Historia de una madre que dio el pecho a su hijo adoptado

Me llamo AfriNdong Ovono, soy mujer afrodescendiente, española de padres ecuatoguineanos, de los que vinieron a España, allá por finales de los 60. Soy Enfermera, Monitora de Reconocimiento Natural de la Fertilidad y Asesora de Lactancia. Soy esposa y mamá, junto a mi marido, por adopción y por acogimiento permanente, de dos niños estupendos, que han venido primero, a poner patas arriba mi vida, para luego ponerla en orden.

Buscando darles lo mejor para ellos, me hacen buscar lo mejor dentro de mí. Me han traído cosas tan estupendas como reconciliarme con mis orígenes africanos, pero sin olvidar que tengo también mentalidad y cultura española. Necesario para que ellos también pueden reconciliarse y casar sus orígenes biológicos con su familia adoptiva multirracial actual que formamos.

Os voy a contar mi historia de cómo logré amamantar a un hijo que no gesté en mi útero pero sí en mi corazón. Cómo fueron esos caminos que me llevaron a darle, además de mi corazón de por vida, la leche que mi cuerpo produjo para él, incluso antes de conocerlo.

La idea de querer dar de mamar a nuestro futuro hijo por adopción surgió después de 4 años largos de espera, para ser asignados como padres de un bebe vía Adopción Nacional. Casi cuando nos avisaron de una posible asignación en un tiempo de espera no superior al año.

Antes de hacer el curso para obtener la idoneidad recordé que una mamá por adopción en su momento de espera, me había comentado que había visto por Internet casos de mamás por adopción que habían conseguido dar de mamar a sus hijos adoptados. También una familiar mía, me contó que una tía de mi familia había dado de mamar en Guinea Ecuatorial (África) a un sobrino, cuya madre había fallecido en el parto. El caso es que todo ello me animó a intentar hacerme una inducción de lactancia para que cuando ese pequeñín llegase ya se encontrase estos pechos llenos de leche…el mejor alimento del Mundo. Y si por lo que fuera el peque no estuviese por la labor de tomar leche materna, al menos intentaría darle toda esa leche extraída durante esos meses de espera, a través de un relactador.

Acudí a los servicios de una asesora de lactancia, asistí a reuniones una vez por semana en grupos de apoyo de lactancia (como recomendaba el protocolo de la OMS, basado en el protocolo que creó el Dr.J. Newman, contacté con más mamas induciéndose la lactancia igual que yo… Y comencé a estimularme ambos pechos con sacaleches doble eléctricos cada 2 horas, hasta casi las 3 de la madrugada, durante 4-6 meses. A las 4 semanas produje mis primeras gotas, que fueron el preludio de las enormes cantidades de leche que produciría más tarde y que incluso me llevaron a hacerme donante de leche humana materna en el único hospital público en mi ciudad, donde asombrados, decidieron admitirme como donante, no sin antes analizar mi leche y ver que era apta para poder ser tomada por los bebes de neonatos que lo precisasen.

Después de pasar por las pertinentes entrevistas y curso para obtener el certificado de idoneidad y en el que se nos repitió muy insistentemente que nuestro futuro hijo vendrían con una “herida primal”, fruto principalmente de la separación temprana de su madre biológica. Esto condicionaría probablemente, no sólo sus futuras formas de relacionarse afectivamente con todo su entorno, sino también a la hora de comprometerse con proyectos varios a lo largo de su vida. Casi que mi primer objetivo que era producir leche y en abundancia, pasó a ser algo secundario. Ahora lo que primaba era que se pudiese enganchar y pudiese succionar, aunque sacase mucho, poco o nada de leche. Mi preocupación era darle el mayor apego posible, intentar paliar de alguna manera esa falta de amor materno que durante ocho días de su existencia había tenido. Un mundo para un bebé.

Leyendo a Nils Bergman descubrí el poder la oxitocina, la hormona del amor. Y cómo ésta fue creada por la Naturaleza para que la madrese vinculase más fácilmente con su hijo. Amén de ayudarle a gestionar mejor el estrés provocado por todos los miles de estímulos, con los que los bebés son bombardeados desde que nacen.

A los cinco meses de extraerme la leche llegó el día tan ansiado de conocer a nuestro hijo. Yo estaba muy nerviosa, pues no sabía si el peque se engancharía o no ya que aunque era muy pequeño había estado tomando leche artificial mediante biberones todo ese tiempo.

La sorpresa fue que, tras dejarnos solos a mi marido y a mí con él instintivamente, como venía llorando, le ofrecí el pecho y se engachó perfectamente. No sentí ni dolor, ni pinchazo, ni sensación desagradable alguna. En ese momento rompí a llorar de alegría, de satisfacción, porque todo había merecido la pena. Él estuvo mamando 15 minutos. Después se quedó satisfecho y profundamente dormido. Ya nunca más quiso tomar más biberones de leche artificial. Así durante 4 años ininterrumpidos hemos estado.

Gracias al contacto físico permanente (mediante el porteo ergonómico, el colecho) y a darle el pecho a demanda 24h pude enseguida producir la leche en las cantidades que él necesitaba. Mi pecho se reguló en función del que ya era mi hijo, legalmente y en el corazón. La verdad es que Efraín siempre estaba tranquilo. Comía cuando quería, dormía en mi pecho o cerca de él. No necesitaba llorar mucho pues lo que necesitaba (contacto físico y comida) lo tenía siempre cerca. Yo recuerdo que me sentía muy tranquila y segura de lo que hacía con él. Estaba como en una nube, enamorada de ese pequeñín desde que había empezado la inducción ya que la idea de tenerlo y estar inundada de oxitocina por producir leche, hacían todo el milagro posible. Y ahora con él real, y físicamente pegado a mí, muchísimo más.

El hecho es que también me facilitó el que desde el principio no lo sintiese como un bebé extraño, ajeno a mí. Siempre afloraban en mis deseos de cuidarlo, protegerlo, intentar anticiparme para a cubrir sus necesidades, a cada momento. Me hizo querer permanecer con él criándolo en casa al menos sus tres primeros años de vida. Todo ese tiempo siguió tomando leche de mí, hasta que ya él sólo vio que no necesitaba mamar. Esto fue cuando él ya había cumplido los cuatro años.

Eso ha coincidido con la llegada de nuestro segundo bebé con un año recién cumplido. Esta vez ha sido a través del programa de acogimiento permanente de nuestra Comunidad Autónoma. Este bebé, al venir tan mayor, no mostró ningún interés en tomar pecho, ni si siquiera como succión no nutritiva. He echado muchas veces de menos que mi segundo hijo me lo dieran habiendo perdido la capacidad de succión ya que el pecho es un gran recurso calmatorio y facilita enormemente crear un nuevo vínculo de apego seguro conmigo. Para Efraín ha sido una prueba de fuego, quizás un signo de madurez por ya poseer otras formas de gestionar las frustraciones en esta nueva etapa. La “teta”, ya no está, pero sí ese vinculo y conexión inseparable entre él y yo.

Y él ¿Efraín, como se sintió? yo notaba que cuando estaba algo nervioso, estaba asustado ante situaciones nuevas o cuando quería dormir enseguida pedía el pecho y se calmaba enseguida. Pero hasta que no supo hablar no pude terminar de confirmarlo. Yo observaba que siempre que le hacía carantoñas, arrumacos, besos, típicos de las madres hacemos a nuestros hijos, él acababa la faena, pidiendo teta. Yo le pregunté, que por qué hacia ese orden de cosas, y me dijo algo así como que se dejaba lo mejor para el final. Que cuando le daba besos y arrumacos le gustaba mucho, pero cuando ya le daba la teta, ya se sentía muy contento y feliz. O sea que la teta era como llegar al súmmum del amor.

Nuestra historia ha ayudado y sigue ayudando a las lactancias de más mamás por todo el mundo y a profesionales sanitarios y que hasta estudios científicos nos han hecho y llegado a publicar. Historias que voy contando en mi blog.

www.larazon.es

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