Primeros tiempos de convivencia
Después de tanto tiempo esperando ser papá o mamá, después de tantos sueños y desvelos, de tantas ilusiones y miedos, llega el día de convivir.
Ya quedaron atrás las horas cronometradas en una plaza, con comidas en restaurantes y los fines de semana con los niños de visita en la casa. A partir de este momento la convivencia es para siempre. En la misma casa, cocinando entre el trabajo, las compras del super, la escuela, la tarea.
Se van desdibujando algunas rutinas de los más grandes, que van renunciando a cenas frecuentes con amigas, a noches de fútbol y al silencio de la casa después de un alborotado día laboral. Es fundamental dimensionar que para los pequeños también se pierden los movimientos y personas que formaban parte de sus rutinas.
Y de repente, lo que parecía el sueño cumplido parece una pesadilla.
“…Quisiera que me cuenten experiencias de los primeros tiempos de sus nin@s cuando fueron a vivir ya a sus casas” expresa una persona en una publicación de nuestro grupo de Facebook.
“Hace un mes están los nuestros, tres hijos en casa y nos están volviendo locos. Rompen ropa, juguetes, cosas de la casa, a uno le va mal hace solo garabatos en la escuela y en casa hace todo perfecto, el más grande se enoja nos ignora, no quiere comer y tan solo porque no lo dejamos ver un partido o algo así de tonto, el más chico todo el tiempo hay q llamarlo la atención por su mala conducta. Apelamos a enojarnos, pedirles las cosas con amor, hablar mucho, reprenderlos en la pieza, dejarlos sin postre, salida o juguetes pero nada funciona… El jueves tenemos cita en el juzgado para ver si ellos pueden ayudarnos y apelamos a atención psicológica y gabinete de la escuela a ver qué pasa.
No queremos que se vayan pero ya no nos dan las fuerzas…
Agradezco ideas y experiencia que pueden ayudarnos»
Hay una cara de la adopción que es difícil de imaginar antes de la llegada de los niños a la familia, pero que es frecuente y no por ello imposible de superar.
Especialmente en los primeros tiempos de convivencia los niños y los adultos tienen el desafío de construir el vínculo y la confianza.
Los niños vienen de sufrir pérdidas de personas significativas (es la constante en sus vidas) y ante este nuevo vínculo adoptivo, suelen manifestarse de manera defensiva con cambios marcados de humor, conductas desafiantes y agresivas.
En muchos casos tienden a distanciar a los adultos, que quieren ser padres, porque sienten el riesgo de perderlos.
A tal punto que también los padres pueden llegar a pensar que la adopción fue un error, que no pueden, que no tienen fuerzas.
La desconfianza de los niños podría resumirse en la pregunta: ¿Puedo ser su hijo, si nunca antes pude ser hijo?
Y la de los adultos: quería ser padre, pero ¿puedo ser su padre?
Las desilusiones previas de los niños se enfrentan con las ilusiones previas de los adultos, en un momento que puede generar mucha movilización emocional en esta nueva realidad compartida.
Por tal motivo se hace necesario extremar la búsqueda de recursos, ayuda profesional especializada para atravesar esos momentos, apoyo social y familiar. Porque enfatizamos: las dificultades no tienen su fundamento en que los adultos y/o los niños tengan imposibilidad de generar vínculos, sino en que la adopción es un proceso de construcción familiar sumamente desafiante.
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