De la adopción masiva a la postadopción actual
La llamada burbuja adoptiva, que ha tenido Cataluña durante estos últimos años, ha empezado a deshincharse y ha llegado este año pasado (2012) a tener menos de la mitad de adopciones internacionales constituidas que hace cinco años atrás.
Una vez pasada la “tormenta adoptiva”, llega la calma, la cual nos permite ver los estragos que ha podido causar en el territorio. Esta calma adoptiva nos deja entrever una situación bastante compleja, donde hay familias o personas desesperadas por un tiempo de espera larguísimo y por una incertidumbre creciente sobre la finalización de su proyecto adoptivo, y familias adoptivas que se sienten decepcionadas, insatisfechas o con muchas dificultades para salir adelante con su adopción ya constituida.
Podemos decir que iniciamos una nueva etapa, eminentemente postadoptiva, que requerirá nuevos planteamientos y la implementación de nuevos recursos para poder hacer frente a los nuevos retos que plantea la situación actual.
Una visión crítica de nuestro trabajo, junto con la experiencia acumulada durante todos estos años, nos tiene que poder llevar a una mejora sustancial del sistema de adopciones a nuestro país, donde prevalezca el criterio técnico como garante de un proceso encaminado básicamente a hacer que el niño desamparado pueda disfrutar de una familia en condiciones adecuadas y que pueda dar respuesta a sus necesidades “especiales”.
Los criterios técnicos de los profesionales que trabajan en la adopción han ido adaptándose y variante de acuerdo con las nuevas circunstancias de la adopción y la experiencia de la postadopción de estos últimos años, que nos ha permitido observar de muy cerca la evolución y las necesidades de los niños adoptados y sus familias, y consiguientemente las necesidades de una preparación y de una valoración en profundidad de las capacidades parentales para hacer frente a las necesidades específicas de estos niños.
El análisis de la realidad postadoptiva actual nos ha ayudado a deshacer algunos tópicos sobre la adopción internacional, que muchos golpes las familias sostenían como situaciones positivas en contraposición a la adopción nacional. Uno de los tópicos que ha resultado ser falso es la no-existencia de dificultades de adaptación y aceptación de las adopciones interraciales, con el argumento que nuestra sociedad es multiètnica, intercultural y acogedora. En cambio, el que estamos observando desde la postadopción es el gran sufrimiento de algunos niños adoptados otras etnias cuando perciben de manera clara la diferencia que esto supone en relación con los otros niños, y sobre todo en cuanto a sus padres o hermanos. Para no hablar de situaciones que pueden tachar el racismo en el ámbito social o, cuando menos, situaciones de acoso en el ámbito escolar, por el hecho de ser diferente.
Otro tópico relacionado con la adopción internacional por parte de las familias adoptivas, era que la distancia o lejanía del país de origen del niño adoptado también situaría lejos y de una manera poco accesible la familia biológica, hecho que tranquilizaba de entrada a muchas familias. La realidad postadoptiva nos demuestra que hay que trabajar mucho más con los futuros padres adoptivos la existencia de la familia biológica, cuando menos en la mente del niño adoptado y en su historia, puesto que continúa siendo una dificultad para muchas familias poder hablar del hecho adoptivo con su hijo o hija adoptada de manera transparente y tranquila. Muchos padres pensaban que la evidencia de una adopción internacional facilitaría o evitaría cuestionamientos o dudas sobre sus orígenes, la realidad nos ha demostrado que es todo al contrario.
Estos hechos junto con otros muchos han ido configurando un cambio en la visión de la adopción internacional y también adecuando o modificando las estrategias y los criterios de ámbito técnico de los profesionales implicados en la materia para intentar mejorar el conocimiento y la preparación de las futuras familias adoptivas.
Es en este sentido que muchos profesionales que hemos trabajado durante años en el mundo apasionante de las adopciones y de la protección a la infancia, hemos tenido el interés profesional de profundizar en el conocimiento de los diferentes factores de riesgo que puede comportar la adopción. Durante años, hemos participado en diferentes comisiones de trabajo para analizar todas aquellas situaciones de fracaso adoptivo con una nueva medida de protección tomada sobre el niño adoptado (Dirección general de Atención a la Infancia y la Adolescencia) o bien situaciones donde aparecían dificultados importantes en la constitución psicológica, familiar y social de la adopción pero sin finalizar con una ruptura legal (Instituto Catalán de la Adopción y la Acogida).
A pesar de que durante años hablar del fracaso adoptivo ha sido uno tema tabú, intocable desde el punto de vista social y desde las mismas familias adoptivas, este es un tema que siempre ha sido muy presente y ha preocupado los profesionales que trabajamos. No se podía hablar del fracaso de la adopción y de sus dificultades, puesto que este era negado, inexistente y visto como un impedimento técnico, un estigma o una visión negativa o en contra de la misma adopción. Todo esto avalado por una visión social excesivamente banal e idealizada del mundo de las adopciones internacionales.
La negación de esta realidad nos ha traído muchos golpes a la no-asunción de nuestra responsabilidad y a buscar recursos adecuados en el momento oportuno para hacer frente a una realidad adoptiva que muchos golpes nos ha superado su complejidad. A pesar de esto, hay que decir que la creación, en 2005, del Servicio de Atención Postadoptiva por parte del Instituto Catalán de la Adopción y la Acogida (ICAA) como servicio público de asesoramiento y orientación a todas las familias adoptivas como todos los profesionales implicados en el mundo de la adopción, fue un paso adelante para asumir y dar respuesta a los nuevos retos que comporta la postadopción. Recurso que con toda seguridad, actualmente, también habrá que replantear, reorientar y ampliar los recursos profesionales, puesto que hay situaciones postadoptivas de una complejidad inabordable desde un servicio postadoptivo como el que está constituido en estos momentos.
El análisis de la realidad adoptiva de estos últimos años no se puede hacer en términos simplistas, de causa-efecto, ni buscar responsables únicos de toda la situación creada. Hay que profundizar en un análisis de la realidad multifactorial, que nos pueda aproximar al conocimiento de una realidad adoptiva muy compleja y cambiante, que muchos golpes no nos deja tiempos para digerir los cambios que se dan con tanta rapidez.
Creo que, poder hablar con claridad de la realidad postadoptiva y del fracaso adoptivo en concreto, es un acto de responsabilidad y de valentía de la misma Administración, puesto que permite evaluar la situación adoptiva actual de una manera transparente, y en consecuencia buscar, si procede, recursos y acciones de mejora para dar respuestas más adecuadas a las necesidades de estos niños y de sus familias adoptivas.
Es en este contexto que desde el ICAA y con la colaboración de la Dirección general de Atención a la Infancia y la Adolescencia (DGAIA) se ha potenciado la realización de un análisis en profundidad de los factores de riesgo de la adopción, analizando situaciones de fracaso adoptivo que se han dado en Cataluña y en las cuales se ha tomado una nueva medida de protección sobre el niño adoptado.
Dentro de la complejidad de la adopción y de sus posibles riesgos, entran en juego multitud de variables favorecedoras o desfavorecedoras de esta medida de protección. Estas últimas son los llamados factores de riesgo de la adopción, que de manera simplificada podemos clasificar en tres grandes grupos:
1. Factores relacionados con el hijo adoptivo y su historia previa a la adopción: historia y tipo de abandono, edad, tiempo y tipo de institucionalización, existencia o no de maltrato o negligencia grave…
2. Factores relacionados con la familia o persona adoptiva: motivación, expectativas, edad, salud mental y física, elaboración de lutos previos, características de personalidad…
3. Factores relacionados con el mismo proceso adoptivo y con los profesionales que participan: proceso de preparación previo a la adopción tanto de la familia adoptiva cómo del niño propuesto en adopción, proceso de idoneidad, adecuación de las asignaciones, acoplamiento, seguimiento y atención postadoptiva.
A todos estos factores de riesgo adoptivo podemos y tenemos que contraponer los llamados factores de prevención o de éxito, que ayudarán a la consecución de una adopción exitosa. No tenemos que olvidar que la gran mayoría de adopciones son exitosas, no exentas de las dificultades propias y comunes a todas las relaciones paternofiliales y con las connotaciones específicas de la adopción (dificultades de vinculación, identidad adoptiva, búsqueda de orígenes…).
Por carencia de tiempo y de espacio me centraré básicamente a ofrecer un resumen detallado de los resultados preliminares de este primer análisis de las diferentes situaciones de fracaso adoptivo registradas en los últimos años, y que podemos considerar como más importantes y relevantes a la hora de tener muy presente en un futuro estudio y valoración de este tipo de situaciones.
En primer lugar, se observa en este análisis un aumento progresivo de situaciones de abandono o de fracaso adoptivo durante los últimos años del periodo estudiado.
Es cierto que actualmente cada vez más niños del gran boom de adopciones están llegando a la etapa adolescente y que en esta etapa se observan en postadopción problemáticas comportamentales y relacionales, que muchos golpes son de gestión difícil por parte de la familia adoptiva y que pueden poner en un riesgo importando el adoptado (fugas de casa, consumo de tóxicos, fracaso escolar, pequeños hurtos, relaciones conflictivas…), lo cual se puede relacionar con más medidas de protección sobre él.
Podemos afirmar, a la luz de este análisis, que la etapa adolescente del adoptado es en sí misma desestabilizadora y creadora de conflictos entre el hijo y sus padres, y por lo tanto en la adopción es un factor de riesgo que hay que tener presente. Los problemas de comportamientos del adolescente adoptado son menos tolerables por sus padres adoptivos que los que hasta ahora podían existir, los cuales pueden traer finalmente a una situación de alto riesgo del adolescente por incapacidad parental de hacer frente a estos comportamientos, llegando a un punto de no-asunción de sus responsabilidades como tales. Muchos de estos problemas de comportamiento son atribuidos por la familia adoptiva a un posible origen hereditario, atribuible en definitiva a la familia biológica del niño y, por lo tanto, desatados de su responsabilidad.
En relación con los tipos de familia que fracasan en su adopción, se observa en este análisis tres tipo de familias diferentes: más presencia de familias monoparentales, familias con padres adoptivos con una edad muy avanzada (por encima de 50 años) en el momento de la ruptura y familias con hijos biológicos, y sobre todo si este hijo nace posteriormente a la llegada del adoptado.
Esto nos lleva a hablar de la importancia de hacer una buena valoración de los solicitantes y a saber motivar y argumentar correctamente una no-idoneidad, sobre todo en relación con el riesgo que puede ocasionar en la adopción de un niño.
Muchas veces, la banalización que se tiene de este proceso desde el punto de vista social se traslada a otros ámbitos, como puede ser el judicial, para priorizar los “derechos” del adulto, para demandar los derechos del futuro niño adoptable, aunque legalmente estos últimos estén descritos como interés superior a cualquier otro. Es nuestra responsabilidad velar porque todos los agentes implicados sean conocedores de la complejidad de la adopción y de las consecuencias irreparables que puede tener un niño en una adopción fallada.
Finalmente, hay que agradecer a todos los profesionales que trabajan por el bienestar de los niños desamparados y muy especialmente a todos aquellos que velan desde el territorio por los derechos y la protección de todos los niños.
Este estudio, también, pone en evidencia la existencia de maltratos físicos y psicológicos dentro de la familia adoptiva y cómo es de difícil su detección y la asunción de una medida de protección del niño implicado por los profesionales que lo rodean, puesto que se trata de familias aparentemente con muchos recursos personales y sociales “normalizados”, que pueden desplegar ante una situación como esta, y en defensa de su imagen social y personal, una actitud negadora y culpabilizadora no sólo hacia el niño adoptado, sino hacia los mismos profesionales que intentan defenderlo.
Hay que recordar que la adopción es una institución jurídica de protección de un niño desamparado y en la gran mayoría de los casos es realmente así, pero todos sabemos que hay que ampliar nuestro apoyo a las familias adoptivas para minimizar los riesgos que comporta la complejidad de esta medida y garantizar un emponderamiento y una formación técnica adecuada a todos nuestros profesionales.
C. Benet Domingo.
Butlletí d’Infancia nº 68. Genralitat de Catalunya