Demasiado tarde para ser madre
El retraso de la maternidad aboca a los interesados a tratamientos de fertilidad; un 10% no lo logra
«Si volviera a nacer, a los 25 me pondría a tener hijos». Gloria Labay, matrona, se enjuga las lágrimas y se suena la nariz. Acaba de narrar la historia de su fracaso reproductivo. Una historia que arranca con 38 años e incluye dos embarazos naturales, tres inseminaciones y una fecundación con semen de donante para ser madre sola, dos fecundaciones con ovocitos de donante para ser madre con su actual pareja, cuatro abortos y la guinda: el fracaso en su intento de adoptar a un niño. En ese momento su cerebro hizo click. Tras seis años de intentos finalmente tiraba la toalla. Necesitó ayuda psicológica para dejar atrás esa etapa de su vida y abandonar el piso que se había comprado lejos del centro de Barcelona con un cuarto para el bebé que soñaba con acunar. Necesitaba rehacerse. Enamorarse de nuevo de la vida.
La edad media a la que las españolas son madres no ha hecho más que aumentar. En 1980 era de 28,2 años. En 2014, 32,2. Actualmente el 33% de los niños que nacen en España son hijos de mujeres de más de 35 años. En 2012 hubo el triple de embarazos en mujeres de más de 40 años que en 2000. Pero todos estos datos no muestran una cara de esta nueva realidad: el dolor de las mujeres y parejas que se quedan por el camino. Los que no alcanzan su sueño. Por problemas de fertilidad. Por causas desconocidas. O porque se pusieron demasiado tarde a intentarlo.
La tasa de embarazo de la mujer según su edad cae irremediablemente. Con 25 años, hay un 25% de opciones por ciclo de lograrlo. Con 30, un 22%. Con 35, un 12%. Con 40, un 5%. Y con 45, un 1%. Y sin embargo, miles de mujeres se ponen a ello cada año rozando ya edades difíciles o imposibles. Isidoro Bruna, de la Sociedad Española de Fertilidad, explica el por qué: “Asumen que si su aspecto físico es bueno, también lo será su fertilidad y creen que lo lograrán al igual que las famosas que tienen hijos pero no explican que son fruto de la ovodonación, que son un tercio de todas las fecundaciones que se realizan. Es una pena que durante sus chequeos rutinarios los ginecólogos rara vez les informen de la caída de su reserva ovárica”.
El límite de 40 años que fija la sanidad pública para someter a una mujer a un tratamiento de fertilidad, empuja a miles de parejas y mujeres a una de las 200 clínicas privadas que hay en el país. En torno al 3,2% de los niños nacidos en España fueron gestados mediante técnicas de fertilidad. En 2013, 27.780 pacientes se sometieron a una fecundación in vitro (con un coste medio de 4.000 euros). Pero un 10% de ellos, según la estimación del sector, no lo lograron.
Laia (nombre ficticio), arquitecta y catalana, retrasó la búsqueda del bebé. Hasta ese momento no había parado de trabajar. «Por la crisis intuía que me podía quedar sin trabajo, así que esperé un poco. Todos a mí alrededor, incluida mi ginecóloga, me decían que 37 años no eran tantos. No imaginé lo que se me iba a venir encima». Tras dos tratamientos en una clínica privada le dijeron que sus óvulos no eran de buena calidad y que por eso no se quedaba embarazada. Le propusieron una técnica que implicaba someterse a varios ciclos para obtener 10 embriones, analizarlos y transferirle los de más calidad, pero Laia y su marido no quisieron seguir adelante. Como muchas parejas, el sufrimiento que les causó cada intento fue suficiente para decidir parar. “Sé que puedo ser feliz de otras maneras”, dice Laia. «A veces pienso que me he rendido, pero me resulta más fácil asumirlo a la posibilidad de que se me cierren más puertas. Con 42 años he entendido que hay cosas que tengo que asumir. ¿Conformista? Tal vez. Ahora lo que más miedo me da es el futuro, cuando sea una abuelita sin energía. Me da miedo imaginarme sola el día de Navidad. Qué paranoica, ¿no?».
Una de las consecuencias del inicio tardío de la natalidad es que las mujeres gestan menos hijos que antes, otra de las causas de que en el primer semestre de 2015 haya habido más muertes en España que nacimientos. Pero no siempre es una decisión meditada. Cristina, 42 años, tuvo a su primer hijo mediante tratamiento en una clínica privada. Con 39 años volvió al mismo sitio buscando un segundo bebé pero su reserva ovárica no respondió. O se conformaba o intentaba una ovodonación. «Tenía 41 años y me deprimí muchísimo. Estábamos en la playa, mi marido jugando con nuestro hijo y yo no podía parar de llorar. Era una lucha interna enorme».
Angustiada, buscó información en Internet como muchas otras parejas y mujeres. Acupuntura para la fertilidad. Meditación. Acompañamiento para sobrellevar el estrés (como ofrece Eva Bernal, que tuvo tres hijos tras someterse a 18 tratamientos). Charlas para entender el proceso de cada miembro de la pareja… De todo lo que encontró, a Cristina le interesó especialmente un método basado en la alimentación que ofrece la enfermera Virginia Ruipérez. «Me cambió la dieta por una sanísima. Ella defiende que ayuda. Yo no lo sé. Desde luego malo no puede ser y quería hacer todo lo que estuviera en mi mano». Tras tres meses ella y su marido optaron por intentar la ovodonación. Pero tras el tercer fracaso, en diciembre pasado, decidieron parar. «Daría todo lo que tengo si me aseguraran que con un tratamiento más lograría el embarazo, pero no puedo vivir obsesionada por algo que no existe ni va quizá a existir».
Tras el cuarto aborto, la ginecóloga de la clínica pública en la que Gloria Labay se sometió a todos sus tratamientos, le hizo un segundo estudio de fertilidad. El primero había salido bien, pero en el segundo comprobaron que su útero tenía forma de corazón (arcuato). Gloria se quedará con la duda de si ese fue el motivo de sus abortos. Sí sabe por qué no le dejaron adoptar. Cuando inició el proceso lo hizo en Nepal como familia monoparental. Pero muy pronto se cerraron las adopciones con ese país por falta de controles. Tres años más tarde le ofrecieron abrir una nueva vía y al contar que tenía novio, le negaron la idoneidad. «Ahora tengo 51 años», empieza la matrona. «Diariamente por mi profesión soy testigo del milagro de ver nacer a una criatura y es duro comrpobar que es un tren que para mí ya pasó, aunque ahora ya no pienso en ello todos los días. Pero hay que reinventarse. No tener hijos también tiene ventajas, puedes disponer de tu vida como quieras, tienes más dinero para lo que te dé la gana. Una psicóloga me dijo que quizá no podría ser madre, pero sí podría ser la mejor tía. El año pasado me fui con tres sobrinas, de 8, 6 y 4 años, a un camping. Este año ya estoy planeando un viaje al Pirineo catalán. De momento tenemos feeling. Pero lo de la maternidad será siempre mi herida de guerra».
¿PUEDEN AYUDAR MÁS LOS GINECÓLOGOS?
A la vista de que la edad media de las pacientes que pisan una clínica privada con idea de someterse a un tratamiento para ser madres es de 38,2 años, varios expertos de la Sociedad Española de Fertilidad redactaron un documento para que los ginecólogos ayuden a las mujeres, a unas edades más tempranas, abrir los ojos a la realidad. “En 2012 les hicimos llegar un texto con información sobre cómo informarles sobre su reserva ovárica”, dice Isidoro Bruna, uno de los autores. “Pero, desgraciadamente, caló a pocos”. Bruna defiende que los ginecólogos deberían preguntar a las mujeres en sus chequeos rutinarios si han valorado la maternidad.
Sin embargo, Tirso Pérez Medina, Vicepresidente de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia y Jefe de Servicio del Hospital Puerta de Hierro de Madrid, cree que el asunto es mucho más delicado. “Les puede hacer sentir mal. Lo que sí hago es decirles que, si tienen pensado quedarse embarazadas, no esperen demasiado para ponerse a ello”.
Carmen Pérez-Lanzac
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