A mi madre adoptiva en ciernes

Es 1985. Me llamo Christen, pero aquí me llaman “Sarah”. Tenía 3 días cuando vi por última vez a mi primera madre y me trajeron a esta casa de acogida. He estado aquí al menos 5 meses, no sé por qué. Tengo una madre de acogida. No sé su nombre.

Condujiste desde Georgia hasta Tenessee para verme. Me sujetas con aprensión. Te han avisado antes de venir que lloro sin pausa a cualquiera que se acerque planteándose la posibilidad de adoptarme. Suspiras aliviada porque no lloro cuando me coges en brazos. 10, ahora 15, ahora 20 minutos han pasado desde que me has cogido y todavía te miro tranquilamente. Serás mi tercera madre. Serás mi última madre.

Te preguntas la mejor manera de criar una hija adoptiva, y los expertos te dicen que yo no tengo necesidades específicas, y que ser adoptada, aunque me lo deberías revelar lo antes posible, no significará nada para mí. No te van a dar ningún apoyo post-adoptivo. Pero somos fuertes.

Nos lo pasaremos muy bien mientras sea pequeña: nos mudaremos a la Costa Este, cerca del océano. Te voy a seguir e imitar en todo. Voy a mostrar talento por el lenguaje y la música y tú vas a hacer todo lo posible para alimentar este talento. Vamos a ir a la playa todos los días en verano. Mirarás cómo me siento en la orilla durante horas pero no sabrás que me pregunto por qué me siento tan atraída por el océano si mi familia originaria es de Tennessee.

Habrá épocas duras. Faltará el dinero hasta que el negocio de papá arranque, cuando sea adolescente. Pero estaré bien.

Mis años de educación primaria serán duros para todos. Seré cabezona, lista, y tendré mi propio estilo. Los otros niños se burlarán de mí. Me secarás las lágrimas cada noche, desde 4º hasta 6º. Llamarás la atención a mis maestros. Escribirás cartas encendidas a la apática administración de la escuela. Te sentirás cómo si no hubieras hecho nada cuando lo habrás hecho absolutamente todo. Te diré que no eres mi “madre de verdad” un puñado de veces debido a la frustración y la incomprensión de la gente. Tú, que eres una persona de natural tranquilo, verás cómo tu hija desarrolla una agudeza verbal y una lengua ácida. Te pondré a prueba, tocaré tus interruptores, y te haré demostrar una y otra vez que me quieres.

Me verás florecer para convertirme en una adolescente que consigue buenas notas, llega a capitana de su equipo de básquet, y que rápidamente se vuelve popular y con muchos amigos. Nos llevarás a mis amigos y a mí donde haga falta y les querrás. Te sentirás frustrada cuando me ocupe en exceso de personas que no se preocupen por mí porque soy incapaz de soportar rechazar a nadie. Cuando me meta en relaciones adultas insanas, te sentirás sin saber qué hacer. Será una de las dos únicas veces que verás a tu marido llorar.

Dejaré a mi novio chungo y me embarcaré en un largo proceso de autodescubrimiento y acabaré por saber qué carrera quiero hacer. Encenderás la vela en mi boda, a la que habrás invitado a casi todo el mundo que conoces para compartir este momento de orgullo. Después, sin historial médico familiar, descubriré un tumor. Te llamaré muerta de dolor y anestesia cuando me despierte en el quirófano. Le preguntarás a Dios “Por qué”, y estaré bien.

Estarás en el nacimiento de tu primer nieto y me verás convertirme en una madre. Verás despertar la adoptada que hay en mí. Te angustiarás cuando empiece a hablar de ser adoptada, de echar de menos a mi primera madre, y de mi interés en mis raíces. Llorarás de frustración cuando este dolor dormido de repente emerja desde mi alma. No entenderás lo encantada que estoy al saber que hace muchos, mis ancestros vivieron cerca del océano. Cuando me embarque para el encuentro, me darás apoyo, pero te sentirás rechazada. Te tendré que decir una y otra vez que no te estoy abandonando, sino que estoy recuperando esta parte de mí que quedó atrás. Te encontrarás con la madre con la que compartes tu hija. Le darás fotos de mi infancia. Verás su cara y la abrazarás.

Verás cómo tu hija le da significado a la pérdida, y la convierte en una buena carrera que le permite ayudar a los demás. Verás cómo entran en acción sus rasgos genéticos y su personalidad y los valores y habilidades que le has enseñado. Me acompañarás a los eventos de los Derechos de los Adoptados. No entenderás por qué al principio, pero querrás hacerlo, y con el tiempo, entenderás el movimiento. Te convertirás en una de mis mejores amigas y en mi mayor aliada.

Y finalmente sabrás que eres una buena madre.

Bienvenida a la maternidad.

¿Estás preparada?

Te quiero,

La niña que sujetas en brazos.

Amanda Woolston

Adoptada, feminista, humanista, trabajadora social y blogger

Tomado del blog

Una madre de Marte

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