Un millar de niños españoles nacen cada año en el extranjero a través de madres de alquiler
La gestación subrogada implica que una mujer se ofrezca a gestar a los hijos de parejas que no pueden hacerlo por sus propios medios. Es ilegal en España, por lo que las parejas interesadas lo hacen en el extranjero. EE UU es el país más garantista y donde el proceso es más caro (120.000 euros).
Llegan casi tantos niños por la subrogación como de la adopción internacional. La situación de las gestantes en países pobres despierta serios recelos éticos.
Raúl, Txus, Carla, Ramón narran sus experiencias con la subrogación. Rebecca: «Tuve mellizos para ayudar a una española que sufrió 6 abortos».
Seguramente en un año Txus (44 años) y Raúl (38) sean papás por gestación subrogada. Acaban de seleccionar a la donante de óvulos de entre 300 mujeres estadounidenses. «La escogimos mirando su historia genética, su longevidad… Hicimos Skype y ella nos aceptó». Para el embarazo han escogido a otra mujer que tiene ya cuatro hijos y les pareció «responsable». Les gustó que comparten más o menos las mismas ideas y que «vive en un ambiente relajado, con un trabajo desde casa y una familia que le apoya en esta decisión». El siguiente paso obligará a la pareja, que vive en Barcelona, a volar a Los Angeles (California, EE UU) para dejar en una clínica de fertilidad su esperma, el de los dos, y que el más eficaz fecunde dos óvulos de la donante que quieren implantar en la gestante. Así comenzará la aventura familiar con la que ambos dicen que sueñan desde antes incluso de conocerse.
Txus y Raúl son una de las 800 parejas españolas que cada año recurren a la maternidad por subrogación, una técnica de reproducción asistida popularmente conocida como ‘vientre de alquiler’, en la que una mujer se ofrece a gestar los hijos de personas con enfermedades, sin pareja u homosexuales y, a cambio obtiene una compensación económica.
En España la ley de Técnicas de Reproducción Asistida de 2006 no autoriza este tratamiento. Los interesados salen a países —EE UU, México, Rusia, Kazajistán, Ucrania o Tailandia y, desde este verano, a Grecia— donde la legislación les permite figurar como padres a pesar de no haber parido. Una vez nace el niño, los padres se inscriben en el consulado o la embajada de España y regresan. En el último año han podido entrar en el país hasta un millar de niños de subrogación, según el cálculo de Son Nuestros Hijos. Son ya casi tantos como los que llegan por adopción internacional (1.188 en 2013).
La subrogación no era la primera apuesta para ser padres de los barceloneses Txus y Raúl. «Primero miramos la adopción, pero era muy complicada. La lista de espera es de 7 años», explican. Y si la adopción nacional era lenta, la internacional es imposible para gays. Así que, siguiendo la estela de una pareja amiga, contactaron con una consultora madrileña, Interfertility, que les asesora en el proceso de ser padres en Estados Unidos.
Parejas que se hipotecan para poder formar una familia
Al despacho de Interfertility, ubicado en un piso del Barrio de Salamanca, llaman «todo tipo de personas con algo en común, no poder gestar a sus hijos», explica Santiago Agustín, socio fundador de la agencia. «Vienen bastantes gays, pero a la subrogación llegan en su mayoría parejas heterosexuales con problemas de fertilidad que no se solucionan con otra técnica. Los gays vienen cargados de ilusión y las parejas heterosexuales traen consigo una mochila de sufrimiento, arrastran un historial de abortos, problemas oncológicos y otras dificultades médicas», describe Agustín.
La agencia trabaja codo con codo con la californiana ‘Extraordinary Conceptions’, una compañía que eligieron «por su seriedad y transparencia». De momento solo ofrecen su servicio en EE UU, dicen que porque es el país donde el tratamiento de fertilidad por subrogación para extranjeros está más arraigado.
«Llevan tanto tiempo que no hay lugar para las sorpresas desagradables. En veinte años ya han pasado por todos los conflictos posibles: malformaciones del feto, gestantes que a última hora pretenden echarse para atrás, rupturas o fallecimiento de las parejas que recibirán al niño… Todo está previsto y acordado de antemano», resume Agustín. Precisamente por ser tan garantista, EE UU es también el país más caro para una gestación subrogada. Un tratamiento cuesta alrededor de 120.000 euros. Agustín explica que la mayoría de las parejas que demandan sus servicios tienen que hipotecarse para fundar una familia.
En el ordenador portatil de Agustín se abre la base de datos de las madres gestantes de California. Bajando el cursor, Agustín muestra los perfiles de decenas de jóvenes sonrientes. Hay ahora mismo unas 40 mujeres dispuestas a gestar los bebés de otros. EE UU obliga a que sean las futuras embarazadas las que decidan a quién desean ayudar a ser padres. «Todas tienen entre 21 y 32 años, al menos un hijo, y una situación económica normalizada. Es decir, que ni el carro de la compra ni el alquiler dependen de la contratación para la gestación». En compensación recibirán 22.000 euros, más otros 5.000 para gastos asociados, vestimenta o accesorios.
Las asociaciones reclaman su legalización en España
La ralentización de la adopción, el matrimonio homosexual y la visibilización de las familias han incrementado el interés por la subrogación. Y han hecho brotar una decena de empresas que ofrecen sus servicios a parejas españolas que desean subrogar en el extranjero. No son pocas las que se han especializado en buscar destinos alternativos a EE UU para reducir costes. Sin embargo, diversas voces del sector advierten de la inseguridad jurídica y ética de algunos países. Los menos transparentes son México, Ucrania, Rusia y, sobre todo, Tailandia o India. Allí el proceso de subrogación puede salir bien, pero también llegan noticias de explotación de gestantes y fraudes. La mayoría son parejas heterosexuales con problemas que no soluciona otra técnica de fertilidad
«No todas las familias pueden costearse la sanidad americana, que es la más cara del mundo, pero aconsejamos a los futuros padres que tengan cuidado con la inseguridad que existe en algunos países», dice el presidente de Son Nuestros Hijos, Antonio Vila Coro, padre de una niña nacida por subrogación en EE UU. La asociación reivindica la legalización en España, como en Reino Unido donde además de legal sin ánimo de lucro lo cubre la Seguridad Social. Preparan ya una ILP (iniciativa legislativa popular) para elevar la propuesta al Parlamento.
«Ya no lo veo tan lejos», dice Vila Coro. «Hace cinco años lo veía imposible. Pero las familias nos hemos visibilizado y estamos mostrando nuestra realidad, consiguiendo que la sociedad cambie sus juicios de valor. Antes éramos objeto de reportajes de cámara oculta, pero ahora gracias a que las familias están explicando sus procesos y a que los famosos tampoco se esconden, lo veo más cercano», dice entusiasta Vila Coro.
Carla y Ramón, los papás de un niño por subrogación
Carla y Ramón son de Mataró. Son los padres por subrogación de un niño de dos años y medio, de nombre también Ramón. A Carla con 15 años le tuvieron que extirpar el útero. Cuando la pareja empezó a pensar en formar una familia, la adopción parecía la única opción, pero se cruzó la alternativa de la subrogación y descubrieron que solo esta técnica les permitía tener un hijo genéticamente suyo, porque Carla podía ovular. Iniciaron los trámites en 2010, cuando apenas había información sobre la subrogación en España, y confiesan que se sintieron bastante solos en el proceso y abrumados por una farragosa burocracia americana.
«Nos gustó que allí se cuidan las tres partes del proceso: a la gestante, al niño y a los padres. Es un proceso largo, un embarazo siempre lo es, y está repleto de incertidumbres, médicos, abogados, seguros…», advierte Ramón. La gestante de su hijo, Mónica, vive en Atlanta. «Es muy trabajadora, empleada de una gran compañía norteamericana. Se ofreció a ayudarnos porque es una persona muy práctica. Nos dijo que quería ahorrar dinero para la educación superior de sus hijos, que en EE UU es carísima. Había pensado en ser donante de óvulos, pero sus dos embarazos habían sido perfectos y se prestó», cuenta Ramón.
La pareja no esquiva las polémicas que suscita esta técnica por prácticas inseguras en algunos países. Otros ingredientes como la compensación económica a la gestante o el nuevo concepto de familia, ahora que los hombres pueden tener hijos, añaden gasolina a los comentarios sensacionalistas. «Pero poco a poco la cosa se va normalizando», opinan ellos. A Carla y Ramón les gustaría poder dar a su hijo un hermano en España, pero por si acaso han comenzado a ahorrar.
Cuando el año que viene Txus y Raúl, los barceloneses que ansían ser padres, tengan a sus gemelos en brazos, a buen seguro no tengan los problemas que otros gays han tenido recientemente a la hora de inscribirlos como hijos suyos en España. Hasta hace unos años, como solo eran parejas heterosexuales las que usaban esta técnica los consulados no solían poner trabas. Fue a partir de 2006, con el matrimonio homosexual, cuando hubo reticencias a inscribir a dos hombres como padres. Una instrucción del Ministerio de Justicia en 2010 aceptó su inscripción. Pero este año, en febrero, el Tribunal Supremo lo prohibió alegando que en España solo se podían registrar hijos a su madre.
Semanas después, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos enmendó la plana al Supremo español ordenando la inscripción de los menores en aras de su protección. La Asociación Son Nuestros Hijos ha conseguido en octubre arrancar el compromiso del Gobierno del PP de aprobar una enmienda a la Ley del Registro Civil que legalice las inscripciones de los menores nacidos por subrogación en el extranjero. «Para entonces España tendrá reconocida por fin la gestación subrogada con mucha mayor seguridad jurídica», celebra Vila Coro, presidente de la asociación.
A. Larrañeta
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