Las serias consecuencias que tendrá la paternidad tardía

En España, la media de edad en que se tiene el primer hijo es de 31, y sigue subiendo.

En 2011 la edad media en que las mujeres españolas tuvieron su primer hijo fue de 31,06 años, frente a los 30,98 registrados en 2010 y los 30,87 de 2008. La cifra lleva subiendo varias décadas de forma sostenida. En 1975, primer año en el que el Instituto Nacional de Estadística registró el dato, la media se situaba en los 28,7 años.

España no es el único país donde se ha retrasado la paternidad: se trata de un fenómeno que comparte todo el mundo desarrollado y gran parte de los países en vías de desarrollo. Las madres, además, no son las únicas que tienen hijos más tarde. También ha subido notablemente la edad de los padres, aunque no se suela reflejar en las estadísticas. De hecho, la edad de los padres primerizos ha subido aún más que la de las madres. Si la media de edad en que una mujer tiene un hijo se sitúa en torno a los 31, la de los padres está en torno a los 34. Cada vez hay más padres y madres que deciden formar una familia cuando tienen entre 35 y 45 años, edades impensables para los padres primerizos hace sólo unas décadas.

El retraso de la paternidad se ve como algo acorde con los tiempos, pero no se están valorando bien sus y profesionales de la salud han levantado la voz de alarma en numerosas ocasiones, señalando los numerosos problemas que se derivan de estos datos, pero da la impresión de que el fenómeno no ha sido valorado como debiera por el conjunto de la sociedad. Se sigue viendo el retraso de la paternidad como algo acorde con el signo de los tiempos, a lo que no hay que dar demasiada importancia. Pero las consecuencias son múltiples, algunas positivas, pero la mayoría negativas.

Procrear, ¿caiga quien caiga?

Las técnicas de fecundación artificial han traído la felicidad a cientos de miles de parejas de todo el mundo, pero han allanado el camino para que se pueda tener hijos a edades cada vez más tardías, multiplicando los problemas que se derivan de una gestación a edad avanzada. La ciencia reproductiva avanza a velocidad de vértigo, y los dilemas éticos aparecen detrás de cada curva. ¿Tiene sentido ser madre a los 50? ¿Hasta qué punto empeñarse en tener hijos a esas edades no deja de ser un capricho un tanto egoísta? Como saben todos los especialistas en reproducción asistida, ninguna técnica está exenta de riesgos para el feto, pero estos aumentan en función de la edad de la madre.

El riesgo de que se presente una trisomía en el embarazo a partir de los 40 años es de un 30%. Quizás el mayor problema al que se enfrentan las madres mayores es la posibilidad de que el niño tenga algún tipo de anomalía cromosómica. El riesgo de que se produzca una trisomía en el embarazo es de entre un 2 y 3 % en las mujeres de 20 años, cifra que se eleva hasta el 30% a partir de los 40. La trisomía es la anomalía cromosómica más común –aparece un cromosoma extra en una de las parejas de cromosomas– y es causante, entre otras patologías, de los síndromes de Down, de Patau y de Edwards.

No es el único problema que debe afrontar el feto en un útero envejecido. Los embarazos de madres mayores presentan más abortos naturales, más nacimientos prematuros, más parálisis cerebrales, hay más posibilidades de tener gemelos y trillizos –algo que no es necesariamente malo, pero puede también ser un problema–, y muchos bebés nacen con un peso menor al que deberían, algo que puede conllevar problemas de salud posteriores.

La edad del hombre podría ser aún más importante

Pese a la creencia popular, la edad de la madre no es la única que influye en el desarrollo del feto. Durante décadas, los científicos han relacionado diversos defectos de nacimiento con la baja calidad del semen de los padres mayores. Según sube la edad de los progenitores aumenta la posibilidad de que el feto presente enanismo, síndrome de Apert (un problema óseo que provoca el alargamiento de la cabeza), síndrome de Marfan (un trastorno del tejido conectivo) o labio leporino. Según un estudio dirigido por la psiquiatra Dolores Malaespina, y publicado en 2001, la posibilidad de que los hijos sufran esquizofrenia en la edad adulta se triplica cuando los padres son mayores de 50 años.

No son los únicos problemas que los padres mayores pueden trasmitir a sus hijos. Un esclarecedor estudio publicado este verano en la revista Nature, asegura que, a medida que envejecen, los hombres trasmiten a sus hijos un mayor porcentaje de mutaciones espontáneas (también conocidas como mutaciones ‘de novo’), alteraciones no hereditarias que ocurren en los gametos del padre durante la gestación de los espermatozoides y que pueden ocasionar, entre otros trastornos, autismo y esquizofrenia.

Un padre de 36 años tiene el doble de posibilidades de tener un hijo con problemas que uno de 20. Según el estudio, elaborado por un grupo de investigadores islandeses, se producen dos mutaciones ‘de novo’ en el hijo por cada año adicional del padre a la edad de la concepción. “Es un efecto continuo que no comienza a ninguna edad en particular”, explicó la investigadora Kari Stefansson, autora principal del estudio, al SINC. “Por cada año que cumple un hombre, incrementa el número de mutaciones que aparecerán en sus futuros hijos”. La posibilidad de que los padres trasmitan estas mutaciones a los hijos se dobla cada 16 años. Así que un padre de 36 años tiene el doble de posibilidades de tener un hijo con problemas que uno de 20. Según los científicos, esto podría explicar en parte el impresionante aumento de los casos de autismo que se han documentado en la última década, en la que ha crecido su diagnóstico un 78%.

Según explicaba el doctor Jay Gingrich, profesor de psicobiología del New York State Psychiatric Institute, en un reciente reportaje de The New Republic, la mayoría de los desordenes mentales, como la depresión, la esquizofrenia o el autismo, tienen su origen en los primeros pasos de la maduración cerebral. Gingrich insiste en que se trata solo de una hipótesis, pero de ser cierta, la edad de los progenitores podría ser un aspecto decisivo en la aparición de estas enfermedades.

Una nueva configuración social

El retraso de la paternidad no sólo tiene consecuencias biológicas, sino también sociológicas y psicológicas, y de gran calado. Cada vez menos parejas se aventuran a tener hijos hasta que no tienen buenos trabajos y una aceptable estabilidad financiera. Y, tal como están las cosas, el momento se retrasa y se retrasa. Esto no es necesariamente malo en el plano familiar. Numerosos estudios han constatado que los hijos de padres mayores se crían en un ambiente que es más acogedor y estable. Los padres tienen más experiencia, más recursos, y tienen menos problemas que los progenitores más jóvenes. La psicóloga Rosa Melgar, de la clínica Psiconfor, apunta además a la madurez de los padres mayores: >“Si a partir de cierta edad decides tener un hijo, es que lo tienes muy claro. A nivel laboral y económico está todo conseguido, y la decisión es muy meditada. De alguna forma, son hijos más deseados”.

Si tienes un padre octogenario y un hijo adolescente, la atención se tiene que dividir entre ambos. Los obstáculos llegan cuando los hijos van haciéndose mayores. Si retrasamos la paternidad tenemos el peligro de convertirnos en lo que se conoce como la “generación sándwich”. Cuando nuestros hijos llegan a la adolescencia, y dan cada vez más guerra, nuestros padres llegan a la vejez, y nos necesitan más que nunca. Si tienes un padre octogenario y un hijo adolescente, la atención se tiene que dividir entre ambos. El ciclo de cuidados, que ha sustentado a las familias durante siglos –el padre ayuda al hijo, para que luego el hijo ayude al padre–, se rompe. Los abuelos, además, son demasiado mayores para cuidar de los hijos. Melgar tiene claro que se trata de “un gran problema sociológico” que hace que cambien por completo las dinámicas familiares.

Hay otra consecuencia que pocos se plantean, pero que tiene un enorme impacto psicológico. Al retrasar la paternidad, los hijos están condenados a perder antes a sus padres. Si tenemos el primer hijo con 35 años, cuando él cumpla 46, teniendo en cuenta la actual esperanza de vida, tenemos más probabilidades de estar muertos que de seguir vivos. Algo que es difícil para los hijos, pero aún más para los padres.

Miguel Ayuso
www.elconfidencial.com

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