Robos o Hurtos. Una mirada comprensiva.

¿Cómo puede un niño robar a las personas que cuidan de él? ¿Por qué no aprende que eso no está bien? Esta conducta suele generar mucho malestar en las personas que están al cuidado de los niños; les genera altos niveles de estrés y dificulta mucho la convivencia planteándose cómo alguien con «los problemas» que ya tiene se complica aún más si cabe cometiendo este tipo de actos.

Es habitual observar en los niños víctimas de abandono, negligencia o maltrato (algo que han sufrido los menores que se encuentran en el sistema de protección) un síntoma como es la conducta de robo.

Los comportamientos que han tenido un alto valor adaptativo para sobrevivir se mantienen en el tiempo, incluso cuando sus condiciones de vida mejoran.

Mentir o robar es una manera simbólica, aunque inapropiada, que tienen algunos niños de satisfacer sus necesidades y sentirse mejor consigo mismos. Coger un objeto que pertenece a otra persona ayuda al niño a cubrir necesidades emocionales, a sentir que ha conseguido algo de valor. Estas conductas permiten compensar de una manera simbólica factores que están ausentes en sus vidas como estrategia para afrontar las dificultades que se encuentran. No es necesario oponerse firmemente y acusarle enfrentándose a su conducta. Podemos tener en cuenta el valor que tiene para él; admitir el deseo subyacente al hecho de haber robado o de mentir.

El uso del castigo puede conducir a mentir y engañar porque el castigo, inevitablemente, causa ansiedad, inseguridad y deseo de venganza. Es mucho más fácil mentir que afrontar las consecuencias dolorosas. Ante estos comportamientos aparecen las necesidades de los niños, y es posible que denoten el sufrimiento debido a relaciones difíciles u otras formas de estrés. Corregir con palabras o castigos no será suficiente para abordar las razones que subyacen a la conducta indeseada. En este sentido, es importante señalar que las consecuencias han de ser lógicas y relacionadas con el hecho que lo ha producido.

Podemos interpretar ese comportamiento como una solicitud de ayuda de sus necesidades no satisfechas, baja autoestima, inseguridad o ira. Podemos ayudar a través de una conducta desadaptativa a resolver sentimientos de inseguridad o de carencia, a la vez que aumentamos su autoconfianza y reforzamos conexiones; educar desde las emociones propias y del otro; reaccionar contra la conducta y no contra el niño, mostrando empatía hacia su sufrimiento y hacia su deseo, que es sentirse mejor, válido.

Robar comida, por ejemplo, responde a una situación de privación anterior. El cerebro emocional, la memoria emocional piden acumular lo más posible recordando carencias pasadas y ayudando así a calmar la ansiedad que le producen las necesidades no satisfechas.

Robar dinero, puede tratar de compensar carencias afectivas, pues éste se asocia al valor que socialmente se le ha dado y a la supervivencia. Un niño que no ha sido cuidado y no ha recibido un buen trato por parte de los adultos puede cuidarse a sí mismo reafirmando su valor y anticipando su capacidad de cuidarse ante el miedo a un nuevo abandono, a sentirse rechazado y desprotegido.

Cuanto más daño presenta un niño, más tenemos que pensar que el robo tiene un significado de compensación de las carencias vividas. Podemos leer esas conductas como la satisfacción de un deseo del niño de rodearse de cosas materiales que le hagan sentir valor personal.

Alba Andrés
http://sentiaasecal.asecal.org

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