De abuelos a padres: la crisis multiplica los casos de acogida familiar
Más de 40.000 niños en España viven en situación de desamparo.
En la Comunidad de Madrid, alrededor de 1.000 niños viven sin sus padres, acogidos gracias a programas de acogida familiar. Los recortes de la Administración en forma de ayudas de comedor, libros o apoyo social les empujan a una situación trágica.
Alrededor de 1.000 niños de la Comunidad de Madrid están en régimen de acogida por familiares distintos de sus padres, especialmente sus abuelos. La acogida familiar en el ámbito nacional abarca de los 0 a los 17 años. Se conoce como acogimiento por “familia extensa” pero, quizás debido a esa cercanía, son los grandes olvidados de la Administración que los tutela.
En su mayoría, los menores en régimen de acogida familiar se han visto afectados por casos de drogodependencias, alcoholismo o ludopatía de sus padres. En los últimos años, la crisis ha disparado el número de menores que permanecen en centros residenciales, cifra que ya alcanza los 30.000 en toda España, así como de niños en programas de acogimiento, que roza ya los 17.000.
En este último caso, las familias de acogida que residen en Madrid reciben una ayuda de la Comunidad calculada en 1.500 euros al año por el primer menor y 800 más por cada niño adicional.
Para las familias que acogen a menores, esta cifra es insuficiente, por lo que piden a la Comunidad de Madrid un esfuerzo para aumentar la ayuda. Además opinan que deberían recibir la misma cantidad de dinero por cada niño. “La Comunidad de Madrid se aprovecha de los sentimientos porque sabe que los abuelos no van a dejar a sus nietos en la calle”, afirma Ángel Olmos de INCREFAM (Infancia Creciendo en Familia) asociación que ayuda y asesora a familiares en esta situación.
A las dificultades y las consecuencias de la crisis económica, se suman los recortes en la Administración. Les afectan especialmente los recortes en las ayudas de comedor y de libros así como las ayudas especiales, las que sirven para cubrir tratamientos odontológicos y psicológicos. Al igual que el resto de integrantes de la asociación, Ángel ha visto como la Comunidad de Madrid ha dejado de lado las solicitudes para ayudas que ha presentado en los últimos años. Para muchos de estos abuelos, el tener que hacer frente a estos nuevos gastos, hacen del día a día una lucha por sobrevivir.
Los abuelos, nuevos padres y educadores
Según datos de INCREFAM, el 80% de los acogimientos en familia extensa se producen por problemas de adicción. Además del alcoholismo, la ludopatía o la drogodependencia, se encuentran otros problemas, aunque en menor grado, como los malos tratos o los trastornos psicológicos. Entre los familiares que acogen a los menores, se encuentran tíos e incluso hermanos, pero en su mayoría se trata de abuelos, para quienes la acogida supone una gran dificultad.
La mayoría de acogedores en extensa son abuelos, con un nivel educativo primario en el 59% o sin estudios en el 25% e ingresos anuales por debajo de los 6.000 en la cuarta parte de ellos. De estos, un 36% son mujeres sin pareja (normalmente abuelas viudas).
Los abuelos que acogen se encuentran en un momento de su vida en que, ya sin responsabilidades familiares, pueden dedicar todo el tiempo del mundo a ellos mismos, por lo que una de las principales dificultades a las que se enfrentan, según se extrae de los estudios realizados por la socióloga Lira Ema Rodríguez, es la pérdida de libertad.
El acoger a un menor conlleva muchos cambios, sobre todo para aquellos que ya han criado a sus propios hijos. “Me habría gustado volver a vivir en el pueblo tras jubilarme, pero en vez de eso, recibí la responsabilidad de cuidar de un bebé de cinco días”, cuenta Antonio Reyes. Se refiere al hijo de su hijo menor. Ahora su nieto tiene catorce años y Antonio todavía no ha podido realizar sus planes.
El desfase generacional pesa mucho a la hora de educar a los nietos. Antonio asegura que ahora, con casi 80 años, le cuesta más cuidar a su nieto que a sus hijos, a los que crió hace ya cuarenta años. Aún así, Ángel Olmos asegura haber disfrutado más del cuidado de su nieta que de sus hijos, ya que puede dedicarse a ella las veinticuatro horas del día. “Cogí a mi nieta casi con más ilusión que a mis hijos, porque a mis hijos apenas los veía, salía a las siete de la mañana de casa y volvía a las diez de la noche”.
Isabel Hidalgo, presidenta de INCREFAM, señala el proceso de cambio que ha vivido la sociedad en las últimas décadas. No es lo mismo educar a los nietos en la actualidad, que en los sesenta y setenta a los hijos. “Lo que valía hace unos años en normas, castigos o formas de hablarle a los niños, hoy ya no tiene sentido”, afirma Isabel, “La sociedad actual tiene nuevos peligros al que los abuelos tienen que aprender a hacer frente, como el mal uso de las redes sociales, por ejemplo.”
Algunos abuelos señalan que el hacerse cargo del menor les ha quitado la libertad y trastocado los planes de futuro, pero que en ningún momento renunciarían a cuidar de sus nietos. Volverían a aceptar el reto sin dudarlo. Lo mismo ocurre con los tíos o los hermanos. “Los niños no nos han dado beneficios. Alegrías, muchas”, dice uno de los abuelos que acoge a dos de sus nietos.
Falso reconocimiento, dificultades y problemas.
En la etapa de la adolescencia suelen llegar los problemas. Muchas familias tienen sentimientos de culpa, creen que hicieron algo mal y que por eso sus hijos tuvieron problemas. Eso repercute en la relación con el menor, ya que intentan evitar que les suceda lo mismo que a sus padres. También hay algunas que tienen dificultades al establecer normas y poner límites a los niños, ya que buscan compensar al menor por la ausencia de su progenitor.
El primer paso que deben dar estas familias es aceptar los problemas de los hijos o hermanos. Ya es bastante duro afrontar que un ser querido tiene un problema con las drogas o el juego. “Ha habido familias a las que les ha costado años reconocer que su hijo era drogodependiente”, comenta Isabel. A partir de ahí, hay que sobreponerse para poder hacerse cargo de un menor.
Tras vivir una experiencia traumática, es beneficioso para el menor vivir con familiares allegados y por eso la administración lo potencia frente a internar al niño o niña en un centro o entregarlo en acogida con una familia desconocida. Sin embargo, este sobreesfuerzo por parte del familiar no es recompensado con ayudas económicas suficientes. Antonio Reyes asegura que el principal problema al que tuvo que enfrentarse a la hora de hacerse cargo de su nieto fueron las dificultades económicas. Aunque en su caso no fue un inconveniente, para otras familias puede serlo.
Solidaridad ciudadana frente al vacío de la Administración
A sus 63 años, Isabel Hidalgo lleva más de tres décadas implicada en el movimiento asociativo. “Siempre he sido una persona a la que le ha gustado el trabajo social, sin ser trabajadora social”, confiesa. Su trayectoria profesional en la labor social comienza cuando decide trabajar de forma desinteresada con jóvenes y ancianos de su barrio, Carabanchel. Más tarde colaboraría en prisiones de Madrid y actualmente ocupa el cargo de presidenta de la asociación INCREFAM, única entidad representante en la Comunidad de Madrid del acogimiento en familia extensa.
Según Isabel, los años ochenta supusieron una inflexión social en España con la extensión del consumo de droga. “La heroína destrozó a muchas familias. En tres meses los padres tenían a sus hijos en la calle”. Desafortunadamente a Isabel le tocó lidiar con los problemas de la droga. “Cuando volvió mi hijo de la mili estaba enganchado y me vi en la obligación como madre de moverme para buscar ayuda. No es lo mismo trabajar con drogodependientes que trabajar con un hijo drogodependiente”. Su experiencia y su problema la llevaron a colaborar con FERMAD(Federación Madrileña de Asociaciones para la Asistencia al Drogodependiente y su Familia) y más tarde con UNAD (Unión de Asociaciones y Entidades de Atención al Drogodependiente), donde ocupó el cargo de vicepresidenta.
“Mi hijo tenía una niña pequeña y vi que no se podía hacer cargo de ella, y al final me hice cargo yo”. Ese fue el punto de arranque de lo que hoy es INCREFAM. “Me di cuenta de que algo había cambiado. Ya no éramos padres, éramos padres-abuelos, padres-tíos…”. Comenzó así un movimiento por parte de Isabel, al que se le fueron sumando otros abuelos que al igual que ella se habían hecho cargo de sus nietos por causas similares.
El proyecto de crear la organización tuvo una buena acogida tanto por el Ayuntamiento de Madrid, como por los servicios sociales, los CAI (Centros de Atención a la Infancia) o las personas que tenían en acogida a menores de su propia familia. Tras el primer encuentro para hablar del proyecto, que tuvo lugar en Carabanchel, el grupo ya contaba con tres miembros, cifra que creció en la segunda reunión, ya a nivel autonómico. “Cuando yo me subí a aquella mesa para hablar de la ilusión que teníamos de que se nos reconociera, se nos unieron unas treinta personas más”. A partir de ahí comenzó la consolidación del proyecto que permitió la fundación de INCREFAM en 2008 de la mano de dieciséis personas, abuelos, tíos y otros familiares que, al igual que Isabel, se habían hecho cargo de sus nietos.
En la actualidad algo más de 130 socios y voluntarios forman INCREFAM, que actúa en Madrid bajo el principio de que todo aquello que reciban los abuelos, los tíos o demás familiares de los menores en acogida se invierta en los menores. La asociación lleva a cabo actividades formativas, fundamentalmente orientadas a romper la barrera generacional que existe entre abuelos y nietos, y así facilitar la educación de estos últimos. “Seguimos peleando para que ese abuelo sea un padre y un educador a la vez, no un abuelo retrógrado”, comenta Isabel Hidalgo.
Lira Ema Rodríguez, socióloga fundadora-colaboradora en INCREFAM, se encarga de la parte técnica. Comenta que los objetivos de estas actividades se centran en dotar a los acogedores de la formación y el apoyo para que puedan cumplir sus roles de educadores, potenciar las relaciones sociales de los familiares para que sean capaces de mejorar sus relaciones con los menores y con otras personas que se encuentren en la misma situación, así como ofrecer un punto de encuentro donde también se puedan intercambiar experiencias y apoyos.
La acogida familiar y el papel de la Administración
Pese a las vicisitudes a las que se enfrentan los familiares, son pocos los que se rinden ante este tipo de acogimiento. La tasa de interrupciones, es decir, cese del acogimiento por incidencias imprevistas y no deseadas, es del 17% en familia extensa y del 25% en familia ajena. El motivo del cese de la acogida más frecuente es la mayoría de edad en la familia extensa (44%) y la decisión de cambio de medida en ajena (50%), que consiste en la mayoría de los casos en adopciones.
Aún así, hay que recordar que en la acogida la tutela depende del Estado, derivada en las Comunidades Autónomas, la familia solo tiene su guarda. Por ello, desde INCREFAM requieren que la labor y el esfuerzo de estas familias al hacerse cargo de estos menores deba ser especialmente reconocida. “A veces la Comunidad de Madrid nos trata como si fuéramos la mano de obra barata de la Administración”, señala Isabel.
Por ello, reclaman más ayudas no solo en forma de subvenciones económicas – en los últimos años han tenido que acudir al sector privado para obtener fondos debido al retroceso en las subvenciones que recibían de la Administración – sino también de forma. Por ejemplo, solicitan que esta ayuda sea directa y que no haya que solicitarla, ya que muchas de estas personas son mayores y no pueden estar pendientes del Boletín Oficial del Estado, ni están capacitados para realizar todos los trámites. Actualmente la asociación les da apoyo en este tipo de labores.
“Es imprescindible que las autoridades reconozcan el importante papel de los familiares acogedores en familia extensa dentro de la sociedad, ya que así se les facilitarán los apoyos y herramientas para ayudar a construirles un futuro mejor a cada uno de los menores acogidos”, señala Lira Ema Rodríguez.
Un reportaje de Sara García de Blas, Pablo González Portela, Laura Hidalgo García y Beatriz Martínez López.
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