Cómo influye la presencia del padre en la educación de los hijos
Para un padre, el mejor modo de contribuir y acompañar el crecimiento y la educación de un hijo es participar en las decisiones necesarias sobre su crianza, mantener una comunicación fluida y de calidad y disfrutar cada momento vivido, en familia.
La indiscutible importancia que tiene el padre es central en el desarrollo de la personalidad de un niño o de una niña. Varios investigadores sostienen que si un chico, desde el nacimiento, ha recibido la atención y el afecto de su padre, logrará desarrollar, en su crecimiento, mejor autoestima, mayor autonomía, una personalidad más delineada y fortalecerá sus habilidades cognitivas, su salud emocional y su bienestar general.
Niños y niñas necesitan de esta figura para poder aprender formas sanas de potenciar sus capacidades. Ambos modelos, padre y madre articulados, son fundantes para establecer, de común acuerdo, comportamientos adecuados y límites.
El lugar del padre a través de la historia
Siglos atrás, la mirada sobre lo paterno estuvo centrada en un sujeto que imponía normas, daba seguridad y mantenía a su familia, relegando el vínculo emocional y afectivo con sus hijos.
En Grecia y en Roma, por ejemplo, el padre ostentaba un poder ilimitado y tenía derecho sobre la vida y la muerte de su familia.
Durante el cristianismo, el lugar del padre continuó siendo hegemónico y la familia fue considerada una monarquía por derecho divino.
En la Edad Media, la familia se diferenciaba según el nivel económico y social. En la familia urbana, el hijo mayor heredaba los bienes, otro hijo era sacerdote y a las hijas se les organizaba el matrimonio. En la familia aristocrática, el padre no se ocupaba de los hijos y los confiaba a maestros, conociéndolos, recién, cuando cumplían 16 años.
En el discurso humanista, la educación y la relación afectivas estarán muy ligadas. Rousseau introduce la idea de que el niño necesita su medio natural para desarrollarse y de que a través de la unión estrecha con la madre, entrará en contacto con el padre.
Desde el Renacimiento a la Edad Moderna, el padre siguió teniendo autoridad total sobre la mujer y los hijos, y es a partir del siglo XIX que su figura empieza a tener limitaciones. Por un lado, se encuentra bajo presión de las reivindicaciones de las mujeres y, por otro, el Estado ejercerá una mayor tutela, como forma de proteger a los hijos. El hijo empieza a tener derechos y, el padre, obligaciones hacia él.
Función paterna
La función paterna, un concepto forjado desde el psicoanálisis, es la capacidad que pueden desarrollar tanto hombres como mujeres, para formar a sus hijos, con la finalidad de promover sus habilidades para superar, de manera íntegra, las dificultades que la vida les presente y ayudarlos a construir su fortaleza interna y la tolerancia a la frustración.
Más allá de que la función paterna puede ser ejercida, también, por la mujer, la presencia física del hombre y su actitud comprometida y amorosa ofrece elementos a los hijos que potenciarán toda su capacidad de realización, simplemente, por el hecho de saber que son queridos y aceptados por su padre.
La función paterna también implica la capacidad del padre para tolerar la hostilidad de su hijo, de modo que pueda estar lo suficientemente cerca como para transmitirle amor y acompañarlo, con la intención de que este hijo encuentre en este padre un modelo, alguien a quien quererse parecer y que lo ayudará a formar valores y su identidad.
Los padres del siglo XXI
El siglo XXI nos encuentra con nuevas configuraciones familiares que definieron un nuevo territorio para el ejercicio de la función paterna. A la clásica familia nuclear (formada por la madre, el padre y su descendencia), se sumaron la familia extensa (formada por parientes cuyas relaciones no son únicamente entre padres e hijos, como abuelos, tíos, primos y otros parientes consanguíneos), la monoparental (los hijos viven solo con uno de sus padres), la ensamblada (compuesta por dos o más familias), u homoparental (existente en las sociedades cuya legislación ha reconocido el matrimonio igualitario).
Padre y madre, codo con codo, son importantes en la consolidación de la identidad de sus hijos. Para un padre, el mejor modo de contribuir y acompañar el crecimiento y la educación de un hijo es participar en las decisiones necesarias sobre su crianza, mantener una comunicación fluida y de calidad y disfrutar cada momento vivido, en familia.
Alejandro Cobo
Infancia Hoy