Las pastillas de portarse bien

Un informe alerta de los graves efectos para la salud de un derivado de las anfetaminas con las que se trata la hiperactividad

La epidemia ha vuelto a las aulas. Cientos de niños en el País Vasco, más de 250.000 en España y millones en el mundo, están siendo tratados contra una enfermedad que no existe con un fármaco que puede causarles graves problemas de salud. La hiperactividad está siendo puesta en tela de juicio por un número creciente de profesionales sanitarios, que considera que se está dando una respuesta médica a lo que a menudo se trata sólo de un problema educativo. ¿Es un crío movido un enfermo o lo normal en los más pequeños es que salten, corran y se aburran en clase? Un demoledor informe del Departamento vasco de Sanidad, financiado también por el Gobierno central, aporta las claves para la atención adecuada de un problema sanitario y social que, según considera, ha tomado ya unas dimensiones «desproporcionadas».

El documento pone en entredicho la existencia misma de la hiperactividad (TDAH) como enfermedad y llama la atención sobre el «creciente» e «indiscriminado» uso que se está haciendo de los psicoestimulantes para su tratamiento.  Esta tendencia, alertan, «se ve apoyada y favorecida por la difusión de la hipótesis, cuestionable, de que la causa» de este trastorno, «es exclusivamente neurológica y determinada genéticamente». El trabajo es concluyente. Ni existen pruebas diagnósticas para verificar la existencia del TDAH, ni la comunidad científica se pone de acuerdo sobre cuál es la mejor manera de abordarlo. En todo caso, alertan de que «en nuestro país no se están siguiendo las recomendaciones sanitarias más básicas y prudentes en cuanto a la prescripción del metilfenidato», la droga que se prescribe contra la supuesta patología.

La hiperactividad no es nueva. Comenzó a hablarse de ella a principios del siglo pasado, aunque ha sido en las últimas décadas cuando ha adquirido dimensiones epidémicas. Para muchos investigadores, como el neuropediatra estadounidense Fred Baughman, autor del superventas ‘El fraude del TDAH’, directamente no existe. Es sólo «un invento de la Psiquiatría» sin base científica alguna, que cuenta con el escudo protector de la industria. La mayoría de los profesionales de la salud lo considera como un síndrome de origen neurológico, que se controla con psicoestimulantes.

Durante décadas, los defensores de esta idea, médicos de familia, pediatras y neuropediatras fundamentalmente, han buscado marcadores biológicos, pruebas de laboratorio como radiografías y escáneres que permitieran demostrar esta hipótesis. No los han logrado. «La Asociación Americana de Medicina llegó a afirmar en 1998 que el TDAH ‘es uno de los trastornos mejor investigados de la Medicina’. No deja de ser una afirmación pintoresca al referirse a un cuadro cuya base genética no se ha demostrado ni de lejos», comenta el psiquiatra Jorge Tizón, fundador del Equipo de Prevención en Salud Mental de la Sanidad catalana.

Sólo una excepción  

En medio de ambas corrientes, un tercer grupo, los defensores de la psicoterapia, considera que la hiperactividad, el déficit de atención y la impulsividad no pueden considerarse una enfermedad, sino «ocasionalmente» síntomas de un problema de salud más grave. Se refieren a los trastornos de la personalidad, patologías cercanas a la psicosis y la esquizofrenia, que requieren un abordaje terapéutico más amplio, basado fundamentalmente en la ayuda psicológica y el apoyo familiar y escolar. Figura entre ellos el psiquiatra infantil Alberto Lasa, coautor del informe del Gobierno vasco ‘Evaluación de la situación asistencial y recomendaciones terapéuticas en el TDAH’. «Se le atribuye una incidencia del 5% al 8% , y en determinados entornos hasta del 15% de la población infantil. No es así. Los niños hiperactivos son sólo una excepción», aclara.

La falta de consenso entre los profesionales sanitarios es total. Más allá de las dudas sobre su existencia, no hay acuerdo sobre qué es la hiperactividad, cómo debe diagnosticarse ni cómo se ha de tratar. Ni siquiera se sabe a ciencia cierta si se trata de un trastorno infantil, como se decía hasta hace sólo unos años, o de una enfermedad crónica. «Los criterios van cambiando. La última moda es que se trata de una patología incurable que necesita terapia de por vida. La comparan con la necesidad de insulina para el diabético o las gafas para un miope», critica Alberto Lasa.

Los especialistas que la atribuyen a un fallo en el cerebro la diagnostican mediante el análisis de dos test que rellenan los profesores del niño, por un lado, y los padres, por otro. En ellos, plantean preguntas como si el niño es muy movido, contesta a sus padres, si desobedece y se le caen las cosas a menudo. «Se sabe muy poco del desarrollo del Sistema Nervioso Central de los niños» -añade Tizón- pero sí se sabe que se halla en continua evolución al menos hasta los 7 u 8 años. Después se enfrentará a la apoptosis neuronal masiva de la adolescencia. Cómo para introducir crónicamente anfetaminas en ese cerebro del que sabemos tan poco, salvo su dinámina y plasticidad».

Pero, ¿hasta qué punto son peligrosos los fármacos contra la hiperactividad? El Instituto Nacional de la Salud de Estados Unidos (NHI) arranca su página de información ciudadana sobre el controvertido fármaco con una seria advertencia. «El metilfenidato -comercializado en España con los nombres de ‘Concerta’, ‘Medikinet’ y ‘Rubifen’- puede crear hábito. Si toma demasiado puede sentir que no controla sus síntomas y que necesita tomarlo en grandes cantidades. También es posible que experimente cambios inusuales en su comportamiento». «Vender u obsequiarlo -añade la advertencia- puede causar daños a otras personas y constituye un delito». En países como Francia y Suecia su uso es prácticamente nulo; y está limitado legalmente por tener la consideración de sustancia estupefaciente. Sus efectos secundarios «más frecuentes» son pérdida de apetito, disminución del peso y estatura, trastornos del sueño, irritabilidad y ansiedad. Estudios recientes apuntan al deterioro de la capacidad cognitiva, la aparición de psicosis paranoide, que desaparece con su supresión, y también efectos cardiovasculares y crisis epilépticas.

Otra consecuencia «temible» y polémica sobre su toma es el riesgo de utilización abusiva y predisposición a conductas toxicómanas. El Ministerio de Sanidad admite en una nota a los profesionales sanitarios que «su mecanismo de acción no se conoce con precisión» y que «no se dispone de datos suficientes respecto a los posibles efectos a largo plazo». La sanidad de EE UU añade algo más: «El metilfenidato puede causar muerte súbita en niños y adolescentes, especialmente en aquellos que tienen problemas cardíacos».

El peso de los laboratorios  

¿Cómo es posible entonces que se dé a los niños algo tan peligroso? «Calmar a un niño agitado facilita la vida a todo el mundo», argumenta Juan Manzano, profesor de Psiquiatría infantil y juvenil en la Universidad de Ginebra. «A los padres les resulta más confortable oír que su niño estará bien con la toma de una pastilla que asumir, por ejemplo, un problema educativo. Y no olvidemos que toda industria, la que sea, tiende a vender su producto». En el centro de la polémica quedan las empresas farmacéuticas.

El informe del Gobierno vasco alerta de que la mayoría de las guías de práctica clínica del TDAH «fallan en aspectos tan importantes como la rigurosidad de la metodología utilizada» y están financiadas «por la industria», que fabrica y comercializa la medicación. «La hiperactividad existe», concluye el reconocido psiquiatra francés Bernard Golse, «pero son muy pocos casos. Hablar de un 8% o un 10% de incidencia es una tontería muy triste, una falsedad difundida por los laboratorios farmacéuticos, que sólo quieren vender medicamentos».

Fermín Apezteguia
http://ciencia.elcorreo.com

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