“Mamá, explicame por favor qué está pasando …”
A poco de nacer, fueron regalados, comprados o robados. Y de repente, como adultos, se enteraron de que sus padres no eran los biológicos. El drama y la esperanza de personas que buscan su origen.
Hugo Capparelli se enteró que no era hijo de su madre el año pasado, cuando tenía 48 años. Fue por un hecho fortuito. Su madre, de 90, respondía preguntas de rutina en el consultorio para una operación de cáncer en un pecho. Cuando el médico le preguntó cuántas veces había estado embarazada ella hizo un silencio largo.
-Nunca -dijo.
La respuesta rompió un pacto de silencio de casi medio siglo. Hugo, que estaba a su lado, abrió los ojos. “De chico había tenido sospechas. A los doce pregunté y me lo negaron. Me acuerdo que caí en una depresión muy profunda”, afirma.
A partir de entonces comenzó a indagar sobre su origen. “Tengo varias versiones de mi historia -dice Hugo, después de un año y medio de investigación-. Una es que soy hijo de una familia de Luján; otra, de Torres, un pueblo cercano. La versión más firme es que soy hijo de una de las internadas del orfanato “Ramayón López Valdivieso”, que reunía menores y adultas con problemas de conducta. En el año ‘68 hubo un episodio de trata de personas y fue presa la cúpula del orfanato. Creo que a mí me compraron”, dice.
Una persona que, por las razones que fuesen, fue separada de su familia de origen no encuentra asistencia del Estado. No tiene, como sucede con los bebés robados durante la dictadura militar, la posibilidad de cruzar información genética con las computadoras del Banco Nacional de Datos Genéticos del Hospital Durand para la búsqueda.
Vive en un limbo jurídico.
Su partida de nacimiento, aunque cuenta con firma y sello original del Registro Civil, tiene datos falsos. Un origen biológico adulterado. Y si impugnan la paternidad y maternidad ante la justicia, pierden los derechos filiatorios de sus padres de crianza.
“Cuando te enterás de que no sos quien te habían dicho tenés que salir a tocar timbres sola. No hay un instituto con gente capacitada que te ayude en la investigación, que te facilite los libros de partos, que te haga un ADN y lo coteje y te facilite una contención legal y emocional”, dice Mariana Landini.
Ella se enteró que había sido apropiada hace dos años, a los 42, aunque “las sospechas se sienten en el corazón. Las tuve toda la vida”. Mariana cree que nació en la clínica Bazterrica, de Capital Federal. “El médico obstetra era amigo de mi padre de crianza y me entregó. No tengo datos de mi mamá biológica. Sé que era una chica alta, que se atendía en la Bazterrica. Ahora debe tener 70 años. Pedí los registros de atención de ese doctor y de los partos del año ‘69 pero en la clínica me dicen que los perdieron. Con una ley que permita la intervención del Estado en la búsqueda de nuestra identidad, hubiera tenido otra respuesta”. (Ver “La necesidad …”).
La necesidad de romper un silencio para conocer el origen remite a “Philomena”. En la película, una adolescente de un internado de monjas en Irlanda tiene un hijo, al que le permiten ver un momento al día. Dos años después se lo arrancan: las monjas lo entregan a una familia. Philomena lo ve desde una ventana. Cincuenta años después siente la necesidad de salir a su búsqueda .
Luis Verdina, de 57, se enteró en el bar del pueblo, en Baradero, cuando estaba con un grupo de amigos mirando por televisión la noticia de la adopción de un bebé mapuche por parte de un matrimonio alemán.
“Es un caso parecido al tuyo, Luis”, comentó uno. Sus amigos creían que lo sabía. Su madre de crianza se lo admitió: era hijo de una relación extramatrimonial de la comunidad alemana en la Argentina. Le aportó el nombre y la dirección de la partera, “que sabía tener bebés”, que lo había entregado, en Concordia al 3800, Villa Devoto. Verdina tradujo al alemán un texto con los pocos datos que conocía de su historia. Lo envió al periódico “Argentinisches Tageblatt” que se publica en la Argentina. Una llamada lo ayudó a armar el rompecabezas. Cuando por fin descubrió quién era su madre biológica, supo que había muerto hacía tres meses. Verdina creó una ONG para ayudar a otras personas a la búsqueda. “Todo lo que no pasa por el marco legal de una adopción, es una apropiación, sustitución de identidad biológica. Por eso luchamos por una ley de universalidad del derecho a la identidad. Hoy la ley sólo contempla los casos de bebes apropiados por el Estado durante la dictadura”, indica.
Fabiana Giannoni se enteró a partir de la desaparición de su padre, que tenía demencia senil, en 2007. Se lo contó su madrina. “Abrí una página en Facebook con el nombre de la partera “Mafalda Journade”, que se dedicaba al tráfico de bebés, para obtener datos. Llegué a hablar con ella.
Tenía todo anotado en un cuadernito.
Sólo me dijo: ‘tu mamá vino del norte’. A partir de la página, aparecieron dos mamás que tuvieron hijos con esa partera y quieren encontrarlos”, relata.
Las distintas ONG que nuclean a personas con identidad sustituida coinciden en que alrededor de tres millones de argentinos fueron apropiados al momento del nacimiento en las últimas décadas. Lo sepan o no. “Yo recibo cinco llamadas por día desde hace 12 años”, dice Patricia Peña, de “Raíz Natal”, de 56 años. Ella se enteró cuando sus padres de crianza habían muerto. Supo que su mamá era una menor de clase media oriunda de Mar del Plata, que fue obligada a parir en el hospital Durand y entregar a su bebé en el Parque Centenario. “Hoy nadie se horroriza de una madre soltera. Pero hace 40 años tenías que ir a parir a cualquier lado para esconderte. En estos tiempos, los jóvenes apropiados obtienen respuestas menos traumáticas. Pero vivimos una filiación irregular, nunca fácil de procesar”, indica Silvia Sotelo, que se crió con un ginecólogo de Brandsen, entre bebés que se quedaban unas horas en la casa y luego los supuestos padres los retiraban. Desde su mente infantil, pensaba que era como un cuento de hadas. Hasta que después de muchos años de sospechas y silencios se animó a preguntar: “Mamá, explicame por favor qué está pasando …”. “Preguntale a tu padre …”.
Entonces supo que ella era uno de esos bebés que nadie sabía de dónde venían y habían dejado en la casa.
Marcelo Larraquy
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