De la ilusión al rechazo, el descenso de adopciones en Euskadi

Mientras la adopción nacional se mantiene, la internacional ha descendido de una manera muy brusca y continuada en la última década. Este descenso generalizado tiene causas derivadas del modo en que se concibe y se aborda la adopción. Desde la reforma legal, la adopción es ante todo una medida de protección de la infancia en desamparo pero esto aún no está asumido.

La adopción ha sido socialmente considerada de modo muy inadecuado. Como una “obra altruista y solidaria” o, sobre todo, como una forma de acceder a la p-maternidad desde las necesidades, deseos y expectativas del adulto adoptante.

Este modo de pensar nos llevó a actuar erróneamente… el amor lo cura todo, los niños y las niñas son como los demás, crecen igual, necesitan lo mismo y se educan igual. Y, de repente, nos encontramos con la realidad de niños y niñas víctimas de experiencias de abandono y adversidades tempranas e incluso traumáticas de todo tipo: crianzas en sistemas de protección muy carenciados, procesos de integración lastrados por la inexperiencia, carencias de recursos de los sistemas educativos y sociosanitarios, y sorpresivamente con excesivas situaciones de discriminación, racismo, xenofobia o el invisible acoso escolar.

Aunque la mayoría de las adopciones funcionan y evolucionan bien gracias al compromiso, el buen hacer de sus familias y algunos recursos profesionales especializados, el abandono y los sufrimientos vividos antes de la adopción no están exentos de secuelas importantes en el desarrollo y la salud de un porcentaje importante de personas adoptadas.

Patologías muy diversas, el descrédito, la mala imagen de algunos procesos adoptivos erróneamente planteados, asesorados y cuidados, las valoraciones sesgadas y sobre-exageradas de fracaso, los errores técnicos y algunas actuaciones graves de personas adoptadas y adoptantes… han generado una excesiva alarma y una imagen social negativa que ha alimentado miedo, desesperanza y un no saber qué hacer ante las dificultades y problemas de una parte pequeña de este colectivo.

Se ha difundido una excesiva, temprana y exagerada idea de fracaso. La adopción pasa a ser vista como “patología” y a ser desaconsejada, al no satisfacer las expectativas de quienes han pensado que la maternidad subrogada puede ser el sustituto idóneo de la adopción como modo de acceso a la deseada p-maternidad.

Pero la adopción es, sigue siendo y será una buena medida de protección; la mejor de todas ellas, en la medida que asumamos que las víctimas infantiles e inocentes de abandono y adversidades graves en edades tempranas, tienen otros procesos de desarrollo y otras necesidades, que cuando las cubrimos de manera certera pueden paliar las dificultades de desarrollo que tienen estos niños y niñas.

Las personas adoptadas necesitan ayuda para elaborar sus historia, identidad y pertenencia con otros modos narrativos, sistemas educativos, sociales y laborales segurizantes e integradores desde la aceptación de la diversidad, tratamiento para patologías graves, abordaje de las dificultades graves de convivencia, y que estas no sean tratadas como fracasos, sino como accidentes normales y temporales de su proceso particular.

La adopción en este momento se encuentra en una encrucijada. Hacen falta más recursos de ayuda, un análisis compartido entre profesionales, instituciones y familias, y una apuesta institucional por el cambio en los modos de acceder a ella, acompañarla y gestionar las dificultades.

Javier J. Múgica

www.gizadiberri.eus

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