Lazos de afecto

Mónica Tarducci no puede con su acendrada cinefilia y en plena entrevista se entusiasma al citar a Mike Leigh y Ken Loach, directores ingleses que a través de films como Secretos y mentiras y Ladybird, Ladybird trataron con suma sensibilidad cuestiones relativas a la adopción, desde diferentes situaciones de vida.

Prestigiosa antropóloga, docente e investigadora de la UBA, directora de la maestría en Estudios de Familia en la Universidad de San Martín, coordinadora académica de la maestría Poder y Sociedad desde la Problemática de Género, Tarducci ha publicado artículos y dictado numerosos seminarios de grado y posgrado sobre antropología del parentesco y movimientos de mujeres, entre otros temas.

En la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA es directora del proyecto Politizando la vida cotidiana: género, sexualidad y parentesco en la Argentina contemporánea, que estudia las actuales movidas (el debate por el derecho al aborto, las luchas de las lesbianas, los cambios de parentesco en familias adoptivas, monoparentales, de gays, así como el tratamiento judicial de los problemas de familia).

Fruto de la investigación de campo que con su equipo realizó en Misiones, Mónica Tarducci escribió el libro La adopción. Una aproximación desde la antropología del parentesco, publicado recientemente por Librería de Mujeres Editora, que desmonta algunos mitos en torno de la adopción en el norte del país, en zona fronteriza. Asimismo, este trabajo replantea discusiones respecto del parentesco, analiza asuntos legales, se aproxima a las mujeres que adoptan y a las que dan sus hijos e hijas en adopción, a la vez que actualiza el valor de conceptos como identidad, cultura, búsqueda de orígenes.

“Tanto quienes promueven cambios en la nueva ley de adopción como las organizaciones de padres y madres adoptantes parecen pensar que la pobreza es el único motivo para dar un hijo en adopción”, subraya Mónica Tarducci.

“Obviamente que determinadas carencias inciden y que en la adopción siempre hay una circulación de niños de abajo hacia arriba, en sentido ascendente social y económicamente. Esto sucede dentro de las familias de un mismo país, y también entre países: es decir, los países pobres dan niños en adopción a los países ricos. Entonces, el tema de la pobreza es muy importante, pero asimismo hay que poner en cuestión otras carencias. Por ejemplo, preguntarnos qué acceso tienen estas mujeres que dan sus hijos a una educación sexual integral, a recursos anticonceptivos. Porque en un país donde el aborto es un delito y donde las políticas públicas progresistas son boicoteadas en muchas provincias que no acatan la ley, las mujeres pobres no tienen demasiadas alternativas”.

¿Los embarazos no deseados pueden derivar en dar el hijo o la hija en adopción?

Es una posibilidad. Al no cumplirse el Programa de Educación Sexual Integral ni la ley que dice que todas las mujeres deben tener acceso a anticonceptivos, ellas no pueden elegir si quieren o no quedar embarazadas. O sea que el problema es más amplio: a la pobreza hay que sumar este tema del boicot a programas y leyes que impide la libre decisión de las mujeres. Tampoco se suele tener en cuenta que hay embarazos no deseados producto de una violación, dentro o fuera del matrimonio.

Hay una frase contundente que pronuncia una entrevistada en tu libro: la clase media opta por el aborto, los pobres por la adopción.

Sí, me la dice una abogada en Misiones. Por suerte, ahora se está discutiendo con más amplitud la problemática de la adopción, pero creo que todavía algunos matices son dejados de lado. La idea instalada de que la mujer pobre se queda embarazada y entonces se da cuenta de que no va a poder criar a ese hijo es una simplificación que no se corresponde con la realidad. En mi trabajo de campo aparecieron muchos casos de embarazos no queridos.

Otro punto que planteás en La adopción…, y del que se suele hablar poco, es la casi total ausencia de padre.

Exactamente, lo habitual es que se trate de mujeres solas, sin pareja estable, que cargan con un embarazo no buscado. También aparecen casos de embarazos consensuados en principio, pero luego los padres, por motivos laborales o por lisa y llana irresponsabilidad, se borran, no se hacen cargo, desconocen a esos hijos cuando nacen. Es probable que algún padre haga su aparición en escena si surge un escandalete mediático, por ejemplo, una mujer es acusada de vender a su hijo. Si el hombre cree que hay un dinero de por medio, se hace ver, muestra su disconformidad.

Uno de los objetivos del trabajo de campo era averiguar sobre extranjeros adoptando en Misiones…

Fui en parte influida por esa idea, pero descubrí que tiene bastante de leyenda urbana. Primeramente porque es muy difícil sacar por un aeropuerto un niño que no es tuyo y, después, porque hay otros países que permiten y facilitan la adopción por parte de extranjeros. Ahí cerquita, en Paraguay, está permitida. Lo mismo un poco más lejos, en Guatemala. Por otra parte, con la actual corriente de solidaridad hacia el tercer mundo, los extranjeros no tienen ningún problema en llevarse niñitos de rasgos indígenas. Puede haber algún caso aislado de ese tipo de adopción en Misiones, pero no es lo común. Allá inquieta mucho más el tráfico y trata de niñas y mujeres, hay conciencia de que es un problema tremendo por ser un lugar de frontera.

¿Las parejas adoptantes argentinas siguen buscando chicos blancos o el modelo “Brangelina” ha incidido en la aceptación de otro color de piel?

La mentalidad se ha ido abriendo, afortunadamente, porque además ahora, en general, las parejas reconocen desde el vamos el hecho de la adopción, de manera que se está incorporando naturalmente esa diversidad. Lo que sí sigue habiendo es una muy fuerte demanda de bebés.

¿Las parejas de gays y de lesbianas van a adoptar a Misiones?

No tengo esa información todavía. Porque debo señalar que cuando yo terminé mi trabajo de campo, fue justo cuando estaba por salir la ley de matrimonio igualitario, ley que de todos modos aún no está reglamentada en ese aspecto. Por ahora, como sucede en otros países, los integrantes de la pareja adoptan como solteros o solteras, uno de los dos.

¿Las nuevas tecnologías reproductivas cambiaron la situación de la adopción?

Hasta que aparecieron estas tecnologías, la adopción era la segunda opción: ahora es la tercera, después de aplicar estos nuevos métodos. Aunque, claro, hay excepciones. Por otra parte, las mujeres que no están en pareja suelen querer chicos un poco más grandes, de tres, cuatro años.

Respecto de Misiones, lo que sí confirmaste es que las parejas locales sin hijos siguen yendo allá en pos de niñitos.

Misiones sigue manteniendo su tradición, más allá de las modas. Hay mucha gente que vive de la adopción. No olvidemos que se trata de una de las provincias más pobres del país, que tiene niños blancos para quienes buscan ese rasgo. Hablé con mucha gente –abogados, gente que tenía un discurso elaborado sobre el tema– que me decía que ese tema es una cuestión cultural. Es verdad que existe una vieja tradición que acepta que el niño que vive en el campo sea dado a la familia que vive en el pueblo, tradición que tiene que ver con el entenado, el criado, y que se extiende al asunto de la adopción en general. Cuestiones culturales que, suponen en Misiones, los de Buenos Aires no entienden.

Pese a lo que vos señalás acerca de que ahora se asume el hecho de la adopción y se les habla a los hijos adoptivos de su condición, ¿hay todavía parejas que preferirían hacer pasar a estos chicos por hijos biológicos?

Claro que las hay, porque en esos casos se sigue pensando en el parentesco tradicional. Entonces, para alguna gente la adopción sería buena en tanto repita el modelo de familia biológica, se puede apuntar automáticamente a ese modelo. Aún nos cuesta mucho asumir una organización de la vida doméstica que no tenga en cuenta la familia nuclear, los roles fijos… Por eso cuando se habla a veces de circulación de niños entre familias, como planteó la antropóloga Claudia Fonseca para Brasil, no falta quien opina que esa forma trae confusión. Y no, los estudios demuestran que no genera ninguna perturbación: los chicos saben perfectamente quién es la madre. Esta idea de que el mejor lugar para el chico es su familia nuclear es bastante reciente en términos históricos y antropológicos. Está comprobado que en otras épocas los niños podían vivir largo tiempo con otra familia y esto no era visto como malo, dañino o vergonzoso. Para nada.

Y no hace falta buscar entre tribus exóticas: en el siglo XIX, en Francia, por caso, la nodriza era una institución de las clases medias para arriba, los bebés eran mandados al campo por un par de años con un ama de leche que, según el nivel social de la familia que la contrataba, alimentaba a una, dos, tres criaturas…

Es así, sin duda alguna. Y más cerca en el tiempo, en su biografía Rossana Rossanda cuenta que, siendo adolescente, su padre tuvo una crisis económica muy importante. Entonces, las mandaron, a ella y a su hermana, a vivir con un tío y una tía sin hijos que podían hacerse cargo. Y Rossana recuerda esa experiencia como una etapa felicísima de su vida, sin el menor trauma. Los padres consideraron que en ese hogar iban a estar mejor. La madre las iba a visitar.

¿Qué aportes te interesaba hacer en tu libro desde la antropología?

Busco la conversación entre disciplinas. Mostrar que existen diferentes formas de organizar la familia, que determinados comportamientos no son tan universales como mucha gente cree. La familia no pertenece al mundo de la naturaleza, ésa es la visión que da la antropología: forma parte de condiciones históricas, sociales, políticas, culturales. Y hay distintas maneras de organizar la vida doméstica, o como se la quiera llamar. Los antropólogos preferimos parentesco. Esta visión más abarcativa nos ayuda a comprender situaciones que no son exclusivamente las de la clase media urbana. Conocer las tradiciones y costumbres que existen en lugares lejanos favorece la comprensión de la diversidad cultural dentro de nuestro propio país. Distintas maneras de establecer lazos que no suponen falta de amor o de protección, que es lo que en definitiva necesitan los niños.

¿Esa comprensión también puede extenderse a la madres que a veces abandonan a su bebé porque no están en condiciones de criarlo y que inmediatamente son calificadas de “desnaturalizadas”?

Claro, nadie se pone en el lugar de esa madre ni imagina su sufrimiento. Y resulta que la tan promocionada maternidad intensiva que se practica en Occidente desde hace 50, 60 años es apenas un tipo de maternidad. No cumplir con ese parámetro no significa que los chicos sean infelices. Como te decía antes, lo que importa es que en la crianza haya afecto, contención, los cuidados de su salud que estas personas chiquitas requieren según las etapas de su crecimiento.

Moira Soto
www.pagina12.com.ar

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