¿Vivir en casa de mamá o de papá? El dilema de la custodia compartida

No cambiar de barrio y que las viviendas de los padres estén cercanas entre sí favorece la convivencia con los hijos tras una separación

Nos casamos y divorciamos menos. Eso dicen las estadísticas. Aun así más de 100.000 parejas rompen su relación todos los años en España. Quienes hayan pasado por una separación saben lo difícil que puede llegar a ser, más aún si hay hijos.

Una de las primeras cuestiones prácticas que hay que resolver es el alojamiento. ¿Dónde voy a vivir? ¿y mi ex? ¿y los niños? Casi uno de cada tres divorcios acaba en custodia compartida, según datos del INE. En estos casos existen elementos que pueden ayudar a gestionar mejor la nueva situación, tanto para los adultos como para los menores.

“Hay muchas posibilidades para distribuir el tiempo que los hijos e hijas pasan con sus progenitores después de la separación. Desde la tradicional de fines de semanas alternos con un día intersemanal, a una semana con cada uno, o el llamado nido, donde los niños se quedan en el hogar y cada progenitor entra y sale”, apunta Connie Capdevila especialista en mediación de coparentalidad y vocal de la Junta de Gobierno del Col·legi Oficial de Psicologia de Catalunya (COPC).

Esta última opción, que sean los padres quienes roten de vivienda, es bastante buena para los hijos, “pero menos para los padres”, explica Trinidad Bernal, doctora en Psicología y directora de la Fundación ATYME, entidad pionera en España en labores de mediación. Según esta experta, “es cierto que la adaptación es más tranquila, no se cambia de contexto, hay pocos movimientos, etc. Suele ser interesante en los primeros meses, pero no puede durar más de un año, ya que hace inviable que los padres rehagan su vida”. Además, para que la fórmula sea satisfactoria, tiene que haber un consenso extraordinario en cuestiones como la limpieza y el orden de la casa, para que compartir el entorno en momentos diferentes no sea un problema que termine trasladándose a los niños.

Así pues los profesionales coinciden en que si bien que los hijos cambien de casa no es lo ideal, sí es lo más práctico. Además, propicia el equilibrio e igualdad entre los progenitores, siempre que no se trate solo de repartirse el tiempo, sino también de compartir a partes iguales la implicación. “Después de una separación, los niños y niñas son quienes van a afrontar más cambios en su día a día. Tener dos casas puede implicar tener dos estilos parentales diferentes, con reglas distintas a las que adaptarse. Los progenitores pueden ayudar siendo conscientes del estrés y minimizar el impacto en su día a día”, indica Capdevila.

Aunque no haya una regla fija, ya que cada familia es única, sí hay algunos consejos que pueden ayudarnos a gestionar lo mejor posible la situación, sobre todo si los hijos son aún niños.

Mantener el entorno

La cuestión más importante tiene que ver con la ubicación y la distancia entre las dos viviendas. Al menos en los primeros momentos no es aconsejable trasladarse lejos, ya que “supone sacar a los niños de su entorno habitual, lo que entorpece la adaptación a la nueva situación. Irse del barrio puede significar cambios en el colegio, de compañeros, vecinos, rutinas, etc”, resalta la responsable de ATYME.

Casas cercanas

En cuanto a la distancia, hay que tener en cuenta que los desplazamientos largos siempre son un inconveniente, así que en la medida de lo posible es esencial respetar la cercanía entre una vivienda y otra. “La proximidad facilita la convivencia sin perturbar la cotidianeidad. Y aquí lo ideal es que estén equidistantes de la escuela. Lo que es muy mala idea es cambiar a los hijos de colegio para que esté más próximo a las dos casas”, insiste esta psicóloga.

Viviendas igualmente equipadas

Además, es recomendable que en cada casa haya todo lo que necesite el niño: ropa, entretenimiento, material escolar, etc. Hay que evitar los trasiegos de un lugar a otro. Bernal también señala que las características de las dos casas deberían ser similares, aunque haya diferencias de estatus económico entre los progenitores. “Que una esté por encima de cierto estándar y la otra sea más modesta hará que los niños, por comodidad, prefieran una por delante de la otra. Eso provoca agravios comparativos que hay que intentar evitar”.

Acordar normas comunes

Asimismo, es beneficioso para los menores que los progenitores consensuen algunos aspectos de la disciplina. “Crear reglas familiares que sean similares en ambas casas (limpieza, tiempo de televisión y otras pantallas, horario de salida, etc.) y consecuencias similares cuando rompen las reglas, crea seguridad para un niño/a de cualquier edad. De la misma forma, ayuda a progenitores porque estos manipularán menos con ‘Mamá me deja siempre hacer…”, advierte la psicóloga del COPC. También aconseja consensuar unos mínimos con la ex pareja, especialmente para los hijos más pequeños: “algunos niños insisten en que las cosas se hagan igual en cada casa. Explícale a tu hijo/a que en tu casa, esto se hace diferente. No criticar como se hace en casa del otro. Los niños pueden adaptarse a diferentes rutinas siempre que las reglas estén claras y las cosas sean predecibles”.

Organización

Por último, para Capdevila es muy importante la planificación. Entre sus recomendaciones, que se informe al hijo de quién le llevará a la escuela o quién le recogerá, y que se utilice “un calendario de dos colores en el que pueda ver cuando está con cada progenitor. Para los más pequeños, se puede seguir el que utilizan en su parvulario”. Además, para ayudar a los de menos edad en la transición es aconsejable dejarles que se lleven su manta o muñeco preferido consigo, preparar un ritual para irse y otro para el retorno -puede ser escuchar música, un baño, etc- e interesarse “por cómo le ha ido, pero evita preguntar sobre tu expareja. Quizás no quiera hablar al llegar, sino más tarde”.

Vera Castelló
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