Jenna Cook, la niña adoptada que más de 50 familias reclamaron como suya en China

El 24 de marzo de 1992, en una estación de bus de la ciudad de Wuhan, en China, fue abandonada una bebé. En esos días, la política de un solo hijo, impuesta por el gobierno chino, establecía fuertes multas a las familias que tuvieran más de un descendiente. Pero a la vez estaba prohibido -y todavía lo está- dar en adopción a un hijo no deseado. No había ni siquiera un proceso formal de adopción.

Pero también por esos días, el gobierno había decidido que personas extranjeras podían adoptar a niños chinos abandonados. De esa forma la bebé que fue dejada a su suerte en la estación de bus terminó viviendo en la casa de la profesora de primaria Margaret Cook, en el estado de Massachusetts, EE.UU.

Su nuevo nombre fue Jenna y fue una de los 80.000 bebés, la mayoría niñas, que han salido de China hacia EE.UU. en los últimos 25 años. Jenna siempre supo que había sido adoptada.

«Nosotros hablamos de la adopción de la misma manera que hablamos de lo que íbamos a cenar. Nunca pensé que fuera un tema complicado», dijo Jenna.

«Pero algunas veces pensaba, cuando me miraba el ombligo, que alguna vez había estado conectada a otro ser humano. ‘¿Dónde estará esa persona?, ¿realmente existió?’. Algunas veces pensaba que yo solo había aparecido de forma espontánea en la Tierra», agregó.

Nunca perdió su vínculo con China: su madre adoptiva la llevó a clases de mandarín y compartió experiencias con niñas que habían vivido lo mismo.

Se había convertido en una gran estudiante, pero siempre a la sombra de preguntas como ‘¿habré hecho algo malo para que mis padres me dejaran tirada en la estación de buses?’.

En 2011, cuando estaba en medio de la grabación de un documental sobre su experiencia de adopción junto a otras cuatro jóvenes que habían nacido en China (que se tituló ‘Somewhere Between’), la realizadora, Linda Goldstein, le preguntó si se sentía «abandonada». «Definitivamente una parte de mí todavía desea nunca haber escuchado la palabra ‘abandonada'», explicó.

Durante el desarrollo del documental, Jenna comenzó a escarbar en su pasado y terminó como voluntaria en el orfanato chino donde había vivido antes de ser adoptada por Margaret.

Pero una cosa era volver al orfanato, otra muy distinta buscar a sus verdaderos padres biológicos en un país donde abandonar a un bebé era un crimen y la documentación sobre su adopción apenas había sobrevivido el desorden burocrático.

Sin embargo, una historia la impulsó a seguir en esa búsqueda: Haley, una de las otras jóvenes que participaron en el documental, tuvo una especie de reencuentro con su familia biológica cuando volvió a China.

De acuerdo al documentalista Changfu Chang, que se especializa en este tipo de historias de adopción, es clave saber el lugar de origen para comenzar la investigación.

«La sociedad china es una sociedad conectada. Realmente no hay muchos secretos. Mientras llegues a un lugar en particular, barrio o comunidad, las otras personas van a ayudarte a conseguir toda la información que necesites».

Pero el caso de Jenna era complejo: ella fue hallada en la estación de buses de Hongji, donde unas 12.000 personas llegan todos los días a la ciudad de Wuhan. Eso hacía que la búsqueda de su familia biológica fuera mucho más difícil de lo que parecía en un principio.

Carteles y confusiones

En 2012, con 20 años, Jenna viajó a China y comenzó la búsqueda. Pero cada avance resultaba un poco estéril.
«‘Tuve un vecino que sí abandonó a una niña’ o ‘Un primo mío también dejó a una niña, pero no sé si fue en 1992 o en 1993’, me decía. Pero nadie me daba una pista clara», explicó Jenna.

«Igual me sorprendió la reacción de la gente: yo pensé que mi historia era una gota de lluvia en el océano y resultó que no, que la gente estaba realmente interesada en lo que pasaba», agregó.

Como lo había señalado Chang, la gente de la comunidad comenzó a involucrarse con su caso y a ayudar: la entrevistaron en un periódico local (que tituló la nota ‘Pá, má, realmente espero poder darles un abrazo. Gracias por traerme al mundo’) y le ayudaron a pegar carteles en toda la ciudad con una foto suya de cuando era niña.

El artículo generó una repercusión polarizada, pero a la vez, sorprendente.

«Recibí todo tipo de mensajes. Desde gente que me decía lo fantástico que les parecía que estuviera buscando a mis padres y que me deseaban lo mejor, hasta personas que opinaban que realmente estaba perdiendo mi tiempo y mi energía y que debía volver a Estados Unidos», relató.

Y entre aquellos mensajes se encontraban los de varias personas que le decían que ellos podían ser sus padres. Juntó mensajes de 50 familias distintas, que decían que habían dejado a una bebé en la misma calle de Wuhan en aquel marzo de 1992.

50 familias

Más allá de la recepción, fue sobre todo del número que sorprendió a Jenna: esas 50 familias estaban dispuestas a probar que realmente eran sus padres.

«Resultaba paradójico, porque abandonar a un bebé es un crimen y la televisión china había decidido seguir mi caso. Así que iba a quedar registrado en cámara, de alguna manera, que aceptaban que habían cometido un crimen».

El procedimiento para saber quiénes eran sus padres funcionó de la siguiente manera: si había alguna familia que fuera similar físicamente, entonces se decidía hacer una prueba de ADN.

Y Jenna, con el apoyo de su madre adoptiva que había viajado desde Estados Unidos para ayudarla en su búsqueda, no quiso hacerlo sin reunirse personalmente con cada una de las personas que decían ser sus padres biológicos.

«Muchos de ellos no venían solos sino también con sus hijos, lo que me sorprendió, porque pensé que cada familia solo podía tener un solo hijo», dijo.

Pero las entrevistas la dejaban cada vez más exhausta: «Pensaba que cada encuentro era el que iba a reunirme con mi familia y quería caerles bien y sentirme cómoda. Fue un proceso bastante agotador».

Experiencias conmovedoras

Pero más allá de su propia expectativa, lo que se encontró fue un drama de abandono y ausencias. Una mujer le entregó una delicada pieza de ropa roja y azul, que hacía parte del conjunto con el que había vestido a su bebé el día que la había abandonado.

«Esperaba reencontrarse con ella algún día y completar de nuevo el conjunto. Estaba totalmente destrozada», recordó Jenna.

Los casos se fueron replicando, cada uno con su dolor propio. Además, cada familia se acercaba a Jenna como si ella fuera su hija perdida.

«Muchos me preguntaba si estaba bien, si me habían dado de comer, si no me habían maltratado. Todos estaban preocupados por su pequeña bebé abandonada», explicó.

Al final, después de entrevistarse con todos y cada uno, llegó a la conclusión de que iba a hacer una prueba de ADN con 37 de las familias que se presentaron.

Cambiar el destino

Tristemente, todas las 37 pruebas salieron negativas. Fue realmente una decepción para Jenna.
«Lo más duro de ver esos resultados negativos fue que realmente yo quería ser la hija perdida de cada una de esas familias», señaló. «Ser la persona que curara todo ese dolor, ¿quién no querría serlo?».

Jenna Cook se encontró con el testimonio de decenas de madres y padres de familia que le expresaron su dolor de haber abandonado a su bebé.

Aunque la marcó la decepción, Jenna sintió que esta experiencia también la ayudó mucho. «Una pequeña parte de mí sentía que había algo que podría haber hecho 20 años atrás que de alguna manera hubiera evitado esta situación de estar buscando a mi familia tanto después», anotó Jenna. «Pero cuando estuve allí me di cuenta que realmente eso había estado fuera de mi control».

Jenna, quien estudió en Yale, tiene una mirada también objetiva de lo que pasó en China por entonces. «Yo había leído sobre la ley de un solo hijo y también sobre los padres que abandonaban bebés o cometían infanticidio. Pero conocer a todas esas familias que realmente habían vivido la experiencia y que se arrepentían de lo que habían hecho y que también tenían un enorme amor para ellas, le cambió esa forma de pensar», dijo.

La búsqueda ha terminado, aunque ha decidido seguir trabajando en los orfanatos en China. «Realmente me gustaría reunirme con mi familia biológica. Pero no puedo saber si eso va a ocurrir».

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