Etiopía embauca a las familias e intimida a los activistas
A medida que los «investigadores» que rastrean las historias de niños adoptados descubren cada vez con mayor frecuencia historias de fraude, corrupción, y situaciones aún peores, estos especialistas enfrentan amenazas e incluso violencia.
En el 2008, una enfermera de Oklahoma de 38 años, a quien llamaré Kelly, adoptó en Etiopía a Mary, una niña de ocho años. Era la segunda adopción para Kelly, la primera la había hecho en Guatemala. Buscaba un niño de Etiopía con la esperanza de evitar algunos de los problemas éticos que plantea la adopción en Guatemala: historias ampliamente difundidas acerca de madres biológicas coaccionadas para entregar a sus bebés e incluso pagos y secuestros a manos de intermediarios para suministrar hijos adoptivos a incautos padres procedentes de los Estados Unidos. Y ahora, incluso después de haber utilizado los servicios de una reputada agencia en Etiopía, Kelly ha llegado a creer que Mary nunca debió haber sido adoptada. Llegó a esta conclusión después de haber contratado lo que se conoce como un investigador de adopciones.
Los investigadores de adopción – investigadores independientes especializados que trabajan en un campo único que muy pocos fuera de la comunidad de padres adoptivos ni siquiera saben que existen– buscan a las familias biológicas de niños adoptados desde otros países. En Etiopía, esta investigación ha surgido en respuesta a un dramático incremento en las adopciones internacionales de niños etíopes en los años recientes. En el 2010, Etiopía representó casi un cuarto de todas las adopciones internacionales que se hicieron en los Estados Unidos. El número de niños etíopes adoptados por familias extranjeras de Estados Unidos, Canadá y Europa se incrementó de unos cuantos cientos hace varios años a varios miles el año pasado. Este incremento ha sido tan rápido – y, para algunos, tan lucrativo – que algunas personas en Etiopía han afirmado que la adopción “se está convirtiendo en la nueva industria de exportación de nuestro país”.
Este incremento también ha traído consigo historias de corrupción, tráfico de niños y fraudes. Los padres han empezado a publicar las historias que sus hijos adoptivos les contaron una vez que aprendieron inglés: que tenían padres y familias en casa, algunos de los cuales pensaban que sus hijos irían a Estados Unidos a recibir educación y que después volverían. Las investigaciones realizadas por medios de comunicación han encontrado evidencia que las agencias de adopción han reclutado niños de familias intactas. El gobierno de Etiopía descubrió que la documentación de los niños había sido adulterada para que los niños que habían sido cedidos por padres que vivían, aparecieran como huérfanos, lo cual permitiría a las agencias evitar largos procedimientos judiciales de investigación.
«Toda su documentación estaba completamente falsificada, con excepción de un par de nombres», afirmó Kelly. La documentación de Mary decía que era dos años más chica de lo que en realidad era, decía que tenía una hermana mayor, cuando en realidad tenía dos hermanas más chicas, y lo más importante, decía que su madre había muerto años atrás. «Un día le dije a Mary, ‘¿Sabías que tu documentación dice que tienes cinco años cuando en realidad tienes siete? recuerda Kelly. «También dice que tu mamá murió’. A lo cual ella respondió, ‘Mi mamá no está muerta’. Y se mantuvo firme en afirmar que su madre no había muerto, y en realidad no estaba muerta. Su madre vive y a nuestro investigador sólo le tomo dos días dar con ella”.
Kelly contrató a un investigador a través de un amigo que también había adoptado en Etiopía. Envió copias de toda la documentación y esperó a que el investigador hiciera el viaje de nueve horas desde la capital, Addis Abeba, a la región del norte adonde había adoptado a Mary.
El investigador determinó la fecha real de nacimiento de Mary, que su familia biológica y su madre estaban de acuerdo con la adopción y también pudo conseguir algunas fotos e información acerca de los antecedentes de Mary. Kelly ahora está planeando llevar a Mary a visitar a su familia en marzo.
«Quería verificar que no hubiera sido robada”. Investigué con la intención de enviarla de vuelta a Etiopía si descubría que había sido robada”, denunció Kelly.
Kelly no cree que su agencia haya falsificado la información a sabiendas. Al igual que con muchos casos de fraude o corrupción en el programa de adopción de Etiopía, parece que la historia fue cambiada a nivel local, mucho tiempo antes que la adopción fuera a las cortes federales y a los organismos de supervisión. El abuelo de Mary, que con frecuencia había sido su principal cuidador, cedió a la niña mientras su madre estaba trabajando en algún 0tro lugar de Etiopía, algo que sólo había sido posible porque él y varios testigos afirmaron que la madre había muerto.
«No puedo imaginar la carga que esto fue para ella», dice Kelly de los recuerdos de Mary de su hogar en Etiopía. «Después de que le conté que su documentación decía que su madre había muerto, Mary pensó que tal vez había muerto y nadie le había dicho. Por lo que fue importantísimo para ella saber que tenía razón, que su madre vivía. Tuve suerte que ella recordara y que tuviera la suficiente fortaleza para mantenerse firme en su historia”.
Buscando
Este verano acompañé a un joven investigador etíope, a quien llamaré Samuel, a una entrevista con una familia biológica: una incursión a lo más profundo del área rural de la región de Naciones y pueblos del Sur (SNNPR), de Etiopía, la provincia de origen de muchos de los niños etíopes adoptados en países occidentales, para localizar a la familia de una niña pequeña que fue adoptada por canadienses.
El viaje dio inicio en el pueblo sureño de Sodo, desde donde hicimos un recorrido de12 millas por caminos rurales que estaban en tan malas condiciones que nos llevó más de una hora, primero por carreteras sucias, cruzando grandes espacios de tierras de pastoreo, y después por caminos de terracería hasta llegar a una aldea tan pequeña y tan remota que hubiera sido imposible encontrarla sin un guía. Pero ni siquiera este poblado – con un puñado de casas y una clínica de VIH — era nuestro destino. Tomamos un pequeño camino lodoso a través del campo y nuestra Land Ranger se quedó atascada en el lodo. Varios niños locales emergieron tímidamente desde los campos circundantes y nos llevaron, a pie, la última media milla hasta una casa solitaria con muros de barro, rodeada con jardines exuberantes y cuidadosamente cercada con ramas de árboles.
Cuando llegamos, sólo un niño pequeño estaba en el patio de enfrente, desnudo de la cintura para abajo. Pero el espectáculo de varios viajeros con trípodes y cámaras fotográficas rápidamente atrajo a cerca de 30 vecinos, entre niños y adultos, quienes observaron solemnemente mientras Samuel tomaba fotos de la fachada de la casa.
La madre biológica a quien Samuel buscaba entrevistar, una viuda de cuarenta y pocos años con otros siete hijos en casa, se encontraba en una casa vecina y fue llamada para atender a sus inesperados visitantes. Sonriente y sin hacer preguntas accedió cuando Samuel y sus colegas le explicaron que habían venido a filmar por varias horas a solicitud de los padres adoptivos de su hija. Sentada en una silla en la parte trasera de su casa, con las manos entrelazadas y la mirada baja, respondió muchas preguntas acerca de sus antecedentes, sus otros hijos y las circunstancias de la muerte de su marido, lo que había provocado la adopción.
Katryn Joyce
www.theatlantic.com
Traducción: Alejandra Sánchez Yañez