No todos podemos adoptar
No todos podemos adoptar.
No todos podremos adoptar.
Adoptar depende de nuestra capacidad de ser padres de los niños reales a los que se les busca familia.
Somos convocados si tenemos recursos suficientes (subjetivos, emocionales, sociales, familiares, comunitarios, económicos entre muchos otros…) para sostener las situaciones particulares de los niños.
Los niños no se “dan” ni se “buscan”.
Es a ellos, a los niños, que se les busca una familia con la capacidad de sostenerse y de sostenerlos en la vida.
Nuestras capacidades para ser padres, de los niños que nos necesitan, dependen de que podamos trabajar con nuestras propias incapacidades, para que podamos desarrollar nuevas formas de adecuarnos a las realidades de los niños que necesitan familia.
¿Quienes deciden qué personas pueden adoptar?
Los que primero lo deciden son los adultos que se inscriben.
Ese es el primer paso, sentirse capaces de hacerse padres de esta forma particular. No todas las personas se sienten en condiciones, porque en algunos casos solo conciben la paternidad a través de la biología.
En una segunda instancia, avanzando en el proceso de inscripción, un equipo profesional escucha las motivaciones para adoptar, acompaña la construcción de la disponibilidad adoptiva, evalúa las capacidades, las limitaciones, los recursos especiales y el contexto en el que se desarrollaría el posible vínculo familiar.
Son los registros de aspirantes o la justicia quienes -con informes de procesos de evaluación profesional- tienen la responsabilidad de definir si la familia inscripta reúne, o no, las condiciones mínimas requeridas para ser padres de este modo particular. Eso de ninguna manera significa que las personas admitidas en el registro tienen todas las condiciones para afrontar cualquier situación de los niños. La admisión a los registros podría traducirse en haber encontrado en esas personas solo la base indispensable para seguir desarrollando las capacidades parentales adoptivas.
En algunas oportunidades los profesionales recomiendan la participación en grupos de familias por adopción o la realización de tratamiento psicológico para consolidar algunos aspectos detectados. Frecuentemente estas indicaciones se reciben con mucha angustia, poniéndose el foco en lo paralizante de esta indicación. Surge el enojo, la desvalorización de la práctica profesional, la negación de las diferencias entre ser padres por biología y ser padres por adopción, la sensación de que se trata de una traba burocrática innecesaria.
En los casos en que los adultos tienen disponibilidad adoptiva amplia, tienen grandes probabilidades de ser convocados inmediatamente, por lo que los tiempos de desarrollo y fortalecimiento de esa base están limitados. Es por eso que hacemos hincapié en la responsabilidad de todos los organismos y personas intervinientes para multiplicar espacios de preparación.
¿Por qué no todos podemos adoptar?
Porque adoptar no es fácil. Implica hacer lugar, alojar a un niño con todas sus circunstancias.
El niño que llega a la situación de adoptabilidad, sufrió graves vulneraciones de derechos por parte de quienes debían haberlo cuidado al llegar al mundo. Quizás fueron años de padecer malos tratos, pero también de aferrarse a esos adultos que lo (des)cuidaron durante un tiempo más o menos largo. Eso implicará, para el niño, un arduo trabajo para vincularse nuevamente, la elaboración de un duelo que requerirá de adultos con herramientas para sostenerlo.
Para el niño no será fácil sentirse seguro de los vínculos a construir, ni tampoco abandonar la esperanza de recuperar los vínculos anteriores -por complicados que hayan sido-. Por eso, de manera frecuente, sucede que en la nueva familia se manifiesten conductas de distanciamiento afectivo, de buscar el rechazo, de reeditar situaciones traumáticas sufridas previamente. En muchas de esas oportunidades los adultos, que durante tanto tiempo desearon e idealizaron la paternidad, perciben que no pueden sostenerse como padres de un niño que por momentos añora a otra familia y niega la familia actual.
Para el niño no será fácil actuar como “hijo” acorde a las expectativas que tienen los adultos. Sufren la exigencia de amoldarse a nuevas reglas, hábitos y actividades familiares con un esfuerzo impuesto repentinamente. También sufrirán la pérdida de hábitos familiares de origen y este padecimiento es poco visibilizado desde la perspectiva adulta.
Por estos motivos es imprescindible que también los adultos comiencen un trabajo de duelo, de elaboración de las pérdidas y decepciones previas a la decisión de adoptar. Y si eso no ocurre el encuentro, lejos de sanar, puede llegar a dañar a todos los involucrados en la vinculación. Sabemos que esto tendrá efectos mucho más perjudiciales para el niño, que vivirá una nueva experiencia de pérdida de familia.
¿Cómo se desarrollan las capacidades para ser padres por adopción?
Las capacidades se desarrollan en la medida que los adultos tienen apertura para visibilizar la realidad de la adopción y para amoldarse a las necesidades de los niños.
La búsqueda de información, la lectura, la participación en grupos de familias adoptivas, la realización de tratamiento psicológico, el diálogo en familia o en pareja permiten a los adultos seguir ampliando la perspectiva. Permiten madurar un proyecto familiar que, si bien surge del deseo de ser padres, se resignifica y toma relevancia desde el eje de la adopción: un niño concreto que necesita familia.
Gabriela Parino para Ser Familia por Adopción
https://serfamiliaporadopcion.org