Niños y niñas que esperan: adopción y acogimiento de menores con necesidades especiales
Todos los niños y niñas tienen derecho a criarse en una familia que le proporcione un ambiente de afecto y seguridad moral y material, según reconoce la Convención sobre los Derechos del Niño. La posibilidad de vincularse a un adulto de referencia con un apego seguro es una necesidad básica para el desarrollo del menor. Sin embargo, algunos menores encuentran más dificultades para poder crecer en familia. En los casos de niños que se encuentran a la espera de ser adoptados, los niños que padecen alguna discapacidad o necesidades especiales, los grupos de hermanos, los niños mayores de ocho años, de otra nacionalidad, cuentan con especial dificultad para encontrar una familia, ya sea de adopción o de acogida. Kadushin (1962) acuñó la expresión “hard to place children” (niños difíciles de colocar) para referirse a estos menores cuyas circunstancias hacen más complicado hallar una familia de adopción.
Diversos autores han demostrado la menor disposición de los aspirantes a adoptar a un menor cuantas más características especiales confluyen en él o ella (Brooks et al, 2002; Berástegui, 2012; Fernández et al, 2000; Palacios et al, 2005, Anthony et al, 2016). Entre los menores que encuentran más dificultades para ser adoptados se encuentran los niños/as con discapacidad física o intelectual, grupos de hermanos, niños mayores, con historias de abuso, con problemas físicos o médicos, con problemas emocionales o de comportamiento. Es cierto que el estrés y las demandas sobre las familias adoptivas que incorporan niños con necesidades especiales suelen aumentar. También en ocasiones las familias tienen expectativas sobre su futuro hijo/a y les resulta difícil aceptar plenamente al menor real que les es asignado. Sin embargo, es importante destacar que numerosos autores (Fernández y Fuentes, 2001; Perlman y Waldman, 2008; Good, 2016) afirman que la satisfacción en estas adopciones puede llegar a ser alta, pese a las dificultades y pese a la necesaria adaptación en el período inicial.
Así pues, es posible materializar una adopción exitosa con niños con características especiales, pese a que no todas las familias estén preparadas para ello. No es una opción para todo el mundo, pero puede ser una buena opción en algunos casos. La experta Ana Berástegui (2012) afirma en un artículo que ninguna característica del niño lleva consigo necesariamente el fracaso de la adopción. La autora añade que es irresponsable promover este tipo de adopciones sin proporcionar a las familias formación y clarificación de expectativas, y que siempre debe valorarse caso por caso para hallar a la familia idónea para el menor.
Es necesario aclarar que no todos los menores que se encuentran en un centro residencial son adoptables. Algunos menores continúan teniendo posibilidades de regresar con su familia de origen, o se considera que no es lo mejor para ellos la ruptura completa de los lazos con su familia biológica. En este caso se promueve un acogimiento familiar, pero no una adopción. En todo caso, los menores con discapacidad, problemas de salud de cierta relevancia, problemas de conducta o grupos de hermanos encuentran dificultades tanto para acceder al acogimiento familiar como para acceder a la adopción (Berástegui y Gómez Bengoechea, 2009). En este sentido, en su estudio El derecho del niño a vivir en familia, estas autoras señalan lo siguiente:
“Es importante ser conscientes de que aunque todos los niños que sufren necesidad en el mundo fueran legalmente adoptables, la mayoría de ellos esperarían en vano a una familia que les adoptara, porque el número de solicitantes de adopción que se ofrecen para adoptar niños con necesidades especiales es significativamente inferior que el número de niños en situación de necesidad. Incluso el pasaje verde a China (procedimiento especial establecido para la adopción de niños con estas características), sólo incluye necesidades especiales de algún modo «reversibles» o con leves implicaciones en la vida de la familia”
Estos niños y niñas experimentan largos períodos de institucionalización, ya que en muchos casos no llegan a ser adoptados ni acogidos, y en otros lo son tras una espera de años. El Observatorio de la Infancia, en su informe Niños que esperan (2010), analiza las consecuencias de vivir demasiado tiempo en un centro de acogida. Casi la mitad de los niños reciben tratamiento psicológico o psiquiátrico. Muchos presentan problemas de déficit de atención con hiperactividad y una quinta parte muestra retraso madurativo. Un 13% precisa tratamiento logopédico. Un 18% ha repetido algún curso y uno de cada tres presenta necesidades educativas especiales. El 32% tiene problemas de conducta en la escuela. La mayoría se encuentran en el rango de edad de 9 a 12 años.
Observamos que el 10% de los niños de este estudio presentan una discapacidad reconocida, casi la mitad de estos menores precisan atención psicológica y el 32% muestra problemas de conducta. Es la pescadilla que se muerde la cola. Los niños con estas características tienen más dificultades para encontrar una familia de adopción o, en su caso, de acogida. Y cuanto más tiempo permanecen en un centro residencial, más se agravan algunos de sus problemas, lo que dificulta aún más su acceso al acogimiento familiar o a la adopción.
Por su parte, en el citado informe El derecho del niño a vivir en familia, las autoras subrayan que los centros residenciales pueden reducir las consecuencias negativas de la institucionalización reproduciendo algunas de las condiciones de los ambientes familiares, como un tamaño pequeño del recurso, de tipo hogar, la integración en el entorno social, el diseño de planes individualizados para cada niño, la atención a los aspectos afectivos y relacionales, la estabilidad y la ratio del personal, y la inversión de recursos económicos suficientes.
La Asociación Down España ha impulsado el programa Padres que Acogen, para fomentar el acogimiento y la adopción de niños y niñas con síndrome de Down. A través de este programa buscan dar a conocer esta opción a las familias, así como mejorar el conocimiento sobre el cuidado de menores de estas características, mejorando la formación y preparación de los posibles futuros padres y madres. Esta entidad ofrece el testimonio de varias familias que han vivido adopciones y acogimientos exitosos de menores con síndrome de Down. Algunas familias expresan las siguientes experiencias:
“Sus hermanos la adoran y el resto de la familia también. Nos ha convertido de golpe en personas mucho más humanas. Convivir con una persona con síndrome de Down es una experiencia enriquecedora, alegre y bastante divertida, para nosotros como padres y para los hermanos que se enriquecen ante lo diferente. De hecho, nos piden más hermanitos con síndrome de Down. Esperamos que, con su nueva hermana, se hagan más resistentes a esos prejuicios, no sólo respecto a las personas con síndrome de Down, sino respecto a la discapacidad y, en general, la diferencia. Por nuestra experiencia, el gozo que se siente al ver la felicidad de nuestra hija es inexplicable con palabras, hay que vivirlo y sentirlo. Además, en España hay muchos niños con necesidades especiales que están esperando una familia. ¿Por qué hay que ir tan lejos a buscar un hijo si hay tantos cerca de nosotros? Una vez que una se desembaraza de los pequeños tabúes sociales tan generalizados sobre el miedo a los genes ajenos, a la diferencia, a la dependencia, al compromiso, y otros tantos, sólo queda patente que hay niños y niñas a los que, adoptando o acogiendo, se les puede cambiar la vida a mejor, y te pueden cambiar la vida a mejor…”
“Cuando nuestra hija consigue las cosas más sencillas, más básicas: aprender a andar, a comer sola, a tener poco a poco más autonomía cada día, a decir alguna palabra… la satisfacción es tan grande que cada uno de esos logros se convierte en una fiesta diaria. Le cuesta tanto el aprendizaje que cuando se consigue la alegría que sentimos como padres es enorme. Nosotros recomendaríamos este tipo de adopción porque estos niños necesitan, especialmente, estar en una familia, recibir amor y apoyo desde un núcleo familiar, para que en su aprendizaje y cuidado, que son muy laboriosos, tengan la continuidad necesaria. Además, y aunque sea un tópico, de ellos recibes más de lo que das. Podemos decir que nuestra familia está llena desde que nuestra hija entró en ella. Y que la dedicación y entrega necesarias para criar a nuestra hija merecen la pena se mire por donde se mire”.
Otra familia cuenta en ABC su experiencia de acogimiento de un menor con parálisis cerebral y una discapacidad del 99%.
“Ha hecho grandes progresos desde que está con nosotros. Tiene muchas visitas médicas, muchas terapias, y se necesitan ciertos medios económicos para atenderle (…). Cuando nos dijeron que tenía un 99% de dependencia es verdad que dudamos. No sabíamos si lo íbamos a poder atender como necesitaba, si el resto de nuestros hijos se iban a adaptar… pero de pronto pensamos que cómo lo íbamos a mandar a un centro si quizá él era de todos los niños el que más lo necesitaba. Hugo no puede hablar, ni moverse, pero lo percibe todo, y tiene la mirada de agradecimiento más expresiva del mundo. Y nosotros hemos recibido muchísimo más cariño del que nos podíamos imaginar. También hemos aprendido a valorar las cosas sencillas de la vida, y nuestros hijos han aprendido unos valores que de otra manera hubiera sido imposible aprender”.
En 20Minutos nos encontramos con la historia de José y Marta, que tienen en acogimiento a Lara, con síndrome de Cornelia de Lange, y a Martín, con parálisis cerebral y ceguera. Esta familia reconoce que no fue fácil al principio y que incluso llegaron a dudar sobre su idoneidad. La familia tuvo que turnarse durante años para que uno de los progenitores trabajase y el otro se dedicase a los cuidados de los niños. Admite que ocuparse de menores con esas características es complicado, especialmente las numerosas citas médicas. “Pero tiene más recompensas que dificultades. Los nuestros van a un colegio especial y hay padres allí que no entienden mucho lo que hemos hecho. Dicen: ‘A mí me tocó y tú lo elegiste’. Pero es que estos chicos hacen mucho bien. Donde van generan ternura”.
Los procesos de adopción especial suelen ser más cortos y la espera para las familias es más reducida. Sin embargo, estos procesos especiales no deben convertirse en una especie de atajo o de vía rápida para la adopción. Las dificultades para criar a niños con necesidades especiales son muy reales, las demandas y requerimientos diarios para las familias son elevadas, y la falta de preparación o las expectativas poco realistas pueden hacer naufragar una adopción, causando un gran sufrimiento a todos los implicados. Esto hace importante una preparación específica que informe a las familias de las necesidades reales que pueden tener estos menores y las implicaciones médicas, familiares o sociales de este tipo de adopción, facilitando la reflexión a los futuros padres. Muchas familias logran una adopción exitosa de niños con necesidades especiales, pero han de estar capacitados, formados y preparados.
Los servicios de post adopción son esenciales para prevenir situaciones problemáticas y abordar las que vayan surgiendo. La existencia de necesidades de post adopción no cubiertas incide en el bienestar de la familia y en su percepción de la calidad de la relación padres-hijos y del resultado del proceso de adopción (Berástegui, 2012). Según esta autora, la intervención de la trabajadora social en post adopción es relevante para mejorar el bienestar de las familias y el buen desarrollo de la adopción en los meses posteriores a la llegada del menor a casa. Asimismo, es importante que las familias busquen el apoyo de asociaciones especializadas en la dificultad concreta que tiene su hijo o hija, con el fin de poder contar con apoyo, ideas e información de otros padres y madres que atraviesan situaciones parecidas.
Es posible tener una experiencia de adopción positiva con niños/as con necesidades especiales. Pero es preciso que las familias cuenten con una preparación adecuada con carácter previo a la toma de decisiones, incluyendo un proceso de reflexión sobre las expectativas de la familia, así como un apoyo postadoptivo suficiente y adecuado, para prevenir situaciones de riesgo y abordar las dificultades que esté encontrando la familia en su atención diaria al menor y en las relaciones familiares y establecimiento de vínculos con el nuevo miembro de la familia.
Como conclusión, me quedo con la reflexión de Ana Berástegui: es irresponsable promover estas adopciones sin proporcionar a las familias la preparación necesaria y sin trabajar previamente las expectativas de los padres. Pero es perfectamente posible promover estas adopciones cuando las familias se encuentran preparadas y tras un buen análisis individualizado de los casos.
Carmen Alemany Panadero
Trabajadora Social y Periodista
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