El postergado derecho a tener familia

El número de adopciones nacionales es mínimo frente a la elevada cantidad de niños, niñas y adolescentes que viven en hogares dependientes del Estado y de otras entidades.

Dos mil ciento cincuenta niños, niñas y adolescentes que viven en albergues de Cochabamba aguardan ejercer su derecho a ser parte de una familia, pero por diversas razones ese derecho no se cumple.

Entre las causas para tal vulneración está, en primer lugar, el abandono de padres y madres a hijos e hijas. Además, falta de una cultura de adopciones en Bolivia. Otro de los problemas está en los engorrosos trámites en los juzgados y la burocracia a la que tienen que someterse las parejas interesadas en adoptar a un niño o niña. A esto se suma que los documentos de los niños, niñas y adolescentes no están listos para las adopciones.

Se debate una propuesta de reforma del Código del Niño, Niña, Adolescente que incluye modificaciones sobre adopciones y otros, pero la norma aún no fue aprobada. La “Red por mi derecho a tener familia en Cochabamba” presentó algunas sugerencias para mejorar esa ley.

Hay una veintena de familias que participan de las actividades de la Asociación de Padres Adoptivos y su representante, Celia Jordán, informa que más de un centenar de familias tienen hijos e hijas adoptivos en el departamento. Ellas son la prueba clara de que la adopción funciona.

El Servicio de Gestión Social (Sedeges) reporta que hay alrededor de cinco o seis solicitudes de adopción al mes, pero no todas culminan favorablemente. La cifra es pequeña frente a la cantidad de personas que están en los hogares y a la saturación que hay en algunos de ellos.

La situación de los niños, niñas y adolescentes albergados en hogares es triste, en especial en épocas como la Navidad. Reciben obsequios y algunas atenciones de entidades solidarias, pero ninguna de esas ofertas responde a su verdadera necesidad de afecto permanente y de seguridad.

Una joven que creció en un albergue en Cochabamba reveló que sólo el 5 por ciento de los niños, niñas y adolescentes de hogares culmina estudios profesionales. Los demás salen inermes para defenderse en la vida. Y es que la alimentación, la vestimenta y la educación formal que reciben es insuficiente para que la persona se desarrolle íntegramente.

El abandono que niños y niñas sufren de sus padres, se repite en la institución que los alberga. El constante cambio de personal hace que los niños, niñas y adolescentes carezcan de un referente que les dé seguridad. Luego está la forma de trabajo por “etapas” a las que los niños y niñas acceden, de acuerdo a su edad. El cambio de una etapa a otra causa retrocesos en su aprendizaje y desempeño. También se cuestionan los métodos, estrategias y proyectos institucionales que no están enfocados en las necesidades de los niños, niñas y adolescentes. Algunos albergues cambiaron el trabajo por etapas y ayudan a los adolescentes a que definan su proyecto de vida. Es un avance, pero la meta es que la mayor parte de los niños y niñas ejerza su derecho a tener familia.

Para ello se requiere una mayor voluntad política de las autoridades encargadas de la defensa de la niñez. El pedido no es reciente, pero pasan años sin que aumenten los índices de adopciones nacionales o haya una mayor presión de familias interesadas en la adopción para que se agilicen los procesos de adopción.

Hace falta mayor sensibilización sobre la problemática de la institucionalización de niños, niñas y adolescentes, así como sobre la adopción. Es una responsabilidad ciudadana contribuir a que se respete del derecho del niño, niña y adolescente a desarrollarse en un ambiente familiar. Además, se tiene que transformar la sociedad para que no haya abandono de la niñez.

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