Deseaba con toda mi alma tener unos padres

seamless background with Indian symbolsAdoptar es un gran acto de amor y, por favor, no se olviden de los niños mayores. Les aseguro que el cariño lo arregla todo. Asha Miró

Asha Miró, presentadora del canal del fòrum 2004, tiene 35 años. Nació en India.

Fue adoptada con seis años por una familia catalana. Tiene una hermana que también fue adoptada. Vive sola. Ha estudiado magisterio y la carrera de piano.

Su lucha es la igualdad de oportunidades y colabora con ONG. Es católica y publica su historia, “La filla del Ganges”, editorial La Magrana.

¿Cuál es el primer recuerdo de su vida? 

Es de noche. Los ventiladores giran. Estoy tumbada en el suelo, en una inmensa sala del orfanato con muchas niñas a mi alrededor.

¿Y qué siente? 

Me siento sola y tengo miedo. Oigo el crujir de la puerta y no me atrevo a levantarme para ir al lavabo.

¿Se hacía pipí encima? 

Sí, tenía cuatro años.

¿Por qué fue a parar a un orfanato? 

Mi padre se casó en segundas nupcias, pero mi madre murió en el parto, y él no se vio capaz de cargar conmigo y me abandonó.

¿Dónde la abandonó? 

Le costó desprenderse de mí. Me abandonó dos veces en la calle, pero como Násik es un pueblo pequeño me devolvían a casa de mi padre, hasta que las monjas le ofrecieron quedarse conmigo.

¿Monjas católicas? 

Sí, monjas españolas que viven en India. Con ellas pasé mis tres primeros años de vida. Luego me mandaron al orfanato de Bombay para que fuera a la escuela.

¿Fue duro el cambio? 

La madre Adelina se convirtió en mi primera madre. No puedo decir que no haya sido querida, pero a los cinco años decidí que necesitaba unos padres.

¿Decidió, dice? 

Sí, porque veía que los fines de semana venían los padres a recoger a las niñas al internado. “¡Quiero unos papás!”, le dije a la madre Adelina y cada día iba a su habitación y le preguntaba: “¿Ya tengo papás?”… “Todavía no, reza más y algún día aparecerán.”

Y aparecieron… 

Sí, un día la madre Adelina vino con una foto: una pareja sonriente con una niña pequeña. “Estos serán tus padres”, me dijo. Fue un regalo: ¡padres y encima una hermana! Era todo lo que yo deseaba en el mundo.

—¿Cómo fue el encuentro? 

Estaba a punto de cumplir siete años. Fui sola en avión desde Bombay hasta Barcelona con mis primeros zapatos, nunca había llevado nada en los pies. Llegué cargada de regalos para mi nueva familia. El encuentro fue muy hermoso.

¿Qué sintió?

Tuve la sensación de que ya los conocía, de que siempre habían sido mis padres. La adopción es el encuentro de dos deseos muy fuertes, y eso hace que todo sea muy natural.

¿Cómo fue la adaptación? 

Fue divertidísimo porque mi padre me perseguía todo el día con un diccionario de inglés intentando entender lo que yo decía. Habían hecho un curso intensivo de inglés para poder hablar conmigo, pero yo hablaba marathi. En tres meses aprendí catalán.

¿Qué fue lo más difícil? 

Nunca había probado la carne y eso fue un suplicio. Y también llevar zapatos.

¿Y qué tal con su nueva hermana? 

Cuando yo llegué, Fàtima, que había sido adoptada también en India, tenía un año y medio. Mis padres iban a adoptar a dos hermanas, Fàtima y Mary, pero Mary murió antes de que partieran hacia España. Al principio tuvo un poquitín de celos, pero esas cosas son normales.

¿Qué tal el colegio? 

Habían dicho a las alumnas que venía una niña de India y todas me perseguían para ver dónde había guardado las plumas.

¿Añoraba su mundo? 

Mi prioridad era adaptarme, así que mi anterior vida quedó enterrada. Cuando me sentí segura, cuando mi mundo ya estaba definido: mis amigos, mis estudios, mi trabajo, decidí mirar atrás y a los 27 quise volver a India. A mis padres, pobres, los asusté.

¿Temían su viaje a India? 

Habíamos decidido que haríamos el viaje los cuatro juntos, pero a veces la vida te pone pruebas. A mí me cayó en las manos un folleto que pedía voluntarios para un campo de trabajo en Bombay y en Násik, las dos ciudades de mi infancia.

¿Estaba preparada? 

Para seguir adelante debía ordenar mi pasado. Mi madre me dio el diario que escribió mientras esperaba mi llegada. ¡Es precioso!, explica con qué intensidad una madre adoptiva desea ver la cara de su hija; sus dudas y con cuánto amor preparaba mi llegada.

¿Qué es lo que más le gusta de ese diario? 

Me di cuenta de que ella también me había deseado y eso es impresionante. El diario de mi madre me ayudó mucho en ese viaje.

Y aterrizó en Bombay 20 años después…

Me hubiera dado la vuelta inmediatamente. Tenía miedo, pero poco a poco la visión de mi país fue cambiando. Entendí que amaba ese país, pero me entristeció ver ciertas cosas como la situación de la mujer en India, que no pueden decidir por ellas mismas.

¿Cómo fue el reencuentro con las monjas? 

Muy hermoso. Hablé mucho con la madre Adelina, estaba orgullosa de ver en lo que me había convertido y me hizo un regalo maravilloso: guardaba en una cajita todas las fotos de mi niñez.

¿Vio a su padre? 

Murió cuando yo tenía nueve años. La sensación de que te han abandonado es muy dura, piensas: “Mi papá no apostó por mí”. Pero en India me di cuenta de que esa lectura era incorrecta, él no se vio con fuerzas, era débil. Con ese viaje pude perdonarle.

¿Usted adoptaría? 

¡Cómo no voy a adoptar! Yo he tenido la posibilidad de tener una segunda vida y hay muchos niños en el mundo esperándola. Adoptar es un gran acto de amor y, por favor, no se olviden de los niños mayores. Les aseguro que el cariño lo arregla todo.

Ima Sanchís
La Vanguardia

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