Carlos y sus dos mamás

Vivió 32 años sin saber que era adoptado y que lo habían rescatado del tráfico de niños. Al recuperar su expediente, comprobaron que una veintena de chicos riocuartenses habrían sido vendidos en el país y en el exterior.

«Mamá: te presento a mamá», dijo Carlos, el día de su 33° cumpleaños. Hace apenas meses que descubrió que su vida es de película. Y está empeñado en asegurarse un final feliz.

El 28 de octubre de 1979, en Río Cuarto, una joven de 14 años, embarazada por su patrón, dio a luz en la Maternidad. Alguien sacó al bebé escondido en una sábana: el médico Víctor Ruiz lo iba a vender, como quién sabe a cuántos otros.

Don Calderón había visto sufrir mucho a su mujer mientras se sometía a tratamientos infructuosos para tener un hijo. Ruiz le ofreció una criatura, pero cuando se decidió a aceptar, el precio era inalcanzable para él.

Con la frustración a cuestas, recordó a conocidos de Tribunales, a los que les solía llevar combustible para las estufas. Cuando fue a presentar una denuncia, una secretaria le contó que Ruiz era “un conocido médico ‘abortero’ al que hacía rato le querían echar el guante”. Ruiz fue detenido.

Finalmente, el matrimonio Calderón pudo adoptar legalmente. No querían a otro más que a ese niño que habían estado a punto de comprar. El juez Oscar Boni le hizo dos recomendaciones a Calderón: que le dijeran al niño su origen, lo que nunca se atrevieron a hacer, y que se cuidaran, porque Ruiz y su grupo eran peligrosos.

Más de 20 años después, en 2011, movilizado por historias locales de jóvenes que buscan a sus padres, el ex policía Alfredo Leban movió el avispero que había estado tapado casi tres décadas. Reveló públicamente que una noche rescataron a un bebé de la casa de Ruiz y que al médico le secuestraron una libreta en la que había datos de niños vendidos en el país y en el exterior. A pedido del asesor letrado de Tribunales René Bosio, el fiscal de turno, Julio Rivero, resucitó el expediente. Así fue como la historia de Carlos dejó claro que hubo tráfico de niños en Río Cuarto. Y datos de una veintena de casos que aún hoy resta esclarecer.

También quedó en evidencia que la causa Ruiz estuvo “cajoneada” durante años. Entonces, inexplicablemente, pese a las claras pruebas en su contra, el médico enseguida recuperó la libertad, nunca fue juzgado, y luego murió.

Vivían a 300 metros.

Los delitos prescribieron, pero sobrevive el derecho de cada bebé a la identidad. El fiscal Julio Rivero primero ubicó a Lidia Quevedo, aquella mamá adolescente. “Mi madrastra me había llevado con ese doctor. Yo tenía 14 años; fue todo una cosa muy fea. Sólo recuerdo que estaba con panza y salí sin panza. Con todo el problema de la Policía, a los dos días me llevaron al hospital porque se me había hecho una infección y casi me muero”, recuerda Lidia.

A veces el tiempo no hace que las cosas pasen; se presenta como una red que todo lo une. Aquel bebé, Carlos Felipe Calderón, ya es padre de una nena de 3 años. Cuando lo mandaron llamar de Tribunales, estaba trabajando en su taller de motos de barrio Alberdi. “Yo no entendía nada. El fiscal me hablaba de un psicólogo, de si podía venir mi mujer para contenerme. Al final, me contó la historia de una chica de 14 años a la que un médico le sacó una criatura, que fue dada en adopción. Y que esa criatura era yo. ¡Pero yo no sabía que era adoptado!”, explica.

Pocos días después, Carlos y su madre biológica se abrazaron por primera vez. El joven también conoció a su media hermana Rita, quien siempre lo buscó. “Se parecía a mí, con pelo largo. Ahí me quebré…”.

Lo increíble es que Lidia y Rita siempre vivieron apenas a tres cuadras de la casa de los Calderón. Enseguida, Carlos quiso saber quién era su papá. “El hombre ya falleció, pero resultó que tenía el mismo apellido de mi esposa. Así que me presenté en la casa de la viuda. No lo podía creer, pero me vio parecido a él. Por suerte no es pariente de mi mujer, nada que ver. Me atendió bien y le agradezco que me diera una foto de mi papá”, dice Carlos.

Por primera vez, este año, madre e hijo pasaron juntos un Día de la Madre. “Le pedí permiso a mi otra mamá, porque con ella ya he pasado 32 años. Espero que no se ponga celosa. Yo estoy bien, porque pude reunir a todos en mi cumpleaños y en el cumpleaños de mi nena. Es todo muy fuerte. Quiero que sepan que no estoy enojado con nadie. Los entiendo y me entiendo más a mí ahora, porque siempre sentí que me faltaba algo”, expresa, con la mano apoyada en el pecho.

A raíz de este caso, unas 25 personas se han acercado a los Tribunales de Río Cuarto para tratar de dilucidar su verdadero origen.

Denise Audrito

La Voz
Argentina

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