Una década para adoptar

familleFamilias alicantinas lamentan las trabas para que les asignen a un menor. «Iniciamos en 2008 los trámites con un niño nacido en España y nos aseguran que aún quedan entre dos y cuatro años más», expone una pareja

«Adoptar es un proceso más duro de lo que se puede pensar desde fuera, aunque al final el resultado merece la pena», advierte Daniel Álvarez de Adopta2, Asociación de Familias Adoptantes de la Comunitat. Se convierte en una auténtico vía crucis. Años de espera que llegan a desesperar. Calma tensa confiando en que suene el teléfono y la voz del otro lado devuelva las sonrisas al hogar: «os han asignado un niño». A partir de ese instante, todo es diferente. Sin embargo, el tiempo discurrido anteriormente «tiene muchos más momentos de desasosiego que de alegrías, aunque lo volveríamos a vivir», aseguran las familias consultadas.

Existen diferentes caminos para hacerse con la patria potestad de un menor. Algunos optan por la adopción nacional, otros son más proclives a la internacional, mientras que últimamente, tanto los distintos países como la Conselleria de Bienestar Social tratan de que los futuros padres opten por el denominado pasaje verde. Niños con necesidades especiales.

En estos casos, la asignación puede ser mucho más rápida. «Aunque las familias se decanten por esta vía no deben hacerlo por la velocidad, sino porque han tomado una decisión de forma madura y consecuente respecto a sus capacidades y el ofrecimiento que realizan para un menor con estas características», destaca Álvarez, en este sentido.

La mayoría de familias opta por la adopción tras saber que no puede tener hijos biológicos

En cuanto al resto, sucede todo lo contrario. Salvo contadas excepciones, se tarda años en adoptar a un niño. Sobre todo si ha nacido en España. Daniel Álvarez explica que una «familia puede permanecer hasta 10 años esperando».

La situación en algunos países con adopción internacional no difiere en exceso. Los expertos destacan que hace una década era más sencillo, pero los gobiernos van cerrando fronteras, sus economías han ido creciendo y prefieren que sean familias autóctonas las que se hagan con la patria potestad del menor.

«La reducción de adopciones en España no es más que un reflejo de lo que vivimos. La crisis y el paro tienen mucho que ver, igual que el cierre de la adopción en algunos países y el incremento de los tiempos de espera», indica Álvarez que, por otra parte, añade «que no se puede echar la culpa de ello a la Administración».

Con todo ello, se ha producido una caída drástica tanto de las solicitudes como de las adopciones que otorgan los juzgados. Especialmente las de niños nacidos fuera de nuestras fronteras. «En estos instantes hay expedientes abiertos en China desde diciembre de 2006», destaca Miguel Góngora, presidente de la Federación de Asociaciones de Adopción Internacional.

La adopción internacional se ha desvanecido. En 2006 llegaron al territorio valenciano 370 menores, prácticamente uno al día, durante todo el año pasado, tan sólo 35. En la última década, desde China han venido 906 menores, únicamente nueve de ellos en 2014.

Escoger la vía de Rusia puede superar los 40.000 euros porque hay que viajar hasta en tres ocasiones para completar el proceso. «El coste de una adopción internacional varía según el país, pero como mínimo rondará los 20.000», indica, en este sentido, Daniel Álvarez.

La mayoría de las familias que inician el proceso vienen de recibir la nefasta noticia de no poder tener hijos biológicos. Algunas, incluso han pasado por varios intentos de fecundación ‘in vitro’ en balde. Cuando la única opción es adoptar, la espera se hace todavía más dura. Es el caso de Irene y Juan Carlos.

Irene y Juan Carlos

Este matrimonio de Novelda ha tenido que luchar con todas sus fuerzas para tener junto a ellos a su hija. Ahora esperan que llegue un segundo, pero todavía no saben cuándo les llamarán. Hace ya siete años iniciaron los trámites, tras «momentos muy duros», ya que más «que esperar es desesperar».

«Desde el primer momento en la Conselleria de Bienestar Social nos dijeron que se tardaba 5 o 6 años, pero luego, a través de otras familias que vas conociendo, te enteras de que son más, que cuesta mucho tiempo», lo que se traduce en momentos complicados, sobre todo tras todo lo que ya habían vivido. El matrimonio inició el proceso de adopción nacional -algo que siempre habían tenido en mente- cuando conocieron que por problemas de infertilidad no podrían tener un hijo biológico. Así empezaba un calvario con final feliz. Los años pasaban y no sabía nada de la solicitud enviada. Empujados por el gran deseo de ser padres, buscaron un país que no tuviera mucho tiempo de espera y con transparencia.

«Queríamos estar seguros de que nos asignaban la patria potestad de un menor por los cauces legales, que se hacía todo según la ley», resalta Juan Carlos. Su primera opción fue Marruecos, pero de nuevo, otro ‘palo’. «Justo cuando nos tocaba acudir a realizar las entrevistas nos llaman para decirnos que habían cerrado las fronteras. Fue muy duro, pero empezamos a buscar por foros y conocimos a dos familias que habían adoptado en Nicaragua». Y no lo dudaron.

En 2012 mandaron la solicitud. Un año más tarde las autoridades del país centroamericano daban su visto bueno, y ya sólo les quedaba ser asignados. «Cada día sueñas con su cara, no dejas de pensar en nada más que no sea abrazarla y cuidarla», admite una emocionada Irene.

A finales de enero de 2014 los llamaron para que viajaran corriendo a Nicaragua, donde aterrizaron el 6 de febrero. Iban a criar a una niña sana de tres meses. Un día después, por fin, tienen en sus brazos a Emma y la vida les sonríe. Pese a ello, por cuestiones burocráticas tuvieron que permanecer allí cuatro meses. «Nos hicieron una entrevista de seguimiento y lo demás era esperar el consejo y posterior juicio, así como la sentencia de adopción. En la vista estaba el ministerio fiscal y la directora del Ministerio de adopciones de Nicaragua. Sólo faltaba ir a la embajada, que nos dieran su visado y poder volver», recuerdan.

Manolo y Maribel

Existen pocos casos como el de este matrimonio de Aspe. «Decidimos ser padres adoptivos pudiendo tener hijos», admiten sin ningún arrepentimiento. Ni siquiera les pesa los años de espera y desesperación. Como reconoce Manolo, «en el momento en que te encuentras de lleno en el proceso todo es muy lento pero con la niña en casa todo se ve de un modo diferente».

Su trayectoria empezó en 2007. Querían un menor vietnamita (acabó siendo chica). Meses más tarde decidieron también rellenar una solicitud en España -que no tiene por qué ser un niño español, puede ser de padres biológicos extranjeros-. Su hija está con ellos desde 2010 tras una tensa espera. Sin embargo, el expediente nacional no avanza.

De momento, desconocen cuando recibirán la ansiada llamada que les aunicie la asignación de un menor y Manolo empieza a pensar en tirar la toalla. «Dentro de cuatro años tendré 50 y seré mayor para poder criar a un bebé, jugando con él y con todo lo que requiere», lamenta. Pese a todo, es una circunstancia que no les quita el sueño. «Teniendo ya a Iael en casa, todo se ve desde una perspectiva distinta». No fue sencillo. Desde el momento que decidieron lo que querían encontraron problemas. «No estaba nada claro que pudiésemos adoptar en Vietnam. El país estaba abierto, pero no tenía firmados los convenios con La Haya. Por si no salía bien, decidimos acudir a la adopción nacional», señalan.

Hasta que lograron tener en casa a la pequeña Iael sufrieron de lo lindo. «Si tres años de espera se hacen eternos, no quiero ni pensar lo que puede ser pasar ocho o más», admiten. Aunque hay un momento de ilusión que todo cambia. «Cuando llega el momento de tenerla en brazos, todos los tristes recuerdos de esos tres años se te olvidan», recuerdan ahora con satisfacción.

En su caso, permanecieron en Vietnam un par de semanas. «La ida es una mezcla de nervios y felicidad. 17 horas de viaje, que a la vuelta son inimaginables. Y ahora todo vale la pena sólo con que tu hija te diga te quiero», destacan.

Siguen esperando un segundo niño, aunque al tener ya una pequeña en casa «todo cambia porque vives por y para ella». Aún quedan años para que llegue y Manolo tiene dudas mientras Maribel lo anima a no decaer. «Empecé el proceso con 39 años y ya tengo 47. La ilusión se va perdiendo. Se te va la energía porque ves que te haces mayor y se está perdiendo momentos buenos de tu vida», lamenta el marido.

Niños nacionales, sin tasas

Para llevar a cabo una adopción nacional no hay que abonar ninguna tasa para la valoración psicosocial. Desde Bienestar Social pretenden incentivar este modo las peticiones de patria potestad de un niño. De igual modo que quieren que crezcan las solicitudes por niños con necesidades especiales. En cambio, para hacerse con un menor extranjero, aquellos que iniciaran el proceso tras el 1 de enero de 2014 sí deben pagar.

José M. Ortuño

www.laverdad.es

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