El pulso entre la genética y el medio
En la educación de los niños hay dos fuerzas que se contraponen y que tienen una carga que oscila en función de cada individuo
Muchas familias se preguntan cómo es posible que, con la misma educación, sus hijos hayan evolucionado de forma tan diferente. Habrá quienes piensen que el medio es fundamental y quienes sostengan que la genética es determinante.
En el mundo de la adopción, numerosos padres pueden pensar que si adoptan a niños o niñas recién nacidos, el peso del medio será el que determine su forma de ser, de desarrollarse y de comportarse en el mundo.
Hoy sabemos con absoluta certeza que la educación empieza antes del nacimiento, y no solo por la influencia que el niño haya podido recibir en su hábitat durante el período de gestación, que es muchísima y a veces determinante, sino también por todo el bagaje cultural que arrastra ese niño, además de las ideas previas que sus padres se han hecho sobre cómo educarlo.
¿Qué puede más, la dotación genética con la que un niño nace o el entorno que le rodea?
Mi experiencia me ha demostrado que depende. Depende de cómo sea el temperamento con el que nace el niño y depende de cómo sea su medio.
Nacemos con un carácter determinado, único, y en función del medio que nos rodea, vamos desarrollándolo.
Seguramente, la mayoría hemos podido ver a niños con un temperamento fortísimo, y con una resistencia tremenda a las normas más elementales que les querían inculcar desde el exterior y, por el contrario, niños increíblemente permeables y sensibles con todo lo que les rodeaba.
Personalmente, he tenido la gran suerte de convivir con cientos de pequeños en sus edades más tempranas, en esos seis primeros años que son vitales para el porvenir de cualquier individuo, y aunque parezca muy categórica mi afirmación, hay niños que nacen felices y hay niños que lo hacen con una insatisfacción permanente.
Hay quien podría pensar que es un tema de suerte, pero lo que es cierto es que miles de padres se preguntarán por qué, ante la misma educación que han recibido todos sus hijos, unos y otros reaccionan de forma tan diferente.
Y esto nos lleva a uno de los grandes errores de la educación: tratar a todos los hijos igual en lugar de pensar que cada uno, en función de su temperamento, necesita un traje a medida, una forma también única en su educación.
Los niños que presentan problemas graves de conducta: ¿son irrecuperables?
En la mayoría de los casos no son niños imposibles, ni irrecuperables, ni marcados para toda su vida; pero es cierto que son niños que sufren una especie de irritación interna, de insatisfacción casi permanente, que les dificulta la convivencia y la relación con los demás, y les merma la capacidad de disfrutar de las cosas sencillas de la vida.
No han nacido para castigar a nadie, ni para hacer la vida imposible a sus padres o profesores; no buscan el fracaso o la desesperación de los que están a su lado. Aunque parezca complicado, buscan su apoyo y su ayuda, para salir adelante, para sentirse bien consigo mismos, para tener alguna opción de ser como los demás, para llegar, algún día, a sentir que la felicidad también existe para ellos.
Pero, no nos engañemos, estos niños y sus familias necesitan mucho apoyo y ayuda profesional. La gran noticia, es que en la inmensa mayoría de los casos, con un trabajo conjunto con el niño, la familia y el medio escolar, se terminan consiguiendo los objetivos que tanto buscamos.
María Jesús Álava
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