Las emociones no se escogen, llegan

Las emociones no se escogen, llegan. Tampoco están bien ni mal. Son dos mensajes claves para transmitir a nuestros hijos y estamos obligados a hablar con ellos de sus emociones y de las nuestras, pero ocurre que muchas veces no sabemos ni por dónde empezar

Amor, odio, ira, celos, vergüenza, calma, compasión, decepción, aburrimiento, tristeza, confianza, ilusión, envidia…. alteran nuestro ánimo de forma intensa, agradable o penosa, acompañada de cierta conmoción somática, define la Real Academia Española.

Constituimos legión los adultos a los que no nos han educado emocionalmente, tenemos una carencia y a la hora de educar a nuestros hijos en este campo se nos da fatal porque “no lo hemos vivido como algo natural, tenemos que forzarlo un poco”.

Esta es la opinión de Clara Más, especialista en educación emocional de la Nau Espacial, un centro interdisciplinar donde se trabajan las habilidades emocionales de los más pequeños.

“Con los niños podemos trabajar las emociones, pero quienes necesitan los recursos son los padres”.

Los niños necesitan hablar de lo que sienten “y si aprenden a hacerlo desde edades muy tempranas, lo interiorizan” y de mayores les cuesta menos.

“Y si los adultos de referencia hablan de sus emociones y de cómo las gestionan, al final el niño entiende que son sentimientos que también tienen los adultos”.

Por ejemplo, muchas veces los niños creen que los mayores no sienten miedo porque sus padres no lo manifiestan públicamente y esto les lleva a negar o esconder el suyo.

Esta especialista defiende además que los niños deben aprender cuanto antes que las emociones no las escoges, porque te vienen y tampoco están mal o bien:

”A veces decimos no te enfades. Pues igual necesita estar enfadado un rato”.

“Si no naturalizan tener emociones, sobre todo las desagradables, lo que hacen es bloquearlas, las emociones sino se gestionan, no se van, se esconden” .

Ponerles nombre

La regla básica pasa por ayudarles a poner nombres a sus emociones y reconocerlas, y después comunicarlas.

Además, añade, hay que observar nuestro cuerpo: ”Todas las emociones son energía, revuelven nuestro cuerpo, y están muy relacionadas con la respiración”.

Los adultos tienen que buscar un nivel para comunicar a los niños sus emociones negativas “pero siempre diciendo que habrá una solución”.

Si no se comunican las dificultades pueden imaginar cosas peores, agrandar el problema en su cabeza.

Por otro lado, defiende esta experta, hay que saber escuchar a los niños, concederles nuestro tiempo, estar atentos para detectar si necesitan comunicarse.

“A veces nos quejamos de que los niños nos explican pocas cosas, no nos cuentan como les va en el colegio o con lo amigos…Hay que estar atentos para saber cuando quieren contarnos algo.”

“A veces les cuesta mucho y cuando empiezan igual los adultos no se encuentran disponibles”

“No siempre podemos. No siempre puedes hacerlo super bien, pero sí intentar que cuando un niño te vaya a contar algo dejarlo todo para poder escucharle”.

Pilar González Moreno
www.efesalud.com

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