Crisis de pareja y adopción
En esta ocasión nos acercaremos a una situación muy frecuente, pero escasamente abordada en la literatura especializada sobre adopción, me refiero a la aparición de crisis en el seno de la pareja como consecuencia de la adopción, crisis que en ocasiones llevan a la separación y el divorcio.
En este breve artículo sostendremos la tesis de que existen causas que son de los padres y que el niño viene a ocupar el lugar de desencadenante de los conflictos anteriormente no elaborados en la pareja.
El concepto de desencadenante es importante para comprender muchos procesos y debemos tenerlo muy en cuenta, desde el momento en el que nos proponemos adoptar hasta la edad adulta de nuestro hijo. Resultando fundamental señalar a los padres adoptivos la distinción entre la creación de un problema y el desencadenamiento de éste.
Es evidente también, que el niño pone de su parte por el modo de vincularse, por el modo de comportarse, haciéndose expulsar en vez de hacerse acoger. Pero de la gran mayoría de las situaciones de crisis de pareja que se presentan a lo largo del seguimiento de la adopción, podemos rescatar algunos aspectos que nos parecen importantes para la reflexión actual y la prevención futura, pues a veces se rompe una familia sin haber atendido en su verdadera dimensión los problemas o los conflictos que producen la ruptura.
Volviendo a lo que señalábamos al principio y de cara a la convivencia con nuestro hijo es importante que hagamos un esfuerzo de reflexión para poder ver que no es lo mismo la consideración de que nuestro hijo nos está creando un problema, a poder plantearnos que nos desencadena algo que no estaba del todo solucionado o elaborado en nuestra vida.
Entre los aspectos “no solucionados” más frecuentes está en que en el momento de la adopción, la pareja no presentaba un proyecto común en cuanto a la intensidad del deseo de adopción. Cuando uno de los miembros de la pareja hacía suyo el deseo de adoptar y el otro era un acompañante pasivo de tal deseo y decisión. Así cuando la pareja, como “equipo” tiene que abordar los retos de la parentalidad y las crisis inherentes a la adopción, uno de los miembros dimite de la tarea, considerado todo lo que ocurre ajeno a su responsabilidad.
Otro de los aspectos observados con más frecuencia y que está detrás de muchas crisis, es el desempeño de roles de funcionamiento familiar muy rígidos, con dificultades para dialogar sobre lo que cada cual hace o piensa ante los problemas del hijo. Para muchas parejas la parentalidad implica la primera empresa común que abordan, pues hasta el momento los desacuerdos podían quedar al margen los miembros, no existía un tercero que obligara a que cada uno dejara un poco de su yo aparcado. Así, muchos desencuentros, de una u otra manera podían echarse al olvido. Sin embargo, las tareas educativas, la necesidad acordar normas y límites, obliga a que haya acuerdos y negociaciones, la importancia de abordar armónicamente determinadas problemáticas ponen de manifiesto si existe una capacidad de diálogo y compromiso más elaborado. Esto implica flexibilidad en el funcionamiento y capacidad de renunciar a aspectos de uno mismo. Estas tareas comunes que exigen una respuesta única (deben dejarse atrás pequeños y grandes narcisismos) donde ambos miembros deben renunciar en pro del tercero, de la tarea común, a muchos aspectos de su mundo yoico.
Es por esto por lo que los retos de la parentalidad adoptiva pueden poner de manifiesto disfuncionalidades de la pareja que no se habían revelado hasta el momento.
Esta es la razón por lo que la distinción entre la causa de los problemas y de los conflictos y el desencadenante de los mismos es una distinción necesaria para atender las situaciones en las que los padres y los hijos se ven envueltos en muchas situaciones. Los desencadenantes pueden ser motivos graves, pero también a veces circunstancias o contingencias de la vida de las que no estamos libres nunca.
Pondremos a continuación unas breves pinceladas de un caso como ejemplo:
Cuando los padres de Alejandro, un niño adoptado de seis años, están al borde de la separación argumentan, de entrada, razones de peso para la ruptura: el niño no atiende, no aprende y se muestra indisciplinado siempre.
El padre no tolera estas conductas y se muestra rígido en sus maneras de atender al niño. La madre está medicada, después de una depresión postparto. Tuvo un embarazo, a los dos años de llegar Alejandro a casa, del que nació una niña. La causa de la separación, para el padre, es el comportamiento de Alejandro. La causa del problema, para la madre, que no quiere separarse, es el modo que tiene el padre de tratar al niño.
El padre considera que la madre se lleva muy bien con el niño y le consiente, lo que produce en él una situación de celos, auto excluyéndose, aunque no lo reconoce.
En este caso se observa como la pareja, hasta la llegada dela hija biológica, mantenía un equilibrio. Los problemas de conducta de Alejandro eran tolerados, aunque el abordaje del cuidado y crianza de éste recaía en la madre. La llegada de la hija biológica y la consiguiente necesidad de que el padre se implique más en las tareas de cuidado, crianza y educación pone de manifiesto una falta de implicación en el proyecto adoptivo inicial, falta de implicación que es confesada ahora, lo que habla de una inadecuada comunicación de la pareja.
Cuando el padre puede reflexionar durante más tiempo sobre la rigidez de sus planteamientos educativos y de los motivos personales por los que no tolera las manifestaciones de conducta de su hijo, es cuando la amenaza de separación se disuelve o al menos se retrasa para intentar establecer entre los miembros de la familia una relación basada en un vínculo más maduro.
Vemos claramente en este caso, cómo la consideración de que Alejandro nos crea un problema es un modo de delegar en el niño toda la causa y responsabilidad de la crisis, dejándonos a nosotros libres de culpa y considerándonos víctimas de una situación difícil.
Recordemos, no obstante que estas situaciones de conflicto son abordables, hay recursos para hacer frente a las mismas; no solamente porque la consulta en estos casos sea importante, sino porque los padres tienen a su disposición grupos de trabajo en las diferentes asociaciones y organismos dedicados a la adopción para atender estas situaciones de crisis.
Atender la dinámica e historia de la pareja es muy importante cuando se desencadena una crisis. Esto no puede permitir salir de ella más reforzados y que cada miembro de la familia asuma su papel en la misma.
Juan Alonso Casalilla Galán
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