Madre, ¿dónde estás?

Huella-dactilarFranc, leonés de nacimiento, catalán de adopción, recurre a la Fiscalía para encontrar a su familia biológica. Una mujer, acogida en el hospicio en 1958, y adoptada en 1963 busca sus raíces desde Argentina.

Sólo tres personas adoptadas en León han podido conocer sus orígenes con ayuda de la Junta. Decenas de casos, anteriores a 1988, chocan con la maraña oscura de las adopciones, trabas en los archivos de hospicios y la ‘desaparición’ de historias clínicas de la antigua maternidad.

«¡Cállate, que tú eres adoptado!». El niño tenía apenas ocho años y el grito de sus amigos en el patio de la escuela le dejó helado. Fue a casa llorando. «Tú eres hijo nuestro», le aseguran su padre y su madre. Pasa la rabieta y el tiempo. Llega la adolescencia y un amigo le quiere hacer una confidencia: «Mi abuela me ha contado que tus padres son adoptivos».

«Le digo que no, pero a partir de ese momento supe que era verdad», afirma Franc. Habla por teléfono desde Lleida, donde vive desde que en octubre de 1973 salió, con nuevos apellidos, los que tenía eran ficticios, de la residencia infantil San Cayetano de León. El bebé iba llenar el vacío de un hijo muerto en un trágico accidente. Su ‘hermano’ tenía 23 años cuando falleció.

La familia Solsona, agricultores «sin mucho dinero», destacaban, en cambio, por sus «buenas relaciones», asegura el hijo adoptivo. Un contacto con el clero y otro con una asociación de veteranos del sindicato vertical les abren el camino de la adopción en León.

Su padre y su madre lo negaron. La adopción fue regularizada como plena e inscrita en 1977. El padre de Franc, Ramón, solicitó por escrito a la Diputación que, si era posible, se anota como lugar nacimiento de su hijo el pueblo de Lleida donde residían.

Había indicios, como la avanzada edad la madre cuando nació el niño, casi 50 años, que daban que pensar. «Al final me dijeron que sí, que me vinieron a buscar a León pero nada sabían de mi madre, sólo que me había tenido en la maternidad y luego se había ido a Francia». Franc vivió su condición de adoptado como algo «vergonzante», confiesa.

Lo raro, entonces, era que a un adoptado le dijeran la verdad de su origen. María Amparo Martínez se enteró que era adoptada con 21 años de edad y desde entonces, 1979, busca a su familia biológica. Desde Argentina, donde vive, se puso en contacto con el hospicio de León y le contestaron que no había rastro de su madre. «Me dijeron que me habían dejado a la puerta, recién nacida, envuelta en ropas viejas», explica.

En 1963 la sacaron de la inclusa unos tíos suyos que hicieron de intermediarios para su adopción. Sus padres, Marcelina y Joaquín, originarios de Galicia y Valencia, habían emigrado a Argentina en 1950 y «no podían tener familia». Un hermano de su madre, Julio, con contactos en el hospicio se ocupa de los trámites. Amparo llegó a Buenos Aires de la mano de una azafata. Apenas tiene recuerdos de sus primeros años en León. Tan sólo una foto tomada en la plaza de San Marcelo.

La partida de nacimiento que consiguió después de casi treinta años de búsqueda parece indicar que nació en la maternidad de León. El médico Cipriano Pérez Delgado, más conocido en León como Arapiles, certifica su nacimiento. El puericultor que dirigió la maternidad leonesa de la Avenida de Asturias, bautizada por las monjas carmelitas como ‘Nuestra Señora de la Esperanza’.

Falsedad documental

Francisco sabe a ciencia cierta que nació en la maternidad. Empezó a indagar sobre sus orígenes hace una década. Recabó datos y envió un informe denuncia a la Fiscalía de León que encontró indicios de falsedad documental, pero sin posibilidad de juzgar a los presuntos autores porque ya han fallecido, un sacerdote y una comadrona.

El fiscal no halló rastros de los delitos de sustracción de menores o retención ilegal. En su resolución da por válida la adopción, porque las irregularidades que observa no estaban sancionadas penalmente en la época de la adopción.

El niño nació en la maternidad el 1 de abril de 1973. Al ingresar en la residencia infantil de San Cayetano, el 3 de mayo, según la ficha que obra en su poder, fue registrado como E9-73, expósito número 9 de 1973. Y tiene dos partidas de bautismo firmadas por el mismo sacerdote, Don José María González Reguera, capellán mayor de la Diputación Provincial de León.

En una partida bautismal figura sin el nombre de los padres, y con unos padrinos que nunca estuvieron en León (Rosendo Solsona y Pilar Escriba) y en otra, de 1 de octubre de 1973, es inscrito como hijo de quienes serían sus padres adoptivos legalmente desde diciembre de 1976, que fue cuando se aprobó la adopción plena.

Francisco no ha puesto denuncia en el juzgado. «No creo que sea un niño robado, busco a mi madre porque quiero saber» por qué al salir de la maternidad fue enviado a San Cayetano en lugar de salir en sus brazos. Pese a todos los puntos oscuros que hay en su caso, no le mueve un afán justiciero, sino la necesidad de conocer su origen.

Le animó una sentencia que vio publicada a finales de los 90 en un periódico de Lleida. «Una chica descubrió que era adoptiva, puso una denuncia y encontró a su familia», explica.

En el Hospital de León le contestaron que existía una historia clínica, la 25.780, que dice que el bebé número de E9-73, permaneció ingresado hasta el 5 de mayo —35 días desde su nacimiento— debido a un proceso E-926, que en el registro de enfermedades equivale a «quemaduras por radiación».

La fecha no concuerda con la de entrada oficial en San Cayetano, el 3 de mayo. Pero nada le han aclarado sobre esa misteriosa enfermedad que figura en su historia clínica, como tampoco de los datos de su madre que obran en la misma como antecedentes familiares. «En cuanto al número de la historia clínica de la madre (…) no ha sido posible su localización», subraya el gerente del hospital en la carta.

«En las anotaciones de la historia clínica 25.780 figura que el nacido era un hijo ‘no reconocido’, motivo por el que no se hacen constar los datos correspondientes a su madre», señaló el hospital a instancias del fiscal.

Son muchas las personas que no emprenden la búsqueda hasta que el padre y la madre adoptivos han fallecido. Pero en las instituciones no lo tienen fácil. Al menos en León. Amparo Martínez Pardo ha encomendado por poderes las pesquisas de su documentación en el hospicio para dar con su lugar de nacimiento.

A raíz de su aparición en un programa televisivo, hace varios años, recibió una llamada anónima que encaminaba sus orígenes hacia la comarca de La Bañeza. Pero las indagaciones que hizo una conocida en el pueblo de San Mamés de la Vega y en el barrio de San Mamés de León no han dado frutos. También supo que un matrimonio formado por Pablo Caballero Nava y Petra González González, de la calle Peregrinos, la tuvieron quince días pero renunciaron a la adopción «al parecer por miedo, pues ya habían tenido otra niña que se les murió».

Amparo tiene copia de una partida de nacimiento y su copia literal en la que también aparecen cosas extrañas. En 1963, poco antes de ser dada en adopción, se hace una anotación al margen: «En virtud del artículo 191 del Registro Civil se consigna como nombres de padres los de Alfredo y Amparo a efectos de identificar la persona. En León a 27 de septiembre de 1963».

Apellidos ficticios

Su nombre en el orfanato era Amparo Rubio Morais, apellidos que, según le han dicho, se ponían al azar. La partida oficial dice que nació a las «veinte horas del día dieciséis de abril de 1958». Estos datos tan precisos no concuerdan con la historia que le contaron de que la habían dejado «a la puerta del hospicio con ropas viejas» y sin datos de su madre (era frecuente que quien dejaba a los niños y niñas en la inclusa pusiera un papel y un nombre).

La inscripción en el registro de la niña Amparo se practica en virtud de «manifestación escrita y presentada por don Pedro Cubillo Felipe, en calidad de empleado y certificación del doctor don Cipriano Pérez Delgado». Como testigos figuran don Florencio Cano García, del barrio de Santa Ana, y Manuel Villar Villar, de la calle San Mamés.

El acceso a los archivos, especialmente a los del antiguo hospicio o residencia infantil San Cayetano que custodia el Archivo de la Diputación Provincial es complicado y se ha complicado más con la Ley de Protección de Datos, a la que invocan continuamente sus custodios sin que se haya establecido un protocolo de acceso a esta información para las personas que pasaron por el hospicio.

Derecho a saber

rFue en los años 90 a raíz del televisivo programa Quién sabe dónde, de Paco Lobatón, cuando empezaron a recibir más peticiones en busca de orígenes en la Diputación de León. Más de un centenar de casos fueron tramitados entonces. Ahora, no se lleva una estadística de las solicitudes de información, asegura el archivero Wenceslao Álvarez Oblanca. Además, explica, según cada caso «es aplicable un tipo de normativa diferente». La búsqueda de posibles niños robados en los últimos años ha hecho más férreo el control de acceso a la información. «La gente viene buscando información de la maternidad y aquí sólo hay de aspectos de la maternidad que tenían que ver con la Diputación», subraya.

La institución provincial se hizo cargo de la maternidad —hoy residencia de ancianas Santa Luisa— en 1965 como parte de su red de beneficencia.

El paradero de los archivos de la vieja Maternidad de León, entre 1953 y 1974, es un misterio. Particularmente las historias clínicas de mujeres que dieron a luz en sus paritorios en aquellos años, como se ha hecho patente en el caso de Francisco Solsona.

La búsqueda de los orígenes es un derecho que reconoce la ley a las personas adoptadas. Castilla y León fue la primera Comunidad donde se reguló, en la Ley de Protección a la Infancia de 2002. Cinco años después lo hizo el Gobierno el Estado. La ley sobre adopción internacional, de 2007, reconoce por primera vez el derecho de las personas adoptadas a conocer sus ‘raíces’ biológicas.

Un decreto de 2005 regula las prestaciones en la Comunidad hacia las personas que, al alcanzar la mayoría de edad, quieren saber sus lazos de sangre. «La Comunidad trata así de conseguir que el acceso a esta información sea formal, normado y controlado por las entidades públicas de protección, garantizándose, de esta manera, la salvaguarda de los derechos de todos los implicados», explica la consejera de Familia, Milagros Marcos.

Desde el año 2008, un total de 26 personas han solicitado saber sus antecedentes biológicos y 35 familias han hecho anotaciones registrales en el expediente de menores de adopciones. En León se han cursado tres expedientes de personas adoptadas y ocho de familias biológicas interesadas en dejar su rastro por si, en el futuro, el chico o chica quiere hacer indagaciones.

La Consejería de Familia cuenta con un servicio de asesoramiento (orientación e información profesional para personas adoptadas), un servicio de mediación (para ayudar a localizar a la familia y mediar en el caso de que quieran buscar a la familia) y otro servicio de anotación registral (la persona adoptada puede dejar escrita una nota en su expediente autorizando o no su localización en caso de que sea solicitado por miembros de su familia biológica).

En las adopciones internacionales sólo se da asesoramiento, debido a la diversidad de orígenes, dice la Junta. La familia biológica o personas con especial relación con los adoptados también tienen derecho al asesoramiento y a hacer anotaciones en el expediente al qe accederán los adoptados a los 18 años.

La norma rige exclusivamente para las adopciones de 1988 en adelante. Para el resto solo «un golpe de suerte», como apunta Franc Solsona, hará luz en sus raíces. Quieren aclarar sus agujeros negros. ¿Y sus madres?

Ana Gaitero
www.diariodeleon.es

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