El drama de los niños que son devueltos al Sename
Hay un drama del que poco se habla: los fracasos por interrupción o disolución del vínculo adoptivo. Padres que se arrepienten y devuelven al niño que se llevaron llenos de ilusión.
“Quiero que sea rubio y maneje aviones”. Así imagina a su papá ideal un pequeño que espera ser adoptado. Y así lo expresa desde su ingenuidad de niño, mientras otro, con un mayor sentido de realidad (o desesperación), se contenta con “que me quiera mucho porque yo le prometí a mi ángel de la guarda que voy a ser bueno y le voy a ayudar a mi nuevo papá con la carretilla”.
Marisol Fernández es psicóloga del Departamento de Adopción del Sename (Servicio Nacional de Menores) y ha escuchado tal cual ambos requerimientos, y varios otros, igualmente conmovedores. Es la inocencia infantil la que les permite a algunos niños expresar qué familia, qué tipo de mamá y papá quisieran llegar a tener, comenta la psicóloga, a diferencia de los padres en busca de niños para adoptar, quienes rara vez verbalizan qué quieren, aunque en su cabeza también hayan construido la imagen de un hijo soñado.
Esas imágenes ilusorias, entre otras complejas razones, son las que atentan contra el éxito de una adopción y que se traducen en que un 1,6 por ciento de las adopciones realizadas entre el año 2010 y el 2013 en Chile hayan terminado en niños devueltos.
Niños doblemente rechazados, por sus padres biológicos y por los padres adoptivos. Una tragedia, no común, pero no por eso menos dramática.
En ese periodo, 2010 al 2013, hubo en Chile 2.364 niños entregados en adopción, de los cuales 38 volvieron a las residencias de acogida del Sename porque algo fracasó en el camino. La estadística indica que 26 casos corresponden a interrupción del proceso y 12 casos a disolución del mismo. Veinte eran procesos de adopción nacional y 18 internacionales.
Chile tiene convenio con Alemania, Australia, Bélgica, España, Francia, Italia, Noruega y Nueva Zelanda. Todos estos países han ratificado el Convenio de La Haya, relativo a la Protección del Niño y a la Cooperación en Materia de Adopción Internacional, orientado a proteger a los niños y a sus familias contra los riesgos de adopciones internacionales ilegales, irregulares, prematuras o mal gestionadas. Pero nadie protege a los niños de que la adopción fracase.
No sólo en Chile.
A nivel mundial, la tasa de “devoluciones” de niños adoptados, de acuerdo a investigaciones internacionales, oscila entre 1,4 por ciento hasta 24,2 por ciento.
Rusia, por ejemplo, en diciembre de 2012 prohibió la adopción de niños de su país por parte de parejas estadounidenses a raíz del bullado caso de un pequeño ruso de casi dos años que murió encerrado en un automóvil al ser olvidado por su padre adoptivo. Vladimir Putin firmó la ley que fue llamada Dima Yákovlev, el nombre del niño muerto, y fue severísimo al condenar los casos de fracasos y del trágico destino de muchos menores adoptados por parejas de Estados Unidos.
Niños que ponen a prueba a los padres
En el Sename nos informan que la estadística en Chile es más positiva cuando se trata de adopciones nacionales; hay más devoluciones en el caso de las internacionales. Del total de enlaces nacionales, existe un 1 por ciento de fracasos adoptivos, porcentaje que en el caso de los internacionales sube a un 4,4 por ciento.
¿A qué se debe esta diferencia?
A que los enlaces internacionales son en su mayoría con niños de mayor edad. Por ejemplo, durante 2013, de los 109 enlaces internacionales, el 94 por ciento correspondió a niños de 4 años y más. El porcentaje más alto de fracasos se concentró en niños de 6 y 7 años, que corresponden al 43 del total de enlaces internacionales. Y más en niñas (23) que en niños (15), de acuerdo a los datos del año 2013.
De acuerdo a un estudio sobre este tema, “las dos variables que han sido relacionadas más frecuentemente con el fracaso de las adopciones son la edad avanzada del niño en el momento del acogimiento pre-adoptivo y el tiempo prolongado de institucionalización”.
Esto quiere decir cuánto tiempo han permanecido los niños en las instituciones que los cuidan mientras se busca una familia idónea para su adopción. En promedio, para los 38 casos los niños pasaron 35,6 meses, casi tres años en una casa de acogida, a la espera de los padres adoptivos ideales.
A pesar de la mayor tasa de fracasos, la psicóloga Marisol Fernández sostiene que los padres postulantes a adopciones de países extranjeros están mejor preparados para el complejo proceso que significa una adopción y más dispuestos a elegir a un niño mayor, no sólo a lactantes, como suele ser la condición de los postulantes a padres chilenos.
Lo que más cuesta es “colocar” a un niño mayor en una familia. Los matrimonios que no han logrado tener hijos, sueñan con una guagüita, y son muy reacios a hacerse cargo de un niño crecido. Mucho menos a asumir la adopción de hermanos, lo que también es más común entre postulantes extranjeros.
Los casos de niños que no han tenido respuesta en el país, porque o son muy grandes o son más de uno o tienen cuidados especiales, como problemas sicomotores, de oxígeno dependencia u otros temas de salud, a veces encuentran postulantes en el extranjero interesados en adoptarlos. Esto se explica en que se trata de parejas que viven en países donde hay otra cultura y otras condiciones de seguridad social y de salud –comenta Marisol Fernández, quien aclara que un niño mayor en materia de adopción es sobre los 4 años. Y agrega que “se requiere mucha preparación para asumir las pruebas que ponen los niños más grandes a sus potenciales papás”.
¿A qué te refieres con pruebas?
Estos niños tienen una fuerte experiencia de abandono en sus vidas y tienden a desconfiar, a defenderse del dolor y a poner pruebas muy fuertes a los mayores. Me refiero a negarse a comer, a hacerse pipí, a rechazar explícitamente a quien quiere adoptarlos, incluso con golpes o pataletas, midiendo cuánto están dispuestos a jugarse. Por eso, los postulantes tienen que tener una gran preparación. Y el seguimiento de un proceso de adopción debe durar un par de años. La posibilidad de fracaso es más alta en el primer año y luego se reactiva en la adolescencia.
¿Cómo se “repara” el corazón y la psique de un menor devuelto por sus padres adoptivos? ¿Es posible cuando hablamos de un niño que debe asumir un segundo rechazo?
Es muy duro, porque el niño tiende a responsabilizarse. Siente que él es el que falló. En Sename intentamos que sean los mismos padres quienes seriamente participen de la explicación de por qué la adopción no funcionó, que sean ellos como adultos quienes asuman la responsabilidad del fracaso, aunque muchas veces están sobrepasados emocionalmente. El apoyo nuestro como Sename para los pequeños es sicológico y terapéutico. Hay que ayudar a que los niños resignifiquen el abandono y no se culpen.
Marisol Fernández cuenta el caso de una pareja de hermanas de 9 y 10 años, provenientes de una región del país, a la que se les encontró una pareja interesada en adoptarlas en el extranjero. Los potenciales padres mandaron sus álbumes de fotos, regalos, objetos con que se busca que los niños se familiaricen con ellos, y las chicas empezaron a ser preparadas para el encuentro en Santiago, con apoyo del personal de Sename. Cuando se produjo el encuentro, definitivamente no hubo química. “Las niñas habían tomado contacto en Facebook con algún familiar biológico y eso las ilusionó y las desenfocó, cuestión que nosotros no sabíamos. Nosotros no sabíamos que sus corazones y sus cabezas estaban cruzados por esta interferencia. Los padres adoptivos, por otro lado, no fueron capaces de establecer contacto afectivo con las niñas, que se mostraban distantes e indiferentes con ellos todo el tiempo. Ellos como adultos se paralizaron. Fue un mes, el tiempo en el que se hacen los trámites formales, en que empezamos a percibir que el vínculo no estaba funcionando. Y tuvimos que tomar la dura decisión de no concretarlo, midiendo todos los factores en juego, y con la aceptación de los padres, que terminaron muy frustrados, pero no podíamos arriesgarnos a que las niñas salieran del país en esas condiciones. Las cosas debían definirse acá”.
En este caso, las niñas no sufrieron el rechazo; fueron los padres adoptivos los rechazados…
Ellos no se implicaron, se paralizaron, dejaron que les ganaran sus temores y probablemente se conectaron con sus propios límites. Fueron incapaces de sobreponerse a la indiferencia de las niñas. Siempre hay que pensar que en una adopción se están encontrando dos historias de duelos: el de la pareja estéril, que no puede tener hijos y ha decidido adoptar, y el de un niño abandonado por sus padres -responde la sicóloga, dando cuenta de lo difícil que es la adopción para los implicados.
Lo injusto es que los postulantes a padres pueden seguir intentándolo, pero un niño “devuelto”, cuando supera los 10 años, tiene escasísimas posibilidades de ser adoptado y lo más probable es que alcance su mayoría de edad en una institución del Sename.
Para nosotros un fracaso, por escasos que sean, resulta terrible, tristísimo. Pero siempre puede haber una segunda oportunidad y nosotros trabajamos por conseguirla.
Ximena Torres Cautivo
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