La odisea para adoptar o acoger un niño en España: «La espera fue muy angustiosa, todo el proceso es un carrusel de emociones»

En 2021 había 3.741 niños en el sistema de protección de Madrid, pero solo hubo 39 adopciones y 60 acogidas.
​La oposición y asociaciones de familias solicitan mayores recursos para que los procesos se agilicen.

Los meses pasaban y el 40 cumpleaños de María Crespi se acercaba como una angustiosa fecha límite. Al inicio del proceso de adopción, ya les habían hablado a ella y a su marido, Pablo Ortega, de «años de espera e incertidumbre» y de una meta que «no sabes si llegará», pero hacía unos meses, ya estaban entre los cinco últimos de la lista. Llegaban a tiempo, pero el plazo era claro: no puede haber más de 40 años de diferencia entre hijo y padres adoptivos.

«Nos dijeron que estábamos a punto de recibir a nuestro peque justo con 39 años y pensábamos que íbamos a entrar por los pelos. Pero cumplí yo y cumplió Pablo los 40 y ya piensas que estás fuera, porque la edad habitual de los niños que dan en adopción es de uno o dos meses», describe Crespi, que ya era madre de otro hijo adoptivo, este de adopción internacional, cuando por fin recibió la noticia. Inés, su segunda hija, llegó a sus vidas cuando tenía 16 meses. «La espera fue muy angustiosa, todo el proceso es un carrusel de emociones».

La Comunidad de Madrid reabrió el año pasado las listas para adopción de niños que se encuentran en su sistema de acogida por primera vez desde 2015. En los sesenta días que estuvo abierto el plazo para la presentación de ofrecimientos hubo un auténtica avalancha con unas 1.450 familias inscritas. A pesar del alto número de postulantes y el gran número de niños sin familia en el sistema de protección de la Comunidad, los plazos pueden alargarse cinco o seis años hasta que se completa el proceso.

Por el camino, muchas familias abandonan. La primera criba es una charla informativa, que Crespi recuerda como «amable, pero súper franca», tanto que, muchas familias se asustaron y decidieron no seguir adelante. «Nos dijeron: ‘Vosotros tenéis un bebé en la cabeza, ese bebé no es. Es un niño que necesita vuestra familia, no sois vosotros los que necesitáis un niño'», rememora Crespi. «Nos dijeron que podía ser un niño que ha sido abandonado, que quizá ha sido maltratado, que tiene un trauma de adversidad temprana porque ha sido abandonado por su familia biológica por el motivo que sea y ese niño va a tener esa herida y esa mochila absolutamente siempre».

Falta de medios y prioridad de las familias de origen

En 2021 había 3.741 niños en el sistema de protección de Madrid, de los cuales, 1.452 crecen en centros de menores. La inmensa mayoría de estos menores son españoles y solo 234 de ellos son los conocidos como menores extranjeros no acompañados (menas). Ese año 2021, solo 39 niños fueron adoptados, en la media de los años anteriores.

Este bajo número de menores que la Comunidad de Madrid da en adopción contrasta con otras regiones donde hay más adopciones anuales a pesar de tener menos niños en sus centros. En 2021, Castilla y León, que tiene 1.358 niños bajo su protección, 552 en centros, entregó en adopción a 57 menores. Aragón, con 418 menores bajo su protección, 256 en sus centros, dio 31.

«En la Comunidad de Madrid, hay cosas muy llamativas que no ocurren en otras comunidades. Algo falla cuando tienes niños, tienes familias, pero no se encuentra el camino», declara Lorena Morales, portavoz de Políticas Sociales y diputada del PSOE en la Asamblea de Madrid.

¿Qué es lo que falla? Para la diputada socialista, el gran problema es la endémica falta de medios de la Administración madrileña: «Como hay poco personal, todo es muy tedioso y, aunque la ley de infancia de 2015 -aprobada durante el Gobierno de Mariano Rajoy- habla de un plazo de dos años para decidir la medida de protección del niño, los plazos se alargan en el tiempo y tienes niños que se tiran en acogimientos residencial o familiar años y años. A algunos niños, cuando los quieren declarar adoptables, tienen 12 o 14 años y ya no hay casi familias que se ofrezcan a adoptarlos».

Fuentes de la Consejería de Familia, Juventud y Política Social de la Comunidad de Madrid -la entidad responsable del sistema de adopción- justifican el bajo número de adopciones anuales en la necesidad de «cumplir escrupulosamente todos los requisitos establecidos para garantizar el interés superior del menor».

La citada ley de 2015 señala como prioridad del sistema la reintegración en la familia de origen del menor. Por ello, señalan desde la Comunidad de Madrid, «siempre existe una enorme desproporción entre el número de familias que se ofrecen y personas menores de edad que sean adoptables, ya que el objetivo del sistema de protección es apoyar a las familias para que puedan asumir las responsabilidades parentales, siendo la adopción la medida más drástica».

Agilizar los trámites

Yanira y su marido siempre tuvieron claro que, a pesar de tener hijos biológicos, les gustaría adoptar. Un cáncer de cérvix a los 30 años truncó la posibilidad de quedarse embarazada de Yanira y les hizo decidirse definitivamente por la vía de la adopción.

En un principio, estos dos maestros optaron por apuntarse a la lista de adopción de niños con necesidades especiales, la única que estaba abierta en 2020. Sin embargo, la Administración trata de encontrar familias con una disponibilidad total para los cuidados de estos menores, requisito que ellos, por su trabajo, no podían cumplir. También se informaron de adopción internacional, donde se les advirtió de plazos que podían sobrepasar los 14 años.

En 2022, fueron una de las 1.450 familias que se apuntaron durante el breve lapso de tiempo que las listas de adopciones generales estuvieron abiertas. Aunque ahora se inicia una espera larga e incierta, los ánimos de la pareja están altos y se muestran comprensivos con la situación: «Hay momentos en los que le doy muchas vueltas y tengo mucho deseo e ilusión, pero también somos conscientes que no es un derecho ser padres», declara Yanira.

A pesar de su transigencia, Yanira también pide algo más de flexibilidad en los procesos por el bien de los menores. «Es complicado, porque se piensan mucho en las familias biológicas y prima más el derecho a la familia a mantener la potestad que el del niño a tener una familia y no vivir en un centro. Lo que pido es que se piense en los niños y en la falta que les hace tener una casa y un cariño y tener alguien de referencia y lo importante que es que agilicen los trámites, porque familias hay».

Sorteos, cursos y ayudas que no llegan

Javier y su pareja, Pedro, vivieron una experiencia más inusual como padres adoptivos, dado que apenas tuvieron que esperar hasta completar el proceso y tener a su hija en casa. Cuando decidieron embarcarse en el proceso, en 2022, él tenía 30 años y su pareja 29 y pensaban en ello como una meta a la que podrían llegar en cinco o seis años. Sin embargo, enel sorteo por número de DNI que determinó el orden en el que las 1.450 familias irían recibiendo en adopción a los niños, quedaron entre los 50 primeros.

Asistieron a la charla informativa y después vinieron los pasos habituales: cursos de formación, cita con trabajadores sociales, psicólogo, visita a casa para comprobar que todo está preparado y, finalmente, reciben lo que se conoce como «idoneidad». Entonces, solo queda esperar y estar preparado para el día de la adopción.

«El curso te sitúa, está muy bien orientado. Te explican las peculiaridades que tiene la adopción, el perfil de los niños, el pasado. La perspectiva es que no tengas que ocultarle nada al niño», declara Javier, al que, tras las seis semanas de formación, le informaron de que el proceso sería muy rápido. «Hay gente que vive la espera con mucha ansiedad, pero para nosotros fue al revés, la ansiedad fue por lo rápido que se producía todo».

Una mañana, antes de ir a trabajar, sonó su teléfono: «Podéis venir, tenemos un ofrecimiento para vosotros». La pareja acudió al hospital y vio por primera vez a su hija. Les explicaron el caso y les preguntaron que si querían seguir adelante. Al día siguiente, la niña durmió ya en su nuevo hogar, después de que Javier y Pedro movilizaran a todos sus amigos y familiares para dejar la casa lista para la recién llegada.

En ese punto comienza un periodo conocido como «acogida preadoptiva», formalmente un acogimiento, un periodo de transición en el que la patria potestad aun no es de los padres adoptivos y en el que la familia de origen tiene la última posibilidad de dar marcha atrás en el proceso. Pasado un tiempo que suele ser de más de un año, un juez sentencia finalmente a favor de la familia de acogida y esta puede acudir al registro civil y dar a la niña sus apellidos.

El largo camino de la adopción nacional

En este intervalo, denuncia Javier, la pareja se ha encontrado en un limbo legal en cuanto a las ayudas económicas que da la Comunidad de Madrid. Por un lado existe una ayuda de 300 euros al mes por cada niño y de 467 euros por cada menor que tenga reconocida la situación de dependencia, discapacidad igual o superior al 33%, para las familias de acogida -una figura temporal en la que el objetivo sigue siendo la reinserción con la familia de origen-. Al ser el caso de Javier y Pedro un acogimiento preadoptivo, no podían optar a ella.

Pero, además, tampoco tenían derecho a la ayuda a la natalidad para menores de 30 años de 500 euros mensuales desde el quinto mes de embarazo hasta que el niño cumpla 2 años. La razón, una vez más, su situación de acogimiento preadoptivo. No tienen derecho a la misma hasta que puedan ir al registro civil y ponerle a la niña sus apellidos.

«Yo tengo los mismos gastos que una persona que ha dado a luz», declara Javier, que ha tenido que pagar, por ejemplo, un casco ortopédico para su hija de 650 euros. «Pero hay una parte que no es económica, sino de decir: ‘Es que no somos una pareja de segunda’. Primero, me estás relegando a ser una familia de acogida, pero resulta que tampoco lo soy. Dime dónde me coloco. No somos familia de acogida, ni estamos fomentando la natalidad, entonces ¿qué estamos haciendo?».

La alternativa del acogimiento

Juan y Laura son padres de una niña biológica de ocho años, pero, desde siempre, habían valorado adoptar si tenían la posibilidad económica. Hace unos años, unos amigos de les alojaron durante unas vacaciones en su casa de Galicia y allí conocieron a unos niños del Sáhara Occidental que tenían en acogimiento temporal. Decidieron que era la opción que querían tomar y ahora, tras siete meses, están muy cerca recibir a su primer menor en casa.

«Hemos decidido hacer un ofrecimiento de acogimiento permanente para un niño de entre tres y cinco años, para que sea menor que nuestra hija, tal y como nos recomendaron en los cursos previos», explica Juan, un informático de 45 años.

El acogimiento familiar es la otra alternativa que da la Administración para dotar de una familia a los niños que se encuentran en los centros de menores. Los plazos en los que se culmina el proceso son menores a los de la adopción, pero las cifras también hablan de un sistema que no está teniendo toda la eficiencia que debería. «En nuestro caso no han sido los plazos -aclara Juan-, sino, simplemente, que hay mucha gente que quiere adoptar y muchos niños en acogida que no tienen a donde ir, hemos tenido mucha suerte en la vida y queremos ayudar».

La Comisión de Tutela del Menor decidió en 2020 que 413 niños y niñas iban a vivir a un centro, mientras que solo acordaron 60 acogidas en familia ajena, según los datos obtenidos por la diputada Lorena Morales. A pesar de lo que Morales considera una «falta de sensibilización social por parte de la Consejería», en el año 2022, 656 familias asistieron a la charla informativa para acoger -el doble que en años anteriores-, pero únicamente 85 fueron declaradas idóneas -en la media de años anteriores-.

«Lógicamente, el sistema en su conjunto tiene una tasa máxima de expedientes a los que se puede hacer seguimiento y una avalancha de idoneidades podría llegar a colapsar el procedimientos administrativo», declara David Calatayud, portavoz de la Asociación de Acogedores de Menores de la Comunidad de Madrid (Adamcam). «Vemos necesario dotar de más personal y servicios de apoyo a las familias. Se debería de priorizar la dotación presupuestaria para el acogimiento familiar no para el residencial. El acogimiento familiar se debe de constituir como la medida preferente de protección a la infancia frente a la institucionalización».

Alexia, de 41 años, y su pareja, son unos veteranos en el mundo del acogimiento familiar. Empezaron de voluntarios en una asociación de chavales con desestructuración familiar y después se fueron a vivir a un piso de acogida de Mensajeros por la Paz donde convivieron con adolescentes. En 2013, acogieron a dos hermanos por primera vez en su casa tras un rápido proceso de unos seis meses.

«Estuvieron cinco años hasta que retornaron con su madre biológica y la experiencia fue fenomenal. Al año y medio de estar en casa acogimos a otra niña que llegó con diez meses muy pequeñita y ahora es mi hija mayor porque la adoptamos formalmente, pasó de acogimiento a adopción», declara Alexia.

Su caso es una buena muestra de la complejidad y la variedad de experiencias que puede suponer el acogimiento. Los dos gemelos mantuvieron un contacto periódico con su madre, que se fue incrementando con el tiempo hasta que, finalmente, la situación permitió que volvieran con su familia de origen. Aunque los inicios no fueron fáciles, las relaciones entre familia de origen y de acogida han acabado siendo excelentes.

«Como familia de acogida, tienes que favorecer ese contacto con su familia biológica y tienes que tener claro el porqué lo haces y para qué y, desde ahí, apoyamos ese proceso y al final pudieron retornar», declara Alexia. «Es importante situarse en el porqué lo haces, no lo hacemos porque tú quieres un hijo, sino porque quieres que ese niño tenga una familia. Cuando adoptas, yo tengo una segunda hija adoptada, es diferente, lo haces porque quieres un niño, yo quería una hermana para mi hija».

Pablo Rodero

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