Buenos tratos ante el coronavirus: orientaciones para ayudar a los niños/as y a las familias

Ante la amenaza del coronavirus -el cual en breve plazo ha pasado de ser una situación no preocupante a algo peligroso que pone en riesgo la salud de las personas y puede colapsar el sistema sanitario-, ante este trauma externo que es este virus y la orden, por parte de las autoridades -para protegernos y proteger a los demás- de confinarnos en nuestras casas, el blog Buenos tratos no puede permanecer ajeno a lo que ocurre y debe, en esta delicada situación, aportar su grano de arena. Por ello, me he puesto manos a la obra para elaborar este documento con orientaciones que espero sean útiles para las familias, los niños/as y los distintos profesionales.

Nos esperan muchos días en casa, conviviendo niños/as y familias, niños/as de centros de menores con sus educadores… Los niños/as necesitan salir, correr, saltar, ir a los parques, hacer deporte… Esta es una situación de encierro domiciliario impuesto para la supervivencia, pero antinatural para los niños/as. A los más pequeños, además, les va a costar entender -incluso no lo van a entender, pues a su edad está fuera de su alcance- por qué no queremos ir al parque a jugar… Son muchos días en casa, con los niños/as que, a su manera (a través de la conducta sobre todo), mostrarán su excitación, sus miedos, su ansiedad, su tensión, la dificultad para modular sus deseos… es decir, son sus respuestas ante el estrés de esta situación anómala…

Los niños/as pueden desregularse y, por ello, pelearse más, tener más rabietas, desobedecer más, colaborar menos, tolerar peor la frustración, desconectarse más del entorno… Los padres -son muchos días- no acostumbrados a estar tantas horas con los hijos/as, con la paciencia al límite, pueden desconectarse de la empatía temporalmente y perder el control: gritar, castigar, aislar a los niños, desconectarse de ellos, ignorarles… Somos conscientes de lo duro y difícil que va a ser, pero como padres y cuidadores esto va a exigir el máximo a todos/as. Por eso, os merecéis como cuidadores poder regularos primero vosotros, buscar apoyos (los profesionales podemos atender on line) y tomar conciencia de que si estamos bien nosotros, los niños estarán mucho mejor, no a la inversa.

Os ofrezco estas orientaciones, en dos capítulos, que como psicólogo experto en niños y en trauma y apego, creo que pueden ser útiles.

Los adultos somos los cimientos que darán seguridad y regularán emocionalmemente a los niño/as ante la amenaza del coronavirus

Algunas notas y orientaciones sobre la importancia del apego como base segura y bioregulatoria: ante la amenaza, el instinto de apego de los niños se activa y hemos de entenderlo como una necesidad

– El instinto de apegarse es tan necesario como lo pueden ser las necesidades de reproducción o alimentación. Todas las personas necesitamos vincularnos unas con otras para poder encontrar apoyo, seguridad y calma emocional. En los niños este instinto se llama apego. Los niños dependen de los adultos para su supervivencia, así pues, necesitan apegarse al menos a un adulto que satisfaga sus necesidades tanto físicas como afectivas.

– El apego se activa especialmente en situaciones de peligro o amenaza: cuando esta sucede, el niño busca al adulto cuidador para encontrar en el mismo la seguridad y retornar a la calma. Cuando sobreviene la amenaza, el cerebro del niño segrega la hormona del cortisol -la cual en exceso puede ser tóxica-, pero cuando el adulto cuidador le coge en brazos, le habla con palabras suaves… le ayuda a retornar a la calma y el cortisol desciende a niveles normales.

– Por lo tanto, los adultos dan seguridad y ayudan a regularse emocionalmente a los niños en situaciones de amenaza, peligro, miedo, ansiedad… Debemos como adultos prepararnos bien y cuidarnos bien porque los niños se agotarán y nos preguntarán muchas veces: “¿Cuánto queda?” Paciencia y calma. Si nos concienciamos nosotros, se concienciarán ellos.

– El apego no puede estar siempre activado, solo lo hace cuando está presente la amenaza, es decir cuando el miedo hace acto de aparición en el niño. Cuando el niño no tiene miedo y está tranquilo y sereno, se encuentra en un estado óptimo de activación física y psicológica. Así, cuando no hay amenazas y el cuidador transmite seguridad, el niño/a puede explorar el mundo y aprender de él. Si el miedo persiste en el niño/a, este queda ansiosamente aferrado al cuidador. Un cuidador asustado o desbordado también puede transmitir miedo e inseguridad y dificultar que el niño/a desarrolle una sana autonomía que le permita explorar el entorno y aprender mediante el juego.

Para que en estas circunstancias de confinamiento el niño/a no se aferre en exceso a los cuidadores ansiosamente (o, al contrario, se encierre en sí mismo en demasía) y pueda hacer las miles de actividades y tareas que se proponen desde muchos blogs, foros y webs (que están muy bien, pero hemos de cuidar primero LA BASE, como decimos en la red apega), los padres, cuidadores o familiares han de ser capaces de PODER TRANSMITIR SEGURIDAD Y CALMA, que es lo que hace que el vínculo de apego sea seguro y el niño pueda, con el cuidador como base segura disponible, dedicarse a hacer actividades y juegos en casa sin estar constantemente con su sistema de apego hiperactivado. SI EL CUIDOR FILTRA Y REGULA EL MIEDO ANTE EL POSIBLE CONTAGIO POR EL VIRUS Y EL ESTRÉS DE ESTAR EN CASA ENCERRADOS, EL NIÑO/A SE SENTIRÁ SEGURO Y PODRÁ HACER COSAS A RATOS ÉL SOLO Y A RATOS CON LOS PADRES O CUIDADORES

Niños menores de cinco años

– Su capacidad regulatoria todavía no está desarrollada del todo. Cuanto más pequeños son (especialmente entre los 0 y los 3 años), los estados internos de ansiedad, excitación, miedo, deseo, frustración… se transmiten a través de la conducta.

– Si están cansados, tendrán más rabietas. Si están ansiosos o excitados, se moverán más… Algunos si tienen miedo, pueden irse a un rincón y esconderse. Hemos de aprender a leer qué NECESIDAD se expresa tras cada conducta, pues los niños no solo se portan mal cuando su conducta es inadecuada, sino que mediante esta expresan sus necesidades emocionales, entre otras, la NECESIDAD DE CERCANÍA AFECTIVA.

– Normalmente, expresan, de estos modos, NECESIDADES de apego: requieren de nosotros para que mediante el contacto (abrazos, besos…) (NOTA: si es que estamos todos aislados en casa y nadie tiene el virus podemos tener contacto físico con los niños, si no hemos de calmar con la palabra, los gestos, el tono de voz…) les podamos transmitir nuestra calma y seguridad, nuestra presencia que regula las emociones y los estados internos de un pequeñito que por sí solo no tiene aún herramientas, pues el lenguaje hasta los 4-5 años aún no es un instrumento bioregulatorio. Cuanto más pequeño es el niño, más precisa del contacto con el adulto para lograr la bioregulación.

– Aún muchas personas piensan que los bebés no enteran de nada, pero no es así. Ellos son capaces de sentir y experimentar sensaciones. Si el ambiente de casa por el estrés del confinamiento está muy tenso y crispado, el niño/a lo notará cuando interactúe con el adulto que le cuida, que, a través de su piel, le transmitirá sensaciones de tensión y excitación. Los bebés expresan sus necesidades mediante el llanto, pedir brazos, gatear hasta la figura adulta cuidadora, el seguimiento visual… Con eso nos dicen que nos necesitan para que les mezamos, balanceemos, o interactuemos lúdicamente con ellos, según precisen relajación o interacción positiva. Bowlby dijo que el apego tiene dos ciclos: el de relajación (el niño excitado precisa e inicia una comunicación mediante el llanto y otro lenguaje para que le lleven a la calma) y el de interacción positiva: busca con ello comunicar, conectar mediante el juego, la risa… con el cuidador.

Niños a partir de seis años hasta la adolescencia

– Los niños/as más mayores, a partir de los 6, desarrollan, cada vez con una habilidad mayor, las herramientas de calma y de gestión emocional que los adultos les han enseñado. Si han prevalecido intervenciones calmantes, seguras y contenedoras por parte de los cuidadores, los niños/as habrán aprendido a manejar sus propios estados internos. Aún así, siendo niños/as, siguen en muchas ocasiones necesitando del adulto para lograrlo. A partir de los seis años, si se ha hecho, como decimos, una labor regulatoria previa, pueden identificar con precisión donde sienten el miedo en el cuerpo, pueden darse cuenta de que tienen pensamientos y cómo les influyen, saben buscar al adulto en situaciones de miedo y ansiedad y pedir ayuda con las palabras y no sólo mostrándolo en conductas (rabietas, desobedecer, frustrarse, moverse…) que sugieren desregulación de sus emociones.

Ante la amenaza del coronavirus,¿cómo ayudamos a regularse emocionalmente a nuestros niños?

– EL CORONAVIRUS es un desafío que nos asusta, pero los seres humanos también somos capaces de desarrollar recursos y ser solidarios. Los niños también tienen recursos, pero necesitan a los adultos para generarlos o potenciar los que ya poseen.

– El coronavirus y la situación creada a partir del mismo necesita que los seres humanos -una especie que siempre requiere de la tribu para salir adelante- se apoyen los unos en los otros (los más pequeños en los adultos, y estos en las figuras más sabias y seguras). Nos exige algo que va en contra de la naturaleza social del cerebro: estar en aislamiento, una situación anómala. Pero nuestro cerebro tiene, a la vez, una gran CAPACIDAD DE ADAPTACIÓN Y APRENDIZAJE.

Si como adultos estamos unidos y damos seguridad y calma, hijos y familia permanecerán unidos y podrán adaptarse a esta difícil situación e incluso salir fortalecidos de la misma.

– Para un niño/a no hay nada mejor que unos adultos firmes, cálidos, seguros que estén al cargo y que transmitan al aquel el empoderamiento: podemos afrontarlo y salir victoriosos.

– Para ello, los niños precisan que sus adultos cuidadores se trabajen a ellos mismos y se regulen emocionalmente, sepan cómo calmarse y encontrar dentro de ellos mismos lugares seguros. Podemos usar la metáfora del avión: antes de dar al niño/a la máscara de oxígeno, tenemos que ponérnosla nosotros como cuidadores o padres. No podemos conseguir regular emocionalmente y transmitir calma y seguridad a los niños si nosotros antes no lo estamos.

– ¿Qué van a hacer los niños/as ante una amenaza de este tipo desde el punto de vista del apego?: hiperactivarlo, es decir, buscar y necesitar mucho más a los cuidadores porque la atmósfera es de miedo y amenaza. Hemos de entender como normal en un escenario de este tipo que los niños/as necesiten y busquen la conexión emocional con sus padres o cuidadores y la cercanía afectiva y la seguridad ante la amenaza del contagio por el virus («estamos aquí contigo y estamos al cargo de todo»), así como los rituales que les pueden dar seguridad.

– Rituales y costumbres: tener diariamente unos hábitos de higiene, orden, alimentación, ejercicio físico en el espacio que sea posible, seguir las clases on line y hacer los deberes escolares, actividades propias de juego y tiempo para jugar en familia. Es importante que los padres o cuidadores acompañen a los niños/as en estas actividades. Los seres humanos necesitamos sentir que hay control y predecir, por ello una rutina fija les dará seguridad.

– Al igual que los adultos, los niños/as llevan mal que no les digan la verdad y que les mientan. Hay que darles la información básica sobre el virus y sobre todo saber transmitírsela bien.

– El cómo se lo digamos a los niños/as es más importante que el qué les digamos. No podemos contarles un discurso adulto, un “bla, bla, bla…” que esté desconectado del sentir.

– Con ternura, cariño y transmitiendo seguridad, cuidaremos las palabras a usar, modularemos la voz para que sea serena, miraremos a los niños/as a la cara, estaremos cerca físicamente (siempre y cuando no estemos infectados, sino la calidez la pondrá el lenguaje verbal y los gestos, porque en ese caso no se puede estar a mas de un metro) y preguntaremos al niño/a por lo que nota en el cuerpo, pues al comunicar noticias de este tipo por mucho que lo podamos cuidar, algunos niños/as entran como en “choque”.

– Preguntarles si sienten malestar en su cuerpo y poner la mano (animándolos a ellos/as a que se lo hagan a sí mismos cuando aprendan) en la zona que duele o notan mal y cuidar de ella, estando presentes emocionalmente, hasta que se vaya calmando y regulando.

– Crear un clima donde sientan y sepan que pueden preguntar todo lo que deseen y nosotros tratar de responder, incluso a aquello que nos pueda crear más miedo: «¿Nos vamos a morir?» Este es el principal miedo que puede latir dentro de los niños/as. Hemos de dar mucha ternura en estos momentos y decir con claridad y rotundidad que los niños/as no se mueren y que de las personas mayores solo le puede pasar a unas pocas (dar el dato si entienden ya de cifras y necesitan o piden saberlo), por lo que tendremos todos/as especial cuidado en no salir más que lo justo para no contagiar(nos) ni contagiar a nuestros abuelitos, que son los que peor pueden soportarlo.

– Con seguridad, firmeza y calma les diremos que, si seguimos las indicaciones y permanecemos en casa, no enfermaremos.

– Para los niños/as -mejor cuanto más pequeños-, los materiales como los CUENTOS son excelentes pues contienen metáforas que ellos entienden y van directos además a su hemisferio derecho del cerebro (que entiende de imágenes y metáforas) que les permiten entender y empoderarse.

– Hay varios cuentos que se han distribuido para ayudar a los padres y cuidadores y a los más pequeños: por ejemplo “Rosa contra el virus” (Editorial Sentir) especialmente creado con el aval del Colegio de Psicólogos de Madrid, para el tema del coronavirus. Gracias a Editorial Sentir este cuento está a libre disposición de todos/as. Rosa contra el virus

– Además, la comunicación mediante personajes u otros símbolos de los cuentos le provee al niño/a de terceros elementos sobre los que proyectarse que le dan seguridad y la distancia suficiente para hablar sin desbordarse emocionalmente.

– Si los niños/as expresan sus miedos o temores (a enfermar, a perder a los padres, a no tener comida, a morir…) nuestra receptividad empática y nuestra seguridad activando nuestro sistema de cuidados cuando se activan sus necesidades de apego (y cercanía afectiva), son fundamentales para transmitirles esa seguridad que necesitan.

– No tenemos que tener prisa en ayudarles a cambiar rápido los pensamientos (a veces distorsionados) sobre lo que perciben en relación a la situación creada por el coronavirus, sino acompañar la emoción y hacerles sentir que lo sentimos: “Entiendo que tengas miedo” / “Siento que tengas miedo” / “Me doy cuenta de tu miedo y estoy contigo, a tu lado”… “Háblame de tus miedos” / Primero hay que estar con el niño/a, a su lado, cerquita, no hay que precipitarse en modificar su discurso. Que sienta que conectamos con él o ella.

– Y cuando el niño/a comienza a bajar su activación, entonces estará más abierto a que le ayudemos a la modificación de los pensamientos negativos: “Es un virus al que podemos hacerle frente si nos cuidamos” / “Los niños/as no mueren de esto” / “En casa estamos seguros y podemos hacerle hacerle frente” / “Juntos y unidos pasaremos esto”, etc. Pensamientos más positivos, más realistas y más adaptativos que cuando los niños están calmados y seguros aceptan mucho mejor.

Ante la posibilidad de que un adulto (padre o madre) u otra figura de apego importante en la vida del niño enferme de coronavirus

– Los niños/as pequeños no entienden ni manejan emocionalmente (a partir de los 2 pueden entender con más claridad que separarse implica también reencontrarse, aunque la separación de sus cuidadores para ellos/as es siempre una amenaza): la ansiedad de separación. Ello es porque dependen de los adultos para la supervivencia física y también emocional, no lo olvidemos.

– La percepción de que la muerte es un hecho irreversible no se logra hasta los 5 años en adelante. Incluso niños/as más mayores pueden por el duelo, como los adultos, resistirse a este hecho inexorable.

– El coronavirus puede ser amenazante para los niños/as porque podría implicar una separación larga y en el peor de los casos, definitiva de las figuras de apego (padres o cuidadores): la pérdida por fallecimiento. Aunque es poco probable y el 80% de las personas lo pasan sin graves complicaciones, hemos de prever esto y comunicar al niño/a que si a los mayores les llegara a coger la enfermedad, ellos/as estarían seguros y bien con un familiar, el otro progenitor, un vecino, amigo (que sea competente)… que cuidaría bien de ellos.

– Explicarles con cariño y seguridad que habría que estar un tiempo separados (si se aísla u hospitaliza al adulto) hasta que (papá, mamá, el cuidador…) se recuperen. Que no nos podemos tocar, etc. Atender al posible “choque” para los niños/as, diciéndoles, si se sienten mal, donde lo sienten en el cuerpo (nombrarlo: miedo, pena…) y con calidez hacerles sentir que lo sentimos, y cuando estén más receptivos y conectados con nosotros, tratar, sin prisa, de ayudarles a aceptar que es doloroso, pero es lo mejor para que el papá, la mamá o el cuidador se cure… Paciencia, ternura, calidez, contención cuidadosa si el niño lo necesita… ¡ÁNIMO A TODOS/AS!

– Para poder contar lo que es el coronavirus y la posibilidad de que un familiar enferme y haya que aislarse, se puede crear un relato con muñequitos dando nombre a los personajes sobre los que el niño/a se proyecta.

Estar todos juntos en casa: algunas claves para vivir el aislamiento de tal modo que desarrollemos una resistencia potencialmente resiliente

– La resistencia potencialmente resiliente quiere decir que la familia desarrolla una serie de habilidades conducentes a resistir una situación anómala como estar quince días sin salir de casa con los niños/as, que en el futuro nos resultará resiliente, esto es, será una experiencia que nos permitirá crecer y rehacernos a partir de la misma.

– La actitud de los padres es fundamental. Por eso, animamos a las familias a hacer de esto una oportunidad para convivir, pasar tiempo juntos, jugar, contar historias, apoyarse y hacer de la familia LA BASE, los cimientos que permiten sentir que se está en unión con un grupo que te da consistencia y seguridad.

– Además, aparte de unas rutinas fijas que hemos dicho, los niños/as necesitan actividades. Pero no la actividad por la actividad, sino que estas tendrán un fin para los niños/as: ayudarles a expresarse, sentirse mejor y potenciar mediante ello sus recursos resilientes.

– Autores reputados en resiliencia afirman que actividades como jugar, dibujar, bailar, hacer representaciones de rol playing… tienen el potencial de transformar el mundo interno y darle forma porque la simbolización es potencialmente resiliente. Las emociones e impulsos dolorosos se re-construyen creando belleza (bailar, cantar, jugar…)

– Hay dos grupos de niños/as (no tiene que ver con la edad sino con la capacidad para permanecer solos sin desregularse o desorganizarse): Los que pueden junto con los hermanos y supervisión o guía mínima, hacer actividades solos. Y los que no pueden, sin una presencia adulta, estar o permanecer solos en el hogar (los padres en una sala, el niño/a en otra, en su cuarto). Cuando los niños/as pueden organizarse, eligen ellos mismos con menos presencia qué hacer (jugar, dibujar, hacer manualidades…) Cuando los niños/as necesitan un organizador externo como los padres, es mejor convenir con ellos qué hacer y dispensarles más tiempo y supervisarles más directamente. Así nos garantizamos que haya muchos menos problemas.

Dibujos y juegos para «atacar» al coronavirus

– Cuando los niños/as pueden permanecer solos, le podemos pedir que dibujen. Que nos hagan un dibujo libre. La fantasía infantil, la libertad de dibujar lo que quiera y la protección de los padres, son elementos fundamentales para dibujar o jugar.

– Dibujar es algo más que tenerlos entretenidos. Mediante el dibujo, el niño/a puede liberar sus sentimientos, desarrollar percepción de control y crear mediante símbolos (llamados arquetipos porque tienen sentido para toda la humanidad) un mundo de fantasía que permite elaborar los miedos, la ansiedad, la rabia, la agresividad…

– En los dibujos pueden aparecer seres que simbolizan al coronavirus en forma de arquetipos de muerte, contaminación, seres horripilantes, fantasmas, zombies… pero también en el mismo dibujo, salen los símbolos protectores y los puntos fuertes: los superhéroes, el policía, los bomberos, los sanitarios… que le vencen (le atacan y destruyen). Podemos hacerles preguntas sobre el dibujo (el niño es el experto en el mismo) y decirles: «¿Cómo puede el superhéroe o quien aparezca vencer a ese bicho malo?» «¿Puede venir alguien a ayudarle?»

Los superhéroes vencen a los personajes de los dibujos que pueden simbolizar lo malo, como el coronavirus.

– En el juego sucede parecido. Los niños/as con los muñecos o representando roles dramáticos en los que desempeñan papeles, disfrazándose con cosas básicas (pañuelos, gorros, gafas…) pueden jugar y ellos crean un relato espontáneo, una historia incluso fantasiosa (la fantasía es el mundo en el que ellos habitan y que necesitan para manejar lo que viven en la realidad) en la que mediante luchas, guerras, o personajes aislados que no pueden salir porque están amenazados (puede ser una familia o una familia de animales) recrean la realidad y de este modo elaboran lo que sienten. Los adultos tenemos que relajarnos (disfrutar también), jugar con ellos y permitir que dirijan la historia y dejarnos llevar. Solo intervenimos para desatascar situaciones de las que ellos no salen, si nos parecen muy dramáticas y que entran como en bucle durante largo rato, pidiendo que venga alguien (un personaje) que ayude.

– La familia puede ver películas juntos y jugar a juegos de mesa de los de toda la vida que se están perdiendo y que a los niños/as les encantan: parchís, oca, dominó, ajedrez… También juegos de toda la vida como el monopoly…

– Los niños/as disfrutan mucho con sus padres y hermanos, jugando, riendo, haciendo bromas… Esto permite conectar con ellos, pasarlo bien. Son estados de juego y risa, el mejor antídoto contra el miedo, la ansiedad…

Retos para los adolescentes “De esta aprendo hasta a planchar”

– “Me va a dar algo, sin mis amigos… ¡Buf! De esta aprendo a convivir con mis padres, a cocinar y si me apuras hasta a planchar” – me dice mi ahijada Janire por teléfono. Me río, pero a la vez me da una idea de que este aislamiento forzado puede ser una oportunidad para que los chicos y chicas, aparte de estar conectados a sus móviles, puedan aprender este tipo de cosas. Los padres, que nunca tienen tiempo, pueden ahora dedicárselo para enseñarles estas tareas básicas para su vida futura.

La música es un vehículo ideal para conectar con los adolescentes

– También me dice mi ahijada: “He pensado hasta en leer, porque tantas horas hasta del móvil me aburro…” “Te propongo un reto” – le digo. “Si te comprometes a leer, te hago llegar a tu casa un libro que yo elija” “¡Vale!”. Ahora mismo me acaba de enviar un whataap con su dirección postal para que desde alguna librería on line le envíe uno a su casa. Leer, por lo tanto, es otra oportunidad. “Lo mismo me hago lectora de esto” – me dice mi ahijada Janire de 16 años. Y así puede ser. Janire, eres lo más, sabes cuánto te quiero.

– Cocinar, ¿saben cocinar? Otra gran oportunidad que tiene que ver con el cuidado y que permite hacer de la necesidad virtud y aprovechar muchas horas que se van a tener entre deberes y estar conectados por el móvil.

– ¿Qué hacemos con los móviles y las consolas? El mejor antídoto no es «atacarlas» directamente (habrá que flexibilizar los horarios y permitirles un poco más pero siempre con límite) Los videojuegos son una oportunidad para que la familia juegue, por ejemplo, junta a la liga de futbol o lo que guste. Para reducir el tiempo de móviles, tablets y consolas, lo mejor es proponerles alternativas que puedan atraerles o engancharles, como a las que accede mi ahijada adolescente.

En esta situación excepcional por el coronavirus, coherentes, pero más flexibles con las normas: ¿Se puede más tiempo de móvil? Coherente: Como siempre, con límite. Flexible: Les permitimos más tiempo, porque la reclusión precisa flexibilidad.

– Los adolescentes, como los adultos, necesitan su espacio propio, por lo que estar en su txoko (rinconcito para estar bien) con sus cosas es importante. Quince días encerrados todos en casa sin salir precisan que cada miembro de la familia pueda estar consigo mismo a veces, con la familia, a veces. Ni individualismo a ultranza ni tampoco estar a todas horas casi fusionados.

– Algunos adolescentes, como los niños/as, necesitan moverse. “No sé que harán los chicos en casas pequeñas” – me dice mi ahijada. “Yo lo que propongo es que hagan un ejercicio básico como bailar, o hacer estiramientos, o gimnasia” En un pequeño espacio de la casa se puede. Porque hay niños y adolescentes que necesitan moverse para regularse.

– La música, es el periódico de la juventud, es un elemento regulador y que favorece la conexión emocional con los adultos… Que conozcamos las canciones que les gustan, que ellos conozcan las nuestras…

Recomendaciones elaboradas por José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo, en base a los autores: Jorge Barudy, John Bowlby, Rafael Benito, Cristina Cortés, Boris Cyrulnik, Maryorie Dantagnan, Arturo Ezquerro, Ana María Gómez, Sue Gerhardt, Carl Jung, Anabel González, Peter Levine, Josefina Martínez, Dolores Mosquera, Violeta Oaklander, Pat Ogden, Dan Siegel, Mario Marrone, Niels Rygaard, Janet West.

A TODOS ELLOS Y ELLAS, GRACIAS POR ENSEÑARME.

José Luis Gonzalo Marrodán
Blog Buenos tratos, el blog de los profesionales de la Red apega.
Estas recomendaciones han sido valoradas y difundidas también desde el Facebook de la Asociación EMDR España.

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