar, tanto en ámbito público y en la legislatura.
Ella dice que existe la necesidad de examinar las “implicaciones políticas” que deben plantear estas preocupaciones, ya que “ahora mismo, en los Estados Unidos de América, todo vale, más o menos. Si se tiene dinero, se puede pagar el médico y el laboratorio para hacer lo que se quiera”.
Christine Dhanagom
Traducción. José Arturo Quarrachino
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