¿Adoptar un niño? No, un embrión
Cuando una pareja o una mujer sola se somete a una fecundación ‘in vitro’, no se suelen implantar todos los embriones obtenidos. La ley prohíbe insertar más de tres en el cuerpo de la mujer y los especialistas en reproducción huyen del implante triple para evitar los riesgos de un embarazo múltiple. Aunque se busca conseguir la gestación con un único embrión, la práctica habitual en nuestro país todavía es la implantación doble.
Los embriones sobrantes son congelados y almacenados en las clínicas de reproducción asistida, por un coste anual que varía entre un centro y otro, pero que no suele superar los 400 euros anuales. Pero ¿cuál es el destino de estos embriones sobrantes? En principio, las opciones son tres: destruirlos, donarlos para investigación o volverlos a utilizar, algo que no siempre es posible.
«Cuando una pareja se queda embarazada de gemelos, o cuando consiguen la gestación a una edad ya muy avanzada, es fácil que no quieran intentar un nuevo embarazo», explica al jefe de servicios de Reproducción Asistida del Institut Marquès de Barcelona, Marisa López-Teijón. Ella es la artífice de una idea que ha dado la vuelta al mundo y que ha permitido ya el nacimiento de más de 500 niños que probablemente nunca hubieran visto la luz de otro modo.
Su idea ha dado lugar a apodos surrealistas como el que le dedicó uno de los principales periódicos colombianos, que bautizó a López-Teijón como el ángel de los huérfanos congelados. Porque una característica que distingue esta forma de reproducción asistida frente a otras es su aceptación por estamentos tradicionalmente contrarios a este tipo de técnicas; principalmente, la Iglesia católica.
A efectos prácticos, la adopción de embriones es una técnica equiparable para unos padres a la fecundación ‘in vitro’ con donante de semen y de óvulos, la indicación cuando ambos miembros de la pareja son estériles. La diferencia es que, en ese caso, los especialistas buscan donantes anónimos similares físicamente a los futuros padres. Si estos optan por adoptar un embrión, el niño tendrá las características de sus padres biológicos.
El proceso legal que permite la adopción de embriones se gestó en 2003, cuando una modificación de la Ley de Reproducción Asistida amplió las opciones que había hasta la fecha para los embriones sobrantes congelados. Hasta entonces, sólo se podían implantar a la propia mujer o donarlos a otras pacientes. Es decir, la adopción de embriones era legal, pero con una diferencia a la situación actual: tenía que ser específica; es decir, la mujer o pareja que optara por no volver a utilizar los embriones sobrantes tenía que decir específicamente y por escrito que los cedía a otra paciente.
«Para saber lo que quieren hacer con los embriones, a las parejas se les escribían cartas cada dos años; para donarlos tenían que contestar, pero la gran mayoría no lo hacía», explica López-Teijón. Los embriones sobrantes, aquellos que sus dueños no querían o no podían implantar, quedaban pues a disposición del centro, que no podía destruirlos hasta que se acabara el periodo fértil de la mujer, algo que tenía que acreditarse con un informe médico.
Lo que permitió la Ley 45/2003 fue dar respuesta a una situación que parecía no tener mucha salida y era la acumulación de embriones congelados en España, que para esa fecha se calculaba en torno a los 70.000.
La nueva legislación daba al centro la propiedad de los embriones cinco años después de su congelación y siempre que los padres no hubieran respondido a las preceptivas dos cartas que los centros le ha de enviar preguntando por el destino de sus embriones. Y esto dio la idea a la especialista de crear el primer ‘Programa de adopción de embriones’, que vio la luz en 2004 y que, desde entonces, ha permitido el nacimiento de más de 500 niños sólo en su centro (actualmente otras clínicas también ofrecen esta iniciativa).
Como comenta López-Teijón, las personas siguen en su mayoría sin contestar a las cartas. «Destruirlos les da pena y, además, no se puede hacer hasta que no se tiene el informe médico que acredite el fin del periodo reproductivo de la mujer; la investigación les da miedo por lo que puedan hacer a sus embriones y la donación les preocupa, porque temen poder encontrarse con posibles hijos en un futuro», explica la experta que, precisamente para resolver este potencial problema, cambia los embriones donados de comunidad y, en muchos casos, de país.
Y es que, más del 65% de los padres de embriones adoptados son extranjeros. Las razones para optar por esta técnica de reproducción asistida van desde la solidaridad, personas que consideran que el embrión es una vida humana que ha quedado abandonada, «como si un niño se quedara en un orfanato», hasta los motivos económicos. La adopción de embriones es una técnica mucho más barata que la con donante de semen y ovocitos. También puede ser una opción más económica para mujeres sin pareja masculina.
«En nuestro centro, la diferencia de precio es de alrededor de 5.000 euros, de poco más de 3.000 a 8.000 euros», señala la especialista.
Con respecto a la adopción moral, López-Teijón relata varias anécdotas transcurridas durante estos años, como la monja que dejó de serlo y llegó a su clínica «acompañada por religiosas de su comunidad» para adoptar un embrión, que se le implantó con éxito y le permitió ser madre.
También resalta el caso del bebé nacido de un embrión que llevaba 13 años congelado. También el primer niño fruto de esta curiosa técnica llevaba tiempo como embrión en el congelador, siete años a los que el programa de López-Teijón puso fin.
La experta señala que no ha habido ningún caso de padres que se hayan arrepentido de no haber contestado a la carta cuando sus embriones ya estaban siendo implantados en otra mujer, aunque se trata de una queja que tampoco tendría validez legal. «En España contestan muy poco, es el país que menos, sólo un 45%. En cambio, el 90% de nuestros pacientes alemanes nos dice qué hacer con los embriones sobrantes», concluyen la médico.
Ainhoa Iriberri
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