“Quería saber cómo me llamaba, qué día nací y, sobre todo, por qué acabé siendo adoptada”
Historia de un reencuentro con 33 años de búsqueda y el apoyo institucional
Siguen resultando sobrecogedores y dramáticos los datos o hechos que van surgiendo en torno a las historias de los bebés robados. En Alicante, por ejemplo, se ha volcado en todo ello la Asociación Víctimas de Niños Robados de Alicante, AVA. Su secretario, Paco Alarcón, pasa gran parte de su tiempo en el cementerio de esa localidad, del que salen cajitas vacías que han estado en una fosa común, y muchas dudas e incógnitas difíciles de asimilar. Como el hecho de que desde 1951 hasta 1990, el 25 por ciento de las inhumaciones, concretamente, 10.212, corresponden a bebés recién nacidos. “Los datos proceden del registro del cementerio. ¿Por qué tantas muertes de bebés? Pues no sabemos; es dificilísimo investigar, porque se necesitaría la confirmación oficial de la identidad y eso es casi imposible de obtener”, expone.
Pero también hay buenas noticias. Y grandes noticias, como el encuentro entre una hija que fue bebé robado y su madre biológica, tras tres décadas de incansable búsqueda por parte de esa niña que ahora tiene 53 años y que fue adoptada casi recién nacida; de manera individual y en solitario, inició su propia investigación en el momento que descubrió que era adoptada. Hoy, las personas que se encuentran en esa situación lo tienen algo más fácil porque, poco a poco, las instituciones públicas se van animando a apoyar a los afectados por el robo de niños.
Un importante paso lo ha dado la Generalitat Valenciana, que ha facilitado la creación de un banco de ADN para los posibles afectados por el robo de bebés y lanza la campaña ‘Esto no es un cuento’. “Con el trabajo que se está haciendo en la Comunidad Valenciana, por primera vez se han producido dos reencuentros gracias a las actuaciones institucionales. Esto es un ejemplo de que cuando hay voluntad política se pueden conseguir cosas”, declara Soledad Luque, presidenta de la asociación Todos los Niños Robados son también Mis Niños. El problema, como señala Luque, es que los niños desaparecidos pueden estar en una comunidad distinta a aquella en que nacieron; por eso reclama la aprobación de la Ley sobre Bebés Robados, actualmente en trámite en el Congreso
La protagonista de uno de los primeros reencuentros entre un bebé robado y su familia biológica nació en 1969, en Barcelona; en esta entrevista cuenta por primera vez a un medio de comunicación cómo fue ese largo proceso de búsqueda infatigable y el abrazo con su madre, la que la vio nacer. Pide que no se revele su identidad.
Ha estado desde los 19, es decir 33 años, buscando a su familia biológica.
Me enteré a los diecinueve que era adoptada y entonces me puse en contacto con todos los organismos públicos que pude, y nada; no conseguí nada, siempre lo mismo: que si no hay datos, que no hay expediente. Hace unos años, hicimos una reunión nacional de todos los que estábamos afectados por adopciones irregulares, niños robados; hablamos con un laboratorio que nos hizo las pruebas de ADN bastante económicas, porque ya nos habíamos gastado mucho dinero en todo esto y, además, hay familias que no pueden asumir gastos como los que suponen esas pruebas. Para nosotros eso era un regalo teniendo en cuenta lo que ya nos habíamos gastado, pero los laboratorios no daban coincidencias, todo era muy complicado. Yo, además, cada vez que hacía un cruce de ADN me ilusionaba demasiado, supongo que la necesidad te hace ver donde no hay. Este pelo, esta sonrisa, parece de mi madre…; y te haces ilusión, ilusión, ilusión; y luego, siempre resultado negativo. Y así durante muchos años.
Un día, una compañera me comentó que había un laboratorio en Estados Unidos que tenía una base de datos bastante grande, y yo pensé, “pues venga, un poco más, total qué más da”. Bueno, pues este laboratorio de Estados Unidos me sacó un primo segundo de mi posible padre o madre. Y de ahí fue estirar y estirar, y tirar mandar mensajes sin parar, no solo en España.
Es fácil entender lo dura que debió ser la decisión de investigar sus orígenes teniendo una familia. ¿Había algo que la inquietaba?
No tuve suerte con la familia que me acogió. Mis padres adoptivos se separaron cuando yo tenía cuatro años y yo me crié con mi madre adoptiva que ha sido siempre una persona con ciertos problemas complicados; pero independientemente de eso, cuando yo me entero de que soy adoptada, a los 19 años, quería saber qué pasó, cómo me llamaba, qué día nací y sobre todo, por qué acabé siendo adoptada; eso es lo que más te mueve. Y no hay respuesta de ningún tipo. Yo le decía [a mi madre], “¿por qué no me lo habéis contado antes?”. Me decían que no sabían cómo decírmelo. Luego me entero de que todo el mundo menos yo sabía que era adoptada; y, a partir de ahí, la sensación de vacío es cada vez mayor; es un sentimiento de frío, pena; te imaginas todas las versiones de quién podría ser tu madre.
En ese momento, cuando usted inicia la búsqueda de su madre, todavía no se hablaba de bebés robados.
Claro que no. La primera versión que me da mi madre es que mis padres habían muerto en un accidente de tráfico, y que sus familiares no querían hacerse cargo del bebé; que mi familia biológica no me quería, y que tengo que estar agradecida porque ellos me acogieron. No ha sido fácil todo esto. Hay cosas de las que no puedo hablar todavía, porque estoy en tratamiento. Mi madre adoptiva tenía trastornos mentales; no le gustaba nada que yo estuviera buscando; me decía que era una desagradecida. Le molestó que me casara, porque mi obligación era cuidarla a ella. Y así hasta la fecha. Lo he pasado mal. Entiendo que haya compañeros que no quieren buscar, porque sus padres adoptivos los han querido con locura. Yo no sé qué hubiera hecho si mis padres adoptivos me hubieran querido con locura, no lo sé. Lo único que sé es que quería saber quién era, dónde nací y qué día nací; me he enterado qué día es mi cumpleaños con 53 años; he vivido 53 años con una fecha de nacimiento inventada, con unos apellidos inventados, con los nombres de mis padres inventados. En el colegio yo no entendía por qué las niñas no querían jugar conmigo; pero claro, ahora me doy cuenta de que lo tenía todo: hija de padres separados, adoptada. Porque en los años setenta, una niña adoptada era porque eran hijas de mujeres malas. Y yo sin saberlo, porque si lo hubiera sabido, me hubiera podido defender.
Fue después del año 2000 cuando se comienza a hablar de los bebés robados. ¿Se dio por aludida?
En el año 2001 fui a Televisión Española con mi hijo en sillita de bebé a un programa de esos de por la mañana. Me fui a la televisión, a la prensa; quería que me vieran la cara, porque, a lo mejor, a alguien le resultaba familiar. Pero no llamó nadie. Entonces, una periodista de televisión me dijo: “Seguramente es porque te dan por muerta y nadie busca a un muerto”. Mis apellidos en el expediente de adopción son inventados.
¿Tiene alguna idea sobre su adopción?
Todavía estoy con la investigación. Porque yo en teoría nazco en Barcelona; parece ser que me bautizan en Valencia y me adopta una familia de Alicante. ¿Qué pasó entre medias? No lo sé. En mi expediente de adopción pone: “Abandonada una niña en manos de una señora que no es su madre ni sabe datos de la misma”. No hay una renuncia ni ningún documento de mi madre biológica, en el que diga que me entrega, nada. Y luego unos apellidos que, después de haber encontrado a mi familia biológica, son totalmente inventados.
¿Se considera parte de la trama de bebés robados?
Por supuesto. Y estoy investigando todo lo que puedo y más apoyada por la Generalitat Valenciana, que me está ayudando. Quiero conocer toda la documentación.
Cuéntenos cómo fue el encuentro con su familia.
Cuando me meto en esta plataforma de Estados Unidos, aparece el hijo de un primo hermano de mi supuesta madre o padre. Este chico, que vive en Francia porque es de familia exiliada, me pone en contacto con familiares suyos que viven en Valencia; esos familiares me dicen que tienen una prima que tuvo un niño y una niña, pero que de la niña nunca se supo. Yo les pregunté: “¿Pero la niña murió?”, y me dijeron: “Es que cuando fuimos a preguntarle se puso a llorar y no quisimos insistir”. Me puse en contacto con otra prima de Alicante y me volvió a contar lo mismo, pero decidió llamarla para tomar un café. Y allí estábamos las tres. Entonces ella contó que tuvo una niña, y que le dijeron que había muerto al nacer. Me contó que cada día de su cumpleaños le ponía una velita a su hija. Yo la miraba, ella me miraba. Y yo movía la cabeza como indicando: parece que no ha muerto. Yo le preguntaba: “Cuando te dijeron que había muerto, ¿tú viste el ataúd del bebé, firmaste algún papel de defunción?”. Y ella me dijo que no le habían dado nada de nada.
Yo me había estudiado el árbol genealógico de todos los parientes que me aparecían en la plataforma [de los laboratorios americanos] y dentro de esa plataforma aparecían un montón de parientes, primos terceros, primo cuarto… Yo me sabía el apellido de todos, me lo había memorizado. Entonces le dije: “¿Cuáles son los apellidos de tu madre?”. Y me los dijo. “¿Y los de tu abuela?”. Y coincidían con los que yo había estudiado en la plataforma. Yo lo tuve claro en ese momento, pero le pregunté si podía hacer una prueba de ADN. Llevaba un kit para eso en el bolso, y allí mismo tomé una muestra de saliva. Ella no paraba de mirarme a la cara, creo que lo tenía claro también. Le di un abrazo, me dio un beso; ella estaba helada, helada. Y al despedirse me dijo: “Tienes un hermano; se llama Fernando”. Yo me fui llorando como una Magdalena. Ese mismo día ella llamó a su hijo y le dijo: “Yo perdí un bebé, y ahora es una señora mayor. A ver cómo cuadro eso”. Al día siguiente recibo una llamada. Era mi hermano Fernando. Y nos pusimos a llorar los dos. Esa misma tarde nos vimos, nos abrazamos, lloramos. Y desde entonces hasta ahora, hablamos todos los días.
Luego me hablaron del laboratorio de la Generalitat Valenciana. Fuimos los dos a hacernos las pruebas, y, hará una semana, me llamaron para decirme que habían dado positivo, que éramos hermanos de padre y madre. Aunque lo teníamos claro, era importante confirmarlo.
¿Y ahora?
Ahora tengo una relación preciosa con mi familia, tanto la de mi madre como la de mi padre, pero queda la segunda parte, investigar, investigar por qué nazco en Barcelona, me bautizan en Valencia y me adoptan en Alicante. De momento se está investigando con un expediente que he abierto yo con la Generalitat Valenciana, porque los adoptados tenemos derecho a conocer nuestros orígenes, y de momento, lo que estoy pidiendo es mi partida de nacimiento real y el expediente médico real. Y, sobre todo, saber qué pasó. Pero por lo menos ahora sé mi fecha de nacimiento, he cambiado de horóscopo. Ahora soy dieciséis días mayor que antes y resulta que a mi hija no la tuve con 26, sino que ahora con este cambio, la tuve con 27 [se ríe].
¿Cómo es la relación ahora con su familia adoptiva?
Mi hermano por adopción también es adoptado; mi madre adoptiva vive. Esa parte es muy dura, muchísimo; ella es una persona bastante complicada. Se ha enterado de que yo he encontrado a mi familia; esa parte es muy difícil de contar.
¿Ha pensado en usar la vía judicial?
Sí, lo que pasa es que yo soy jurista, y me gusta llevar los deberes hechos. No voy a abrir un procedimiento judicial hasta que no tenga todos los deberes hechos, y eso pasa por encontrar mi partida de nacimiento y encontrar algo de explicación a las cosas que voy conociendo. A lo mejor está todo bien y no es necesario recurrir a la vía judicial.
¿Es más feliz ahora?
Tú sabes lo que es escuchar una sardana y pensar: “Me gusta; a ver si voy a ser de ahí”, y escuchar una sevillana, el himno valenciano o una canción gallega, y pensar lo mismo. Estar 53 años mirando las expresiones de las caras o las entonaciones de las voces; toda la vida así, sin saber de dónde eres, cuáles son tus raíces. La gente lo tiene como normal y no lo valora. Toda la vida sin saber, creándote tus propias ilusiones. Bueno, pues ahora he cerrado esa etapa; sé de dónde soy, conozco mis raíces. Es una alegría inmensa. No tengo palabras, porque he llorado tanto, tanto. Yo estuve apuntando todos los parientes que me salían en la plataforma; estudié 637 árboles genealógicos de todos ellos. Un trabajazo, pero el que algo quiere, algo le cuesta. Ahora seguiré trabajando con AVA, pero ya desde la paz y la tranquilidad.
Ritama Muñoz-Rojas
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