Cómo las familias adoptivas y acogedoras pueden hablar con y honrar a los niños/as que tienen una historia traumática

A menudo los niños que presentan una historia traumática a sus espaldas -la cual comienza de manera temprana y es de carácter crónico (por ejemplo, hasta los dos, tres, cuatro… e incluso los nueve primeros años de vida)-, tienden a evitar cualquier cosa (lugar, persona, situación…) que suponga una reminiscencia de las situaciones impactantes, dañinas y sobrecargantes que sufrieron. Solamente estando en su piel sabríamos a ciencia cierta qué se siente, el dolor que soportaron -y padecen muchos de ellos aún en la actualidad-. Esto me dijo un día un joven: “Te agradezco mucho que trates de aproximarte a lo que puedo sentir, pero realmente experimentarlo como tal nunca podrás; de todos modos, no te lo aconsejo” Creo que la frase habla por sí sola.

Jorge Barudy (nuestro profesor) ha sido de los primeros en referirse a que, a estos niños, les duele el cuerpo. Y es un dolor invisible (así se titula su libro, un clásico de la literatura sobre el maltrato; Barudy ha sido mi formador en el abordaje integral del niño víctima de malos tratos y con trauma crónico y temprano) porque las cicatrices no son visibles (el dolor es emocional-corporal) Exceptuando cuando hay un maltrato físico, evidentemente. Al trauma se le denomina “la epidemia oculta” porque no siempre se sabe reconocer. Además, algunos niños suelen mostrar en ocasiones, conductas exteriorizadas (comportamiento hiperactivo, conductas desafiantes, problemas de atención…) que no les hace precisamente populares ante los demás. Reciben un feedback de padres, profesores y amigos más negativo que positivo. En realidad lo que el niño muestra son sus mecanismos defensivos (prefiero llamarlos adaptativos), esto es, lo que le permitió afrontar sin desestructurarse la adversidad (tan dañina como que sufras carencias afectivas, físicas, te abandonen emocionalmente o te traten minando tu autoestima y valía como niño. O te destrocen la confianza en el género humano abusando sexualmente de ti…) más dura. Pero el niño no tiene todavía una conciencia plena de esto. En realidad lo sabe, pero no ha pensado en ello. No ha tenido un tutor de resiliencia que le mire con otros ojos. El niño se culpa, se siente inferior, malo, sucio, despreciable, no querible… (Podéis añadir muchos más adjetivos) En suma, nadie (o casi nadie) rescató o rescata el valor de ese niño. Pocas personas hacen lo que se debe hacer y lo que os recomiendo, familias, que hagáis: honrar al niño. La mayoría de personas se dejan enredar en lo aparente y entran en la espiral de -sin pretenderlo a veces, porque su voluntad es buena- no aceptar al niño como es. O mejor: como la vida le ha obligado a ser. Quiero volverlo a repetir: ¿Cómo estaríamos nosotros, nos sentiríamos y comportaríamos si sufriéramos lo que ellos han sufrido?

Además de honrar al niño, esto que os voy a ofrecer a continuación os va a permitir poder ayudarle a explicarse el trauma que ha vivido y cómo le ha influido. Me estoy refiriendo a una poderosa herramienta con valor psicoterapéutico: las metáforas.

Las metáforas (una metáfora es una figura retórica que consiste en denominar, describir o calificar algo a través de su semejanza o analogía con otra cosa) favorecen la creación de una distancia con lo que sobrepasa o afecta emocionalmente al niño. Constituye un lenguaje accesible con el que llegamos al lado derecho del cerebro del menor. En nuestros propios sueños, nosotros comunicamos mediante símbolos, historias y analogías. Los valores y las tradiciones de cada sociedad son transmitidos de una generación a otra, mediante historias. Cómo la historia anterior traumática del niño ha impactado en él y le ha forjado, se puede hacer más fácil y comprensible mediante el uso de estas herramientas.

A continuación os pongo un listado de metáforas (abierto para que pueda ser enriquecido por todos/as los que seguís este blog) que provienen de Ana María Gómez (extraídas de su libro EMDR therapy and adjunct approaches with children), algunas de mi cosecha (que quizá no lo sean porque puede que otras personas hayan pensado en ello simultáneamente) y otras que he aprendido con Maryorie Dantagnan.

Podéis utilizarlas y hablar con vuestros/as hijos/as cuando éstos/as se muestren receptivos/as, estéis en sintonía y tengáis un vínculo positivo y seguro. Podéis favorecer que se vea a sí mismo de una manera más constructiva, vais a propiciar el tan necesario cambio de mirada que fomenta resiliencia en los niños. Las siguientes metáforas ayudan a los niños a comprender, identificar, honrar y celebrar lo que ellos han venido utilizando para protegerse y defenderse a sí mismos/as (las metáforas no hace falta explicarlas, pierden todo su valor y magia si se explican; además los niños/as las captan rápidamente. Además de una manera segura de comunicar, es algo atractivo a los ojos del niño/a):

La analogía de la perla
Es propuesta por Ana María Gómez.

La creación de una perla es realmente un suceso extraordinario. La vida de una perla comienza con un objeto extraño entrando en el cuerpo interno de una ostra. Para protegerse a sí misma de la irritación causada por este objeto extraño, la ostra segrega una sustancia. A lo largo del tiempo este cuerpo ajeno será completamente encerrado por capas y capas de la sustancia protectora de la ostra. El resultado es una maravillosa perla, la cual representa el trabajo del sistema de defensa y protección de la ostra. Además de honrarles, conseguimos también que se dén cuenta de que nunca podrán ver la perla que han construido a lo largo de la vida si no levantan o abren la concha. Lo cual equivale a abrirse y liberar las emociones que sienten en el presente (no sólo hablando sino de una manera más segura como puede ser jugar, dibujar…) Es válida también para utilizarla en terapia con los niños y motivarles a trabajar para que puedan descubrir la verdad sobre sí mismos, oculta tras la concha. Porque como Ana María Gómez dice, el trauma impide a la persona descubrir la verdad sobre sí mismo -oculta tras las defensas traumáticas-. En realidad, es la idea de Winnicott del falso self: un trauma termina generando uno o más falsos selfs sobre sí mismo. Tras el trauma, está la verdad sobre quién es el niño: alguien con valor a quien un entorno y unas personas determinadas dañaron. El menor lo único que hizo fue defenderse de la mejor manera posible.

El traje de superhéroe o superheroína

Los superhéroes o superheroínas a menudo presentan vidas en las que han estado presentes los traumas (por ejemplo Batman, con el asesinato de sus padres. Superman es adoptado en la tierra y sus padres mueren en el planeta del cual él proviene; Peter Parker, o sea, Spiderman, también sufre la muerte de uno de sus seres queridos y es, dentro de su traje, un chico muy tímido e inseguro. La Masa estalla con una cólera y una violencia destructiva cuando alguien le lleva al límite –lo cual les ha pasado a muchos menores-) Con esos trajes consiguen poderes especiales y son capaces de vencer sus limitaciones y vulnerabilidades, y además los ponen al servicio de la humanidad. Los niños, con sus trajes y sus propios “poderes” (huir, escapar, enfrentar, luchar, esconderse, mentir, callar, desenchufarse del entorno, hacerse fríos, encolerizarse…) han logrado a su vez, de algún modo, empoderarse para no sufrir e incluso no morir. Fuera de ese entorno en el que vivieron, esos poderes pueden acarrearles problemas como cuando se cambia de planeta y se encuentra uno en otras condiciones. Pero en su lugar de origen y en muchos momentos de la vida, gracias a ellos están hoy en las familias que sí les cuidan y protegen. Por ello quizá no haga falta tanto ese traje. Maryorie Dantagnan tiene una fabulosa y excelente técnica desarrollada por ella para trabajar con los niños de acuerdo a esta metáfora, mucho más elaborada. Se aprende en el diplomado que organiza junto con Jorge Barudy. Diplomado del cual ya os he hablado y es para el tratamiento especializado de estos niños desde un modelo integrador del apego, el trauma, el desarrollo y la resiliencia.

La analogía del árbol

“Cuando un árbol está en la oscuridad, éste continúa creciendo alrededor, siempre buscando la luz. El árbol continúa creciendo y se transforma de maneras excepcionales las cuales le dan su figura original y propia. Cuando nosotros nos enfrentamos a situaciones desafiantes en la vida, tenemos que estirarnos para buscar la luz como una oportunidad de crecer y transformarnos. Mi trabajo como facilitador es apoyarte en la búsqueda, de nuevo, de la luz en tu vida. Ten en cuenta que cuando empieces a de nuevo a buscar la luz, cualidades especiales en tu desarrollo y crecimiento construirán la persona única que eres” Asistir a los niños en la comprensión de cómo las situaciones desafiantes pueden ofrecer oportunidades para transformarse (una vez más el mensaje de la resiliencia: ésta es en su acepción más desarrollada: transformación) es una de nuestras misiones.

El niño que luchó contra un gigante

Es una historia que empodera a los niños que reciben malos tratos psicológicos. Debemos de inventarnos un cuento que ponga de relieve lo valiente (pero a la vez indefenso y vulnerable) que se sentía un niño que tenía que enfrentarse a un gigante. No le quedaba más remedio porque el gigante iba por él. Era como si se enfrentaran un equipo de fútbol de regional y el Barça actual (uno de los equipos más poderosos y que machacan al rival) Era una batalla desigual. ¡¡No hay derecho que a ese niño le tuvieran que hacer pasar por eso!! Cada vez que ocurría, éste quedaba destrozado. Sobre todo lo que más le dolía eran las palabras del gigante, porque de los golpes físicos a veces, podía huir. Fue a ver a un mago que le dotó de una habilidad que consistía en un escudo que le ayudaba a que no le traspasaran esas palabras y que fueran a parar al gigante, usando para ello su mente. Además, ese escudo tenía la propiedad de que se concentrara en todas las cosas buenas que tenía en su interior y en todas las que otras personas que le querían, le dedicaban. Es muy apropiado para ayudar a los niños que tienen que enfrentarse a situaciones en las que se perciben y están vulnerables (y a veces no han elegido ni ellos, como visitas con progenitores totalmente dañinas) Es un modo de darles una herramienta que les dé algún grado de protección. Aunque en estos casos lo que hay que hacer es proteger de facto, al niño. Lo he usado para menores que tuvieron que pasar por la amarga experiencia de sufrir mensajes dañinos por parte de los adultos. Es tremendamente útil y beneficiosa, y me la enseñó Maryorie Dantagnan.

La analogía de las gafas del cerebro

Ésta (de la cosecha de Ana María Gómez) está pensada para ayudar al niño a comprender cómo las experiencias que hemos tenido en nuestras vidas han modelado el cerebro y coloreado nuestra realidad presente. Podemos decir al niño: “Cuando tenemos malas experiencias o sucesos en nuestra vida, nuestro cerebro pondrá mucha más o menos atención a algo que podría ser similar de alguna manera a las cosas malas que sucedieron. El cerebro podría ver las cosas mucho más grandes o mucho más pequeñas que lo que realmente ellas son. El cerebro no hace esto con una mala intención. De lo que realmente quiere asegurarse es que no volveremos a sufrir o sentir dolor. Si el cerebro decide que lo que está ocurriendo es demasiado grande, nosotros actuaremos de maneras que sean grandes o exageradas. Esto puede meternos realmente en problemas. Si el cerebro decide que lo que está ocurriendo es pequeño, nosotros actuaremos de maneras o formas que sean pequeñas. Esto puede ponernos en una mala situación porque puede que no nos defendamos ante un peligro real» Podemos poner ejemplos de la vida cotidiana del niño. Es importante recordar a éste que el objetivo es ayudar al cerebro, al corazón y al cuerpo en el trabajo de las cosas desagradables y adversas que ocurrieron de tal modo que puedan verlas como ellas realmente son y responder de maneras en las que podamos sentirnos seguros y bien. Por ejemplo, a un niño que sistemáticamente agrede a los demás cuando se frustra, le podemos explicar que las gafas del cerebro han decidido que lo que está ocurriendo puede hacerle daño (los demás le pueden atacar, ve esto demasiado grande) porque a él le ocurrió que le hicieron daño en el pasado (cuando vivía en su lugar de origen) y ahora su cabeza presta mucha atención a todo eso. Hay que ser cautos a la hora de mencionar que le hicieron daño. Si pensamos que esto le puede descompensar, podemos hablar de lo que les pasa a los niños en general cuando les hacen daño o jugando con personajes a los que les ocurre eso.

José Luis Gonzalo
www.buenostratos.com

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