El camino de la adopción

Tener hijos nos convierte en padres, de manera automática. Nos añade hojas en el libro de familia y una lista interminable de cosas por hacer de aquí a 30 años vista.

Pero no nos convierte en buenos padres o madres. No es un billete a una crianza feliz o sencilla. No es garantía de una vida sin frustraciones o dramas. La carga genética no nos garantiza una mayor cantidad de amor mutuo, ni tan siquiera en una de las direcciones. Incluso aunque nos parezca anti-natural hay padres
que rechazan a sus hijos, y viceversa, que no sienten ese amor que debería darse por hecho en todo caso, y de manera instantánea desde el mismo momento casi de su concepción.

Pero no. No pasa así siempre. No es tan sencillo. Y a veces sale mal. De la misma manera que la adopción
tampoco es un proceso fácil y romántico en el que las piezas que faltaban, esos hijos que no llegan, se colocan en nuestro puzle familiar. No es sencillo, y a veces también sale mal.

“No existe el derecho a adoptar, sino el derecho del menor a tener una familia” nos dice Benedicto García, coordinador de la Federación de Asociaciones en Defensa de la Adopción y el Acogimiento (CORA) en nuestro dossier central. Y desde luego, llegar a esa conclusión y a ese punto, nos exige un ejercicio de reflexión
importante. Y de realidad. No pensar en nosotros sino poner al niño en el centro, con lo que ello implica, y lo que viene con él. De amar más allá de cargas genéticas.

Editorial de la Revista Madresfera Magazine que dedica un amplio dossier al tema de la adopción. Os invitamos a leerlo pinchando aquí Madresfera Magazine

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