Pubertad precoz: cuando la infancia termina demasiado pronto…

pubertadprecozEn los últimos años, los especialistas han detectado un descenso de por lo menos tres años en la edad de inicio de esta etapa en los niños.

Obesidad, genética o la exposición a contaminantes ambientales. Todo esto puede influir para que la infancia termine antes de tiempo y la pubertad inicie en cuerpos demasiado jóvenes.

El informe Estado Mundial de la Infancia 2011, realizado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF, por sus siglas en inglés), advierte que en la actualidad es problemático definir la adolescencia con precisión por varias razones, pues se sabe que de la madurez física, emocional y cognitiva, entre otros factores, depende la manera en que cada individuo experimenta este periodo de la vida.

La pubertad empieza en momentos distintos para niñas y niños, e incluso entre personas del mismo género. En las mujeres inicia, como promedio, entre 12 y 18 meses antes que en los varones, y estas tienen su primera menstruación generalmente a los 12 años. Pero se registran casos en que puede ocurrir, incluso, a los ocho años. En los niños, la primera eyaculación ocurre comúnmente hacia los 13 años.

Los primeros signos del desarrollo puberal son el botón mamario en las mujeres y el aumento del volumen y longitud testicular en los varones. Además, en ambos sexos hay crecimiento acelerado y aparece el vello púbico, así como olor y vello en las axilas por estímulo de la glándula suprarrenal.

«Hay indicios de que la pubertad está comenzando mucho más temprano; de hecho, la edad de inicio tanto en las niñas como en los niños ha descendido tres años en el transcurso de los últimos dos siglos. Lo anterior significa que, particularmente las niñas, pero también algunos niños, llegan a la pubertad y experimentan algunos de los principales cambios fisiológicos y psicológicos relacionados con la adolescencia, antes de ser considerados adolescentes por las Naciones Unidas (entre 10 y 19 años)», según el documento del UNICEF, publicado en 2011.

La Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap) alertó, a principios de 2013, sobre el aumento de casos de pubertad temprana en niñas, en una proporción 10 veces superior que en los niños. «Hace una década, el inicio de la pubertad en las niñas solía situarse en los 10.8 años, mientras que en la actualidad el principio del desarrollo puberal tiene lugar a los 9.8 años», señaló Concha Sánchez, coordinadora del X Curso de Actualización en Pediatría de la AEPap.

Quienes presentan pubertad precoz no solo experimentan cambios físicos, también tienen consecuencias psicológicas: estrés, ansiedad y depresión. Puede haber alteraciones en la conducta social y sexual, al que puede sumarse un bajo rendimiento escolar.

En una investigación realizada en 2013 por el Instituto de Investigación Infantil Murdoch, de Melbourne, Australia, encontraron que entre las consecuencias tienen mayor relevancia la ansiedad, depresión, tendencia a herirse y agresividad. Algunos de estos signos podrían aparecer, incluso, desde los cuatro años.

Actualmente, el incremento de estos casos, sobre todo en niñas, se ha relacionado con la epidemia de sobrepeso y obesidad infantil que aqueja al mundo. La doctora Leticia García Morales, del Hospital Infantil de México Federico Gómez, explica que en las niñas con sobrepeso suele existir resistencia a la insulina y un aumento de producción de leptina. «Esta hormona, que se produce en las células de grasa, es uno de los detonadores de la pubertad precoz. Al ganar tejido adiposo, hay más leptina y esto activa la pubertad en el sistema nervioso», explica la especialista.

A pesar de que existen tratamientos enfocados a frenar la pubertad precoz —considerada como tal cuando llega antes de los ocho años, en las niñas, y en los niños, antes de los nueve— los primeros signos de esta condición, con frecuencia, pasan inadvertidos para los padres.

Para detectar un caso de pubertad precoz, los especialistas realizan una exploración física del paciente así como su historia clínica completa, que incluye determinar su curva de crecimiento, la posible exposición a esteroides sexuales y sus antecedentes personales —como algún traumatismo craneoencefálico— y familiares, como la talla y edad de la pubertad en los progenitores. Una vez que cuentan con el diagnóstico, los pacientes suelen someterse a tratamientos de inyecciones mensuales o trimestrales de sustancias que producen la regresión parcial de los caracteres sexuales secundarios, disminuyen la velocidad de crecimiento y frenan la maduración ósea.

Por lo general, el tratamiento es suspendido tras un lapso no menor a un año y entonces el desarrollo continúa su curso normal. En algunos casos, si lo amerita, pueden administrar la hormona de crecimiento para aumentar la estatura final.

Fragmento de un artículo publicado en la edición de diciembre de 2013 de la revista QUO

http://mexico.cnn.com

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